Luis Padilla nos recuerda este jueves, en el periódico digital Atlántico Hoy, la agónica permanencia lograda por el CD Tenerife en la campaña 74-75.
Dice una máxima futbolística que “lo que funciona, no se toca”. Pero el Tenerife 74-75 'retocó' aquello que casi le había dado el ascenso el curso anterior. Y tras ser cuarto en la liga de Segunda División, no eligió continuidad sino revolución: vendió a Cantudo al Sevilla por una 'cifra-récord' de 12 millones de pesetas y, cuando sólo se podía tener a dos extranjeros, dejó a Kraus sin ficha y contrató al portero paraguayo Alcides Baez. Y quiso 'olvidar' los goles de Cantudo con el oriundo Perrone o el veterano delantero Crispi... quienes totalizarían cero tantos ligueros como blanquiazules.
Por el camino, el Tenerife repescó a Justo Gilberto tras siete temporadas a gran nivel en Las Palmas y, con el paso de las jornadas, dio vuelo a tres canteranos que serían vitales en la agónica permanencia de los blanquiazules: Toño (19 años), Salvador (19) y Lolín (17). El inicio de curso ya fue pésimo: en la cuarta jornada entró en zona de descenso y ahí se mantuvo hasta que en una cita ante el Rayo ardió un Heliodoro que no 'tragaba' a un Báez [20 goles recibidos en 11 partidos] al que el domingo anterior en Valladolid le habían hecho un tanto de risa en los minutos finales.
No regresó a tiempo a su portería tras acudir al campo rival a celebrar el empate... y tras un saque de centro veloz de los locales perdió (2-1) el Tenerife. Una semana más tarde, en un Heliodoro en combustión, a falta de siete minutos el Tenerife ganaba 1-0 a un Rayo que ni se había acercado al área local. Entonces, un envió profundo de los vallecanos se fue largo y el balón llegó manso a las manos de Báez, que vio botar el cuero, lo amortiguó con los guantes junto a su pecho, lo dejó caer y mandó al ataque a sus compañeros en espera de que un rival fuera a presionarle para agarrar la pelota.
Era un viejo truco permitido entonces para arañar unos segundos. Nadie se acercó, pero el Heliodoro gritó y, alertado, Báez se dio cuenta de que la pelota se le había colado entre las piernas y se dirigía a la red. Trató de rectificar... pero manoteó el balón y se consumó el autogol. Entonces explotó el Heliodoro contra el portero, el banquillo, el palco y el mundo. Báez perdió su puesto esa noche, González Cano se fue tres días más tarde y Moll apenas aguantó un par de semanas. Ya antes de unas elecciones que ganaría el exjugador Julio Santaella, Colo, la gestora fichó como técnico a José María Negrillo.
La primera medida de Negrillo fue obligar a los jugadores a cortarse el pelo. “Parecen un conjunto musical”, dijo. Y la segunda, recuperar al capitán Alberto Molina, castigado por Moll. A partir de ahí se hizo fuerte en el Heliodoro, donde sumó diez victorias y un empate en once partidos como local. El segundo triunfo llegó ante el Cádiz en enero de 1975 tras otra bronca colosal cuando el luego árbitro internacional Soriano Aladrén expulsó al 'animador oficial' Paco Zuppo cuando dirigía uno de sus célebres 'riqui-racas' desde el centro del campo, “por alentar a los aficionados en mi contra”.
Eso sí, fuera de casa no mejoró gran cosa y, tras caer en Orense en la antepenúltima jornada, sumaba tres empates y quince derrotas en 18 viajes. A un punto del descenso, debía ganar en el Heliodoro a un recién ascendido Sevilla que trajo a sus figuras [Paco, Jayo, Hita, Lora, Espárrago, Biri Biri...], pero vino de fiesta y se llevó un 3-0 que permitía respirar al Tenerife: cerraba la Liga en Cádiz y sólo una carambola le llevaba al descenso... pero se daba por segura la disputa de una eliminatoria de permanencia.
Cuatro días antes de acudir al Carranza, la 'plana mayor' del Tenerife pasó por el Palacio del Pardo. ¿La razón? Visitar a Francisco Franco –que fallecería seis meses después– y luego al entonces príncipe Juan Carlos para entregarles las medallas conmemorativas de las Bodas de Oro de la entidad (celebradas en agosto de 1972). Se ignora la influencia de aquella visita en el devenir deportivo de la entidad, pero, tres días después, el Tenerife ganó (1-2) su único partido como visitante. Lo hizo, eso sí, gracias a un milagroso gol en el último minuto de Salvador 'el gomero'.
Excelso centrocampista que con el tiempo jugaría casi 250 partidos como blanquiazul, aquella tarde, con apenas 20 años, se ganó para siempre un hueco en la historia del Tenerife. Fue, el tópico era adecuado, el 'salvador' gol de Salvador.