Luis Padilla nos recuerda, en el periódico digital Atlántico Hoy, el 'casi' ascenso del CD Tenerife en la temporada 76-77.
El Tenerife volvió a rozar el ascenso en 1977. Y otra vez no obtuvo premio, alimentando esa leyenda que aseguraba que “no sube porque no quiere”. Si el curso se analiza con detenimiento, es obligado concluir que no fue una decepción que se quedara sin gloria... sino que fue un milagro que, casi hasta el final, tuviera opciones de alcanzar la Primera División. Y no porque la planificación no fuera buena, sino porque la circunstancias extradeportivas volvieron a afectar decisivamente a la entidad.
De hecho, el Tenerife 76-77 volvió a acertar con los fichajes: el portero uruguayo Bertinat, su compatriota Aparicio y el ariete paraguayo Maciel tendrían un rendimiento notable, mientras que un joven Julio Durán (19 años) se afianzaría en el centro de la defensa tras la retirada de Molina. En todo caso, el técnico Mariano Moreno definió un 'once de lujo': Bertinat; Marín o Juan Miguel, Julio Durán, Hugo Fernández, Aparicio; Pepito, Jorge, Gilberto, Medina; Illán y Maciel.
El Tenerife empezó bien y mediado el mes de octubre era segundo tras el imbatible Sporting de Gijón en el que destacaban Castro, Maceda, Mesa, Joaquín, Ferrero, Quini... hasta que la quiebra de una agencia de préstamos de la familia Santaella generó un escándalo que afectó a más de siete mil ahorradores y que acabó por 'salpicar' al Tenerife, presidido entonces por Julio Santaella, al que le abandonaron los directivos hasta forzarle a presentar la dimisión.
En medio del caos, la plantilla se quedó sin cobrar durante meses, el técnico apoyó a los jugadores... y la junta gestora que presidía Alfredo Pedreira apartó a Mariano Moreno para dejar el equipo en manos de Ñito de manera provisional.
Tras 'suplicar' la vuelta de José López Gómez a la presidencia, el nuevo mandatario blanquiazul recuperó a Moreno como entrenador y pagó los atrasos a los futbolistas. Pero para entonces, enero de 1977, el Tenerife estaba en zona de descenso. Y a nueve puntos de la gloria.
Seis victorias y tres empates en nueve jornadas llevaron al equipo blanquiazul a la sexta plaza, a sólo tres puntos del ascenso y con siete jornadas por disputar. Y con todos los argumentos para soñar, porque detrás de los éxitos no había épica sino lógica: aquel Tenerife era muy sólido en casa y solvente como visitante, amparado en la capacidad goleadora de su pareja de delanteros, Illán y Maciel, que acabarían el curso con 36 tantos y ambos en el 'top 6' de máximos realizadores de la categoría.
Formación del Tenerife 76-77 en el Heliodoro
Así, el Tenerife prescindió de Justo Gilberto –pese a que había sido titular en 38 de los 40 partidos disputados el curso anterior– y traspasó a Jorge y Maciel al 'eterno rival', una UD Las Palmas que entonces era fija en Primera División. Y como sólo fichó al joven delantero murciano Joaquín (21 años) y se lesionó gravemente Illán... el resultado fue el previsible: nueve meses después se fue a Segunda División B. Pero eso se contará la próxima semana.