Odalid Molina, recuperada | CEDIDA
En la actualidad, ha pasado de no querer vivir a ser la presidenta de la Asociación Sofía (Tegueste, Tenerife) para la prevención y ayuda a estas personas para las que el simple hecho de alimentarse se ha convertido en un suplicio.
Nunca pensó que ella estuviera destinada a cambiar la vida de otros que, como le sucedió, se vieran envueltos en este drama del que "se sale, yo soy la prueba", subraya.
“Son muchos los que se apoyan en mí porque, tras visitar a muchos médicos, no se sienten comprendidos. Es una enfermedad difícil de entender”, asegura Odalid, quien hace hincapié en la importancia de dar ejemplo: "ver que otra persona ha logrado salir es, muchas veces, motivación suficiente".
"De los trastornos de conducta alimentaria se sale, yo soy la prueba"
Una experiencia en Irlanda como au pair le hizo ganar algo de peso al obligarla a llevar una vida más sedentaria. Disgustada con su imagen, inició súbitamente los atracones de comida a escondidas para pasar, posteriormente, a provocarse el vómito. Todo ello sin apenas darse cuenta.
Cuando regresó a casa se limitó a ingerir 200 calorías diarias, cuando las recomendadas para una mujer joven que realiza actividad física pueden rondar aproximadamente entre las 1.800 o 2.000, en función de diversos condicionantes.
“Bajé todos los kilos sobrantes pero no estaba sastisfecha. Quería perder más y más, no podía controlarme. Me sentía mal conmigo misma aunque ignoraba qué me ocurría”, reconoce. Pese a la confusión, Odalid tomó la mejor de las decisiones: confiar en un amigo o familiar, en este caso su madre.
"Llegué a perder 25 kilos en un año antes de darme cuenta de que mi salud estaba en juego"
Llegó a perder 25 kilos en un año antes de darse cuenta de que su salud estaba en juego. Tuvo que permanecer tres meses encerrada en psiquiatría para poder empezar a reaccionar. “Llegué al punto de no querer vivir”, admite.
El apoyo de los suyos, la ayuda de los profesionales y una fuerza interior que ni ella misma sabía que tenía la llevó a superar su anorexia. "La recuperación es complicada, pero se consigue", insiste.
Ahora hace ya dos años que logró salir del todo y sabe que no volverá a caer. “Estoy segura de ello”, afirma.
¿A quién puede afectarle un TCA?
Habitualmente, al mencionar la anorexia, bulimia o los restantes trastornos de la conducta alimentaria nos vienen a la mente imágenes de mujeres, sobre todo de adolescentes, pero la realidad es muy diferente.
Según un estudio elaborado por el Colegio Universitario de Londres, estos trastornos son frecuentes también en personas que superan los 40 años. No es ajena, tampoco, a los varones. Las estadísticas cifran en cerca de un 10 por ciento los hombres que sufren anorexia.
Asimismo, las asociaciones alertan de la detección de casos de anorexia y bulimia en pequeños de menos de 10 años. “Nuestro usuario más joven en la asociación Sofía es un niño de 12 años, lo que demuestra que puede pasarle a cualquiera”.
La detección precoz y, en consecuencia, el seguimiento de un tratamiento especializado mejoran la evolución del trastorno y las consecuencias que éste puede comportar; de hecho hasta un 70 por ciento de las personas que las padecen se curan.
Se trata de una asociación joven, con apenas dos años de vida, pero por la que ya han pasado medio centenar de personas buscando ayuda. Pacientes de ambos sexos y de edades de lo más variadas comparten este trastorno psicológico que no solo hace mella en sus cuerpos, sino que puede dañar en profundidad a su círculo familiar.
“Es muy difícil para el entorno saber cómo debe comportarse, qué debe evitar hacer o decir, por lo que las familias también reclaman apoyo en ese sentido”, asegura. Por ello, los allegados están incluidos en el proceso por medio de talleres de asesoramiento familiar.
A los afectados por este tipo de trastornos les aportan, sobre todo, apoyo, comprensión, atención psicológica y nutricional, además de contar con una trabajadora social cuyo papel resulta también fundamental, pues aporta atención en diversos niveles de intervención: individual, familiar y grupal.
Como recomendación, Molina pide a las personas que pudieran estar sufriendo un trastorno de conducta alimentario que contacten con un familiar o un amigo y pidan ayuda profesional. “Es un trastorno mental”, insiste la experta.
- Hacer solo dietas prescritas por el médico.
- Estar alerta ante hijos con problemas alimentarios, tanto por defecto como por exceso.
- Vigilar el acceso a la comida, los niños no deben autoalimentarse.
- Alimentación adecuada y equilibrada en el hogar
- Evitar comentarios acerca de la propia insatisfacción debido a los kilos de más.
- Evitar comer cuando no se tiene hambre y como respuesta a emociones negativas
- Realzar aspectos positivos, tanto en relación con el físico como con las cualidades.
- Desmitificar los valores estéticos de nuestra sociedad.
- Fomentar valores que hagan feliz a la persona.
En cuanto al tipo de trastorno de conducta alimentaria, la bulimia nerviosa ocupa cerca de un 60 por ciento de las solicitudes de ayuda y la anorexia nerviosa, el 40 por ciento aproximadamente, pero muchos pueden llegar a padecer ambos.
También existen los denominados Trastornos de la Conducta Alimentaria No Específicos (TCANE), que son habitualmente cuadros parciales o atípicos de anorexia o bulimia nerviosa. Por lo tanto, veremos síntomas similares, pero sin llegar a formar un cuadro completo, aunque no por ello menos grave.
El riesgo de padecer un TCA se incrementa si existe un antecedente familiar o si se posee baja autoestima. También ciertos rasgos de personalidad como una autoexigencia muy elevada, perfeccionismo obsesivo o necesidad de control están muy relacionados con estos trastornos.