El Tenerife firmó ante el Alcorcón una remontada imposible. La hemeroteca recordará siempre el papel crucial de Malbasic y los goles determinantes de Milla y Naranjo en los minutos finales, pero los más de nueve mil espectadores que vieron la cita en directo saben que el partido lo 'ganó' el Heliodoro. Y los jugadores, aunque dolidos por algunos pitos a Dani, también son conscientes. El mérito de la grada no fue tanto empujar en los minutos finales para dar aire a un equipo agotado, sino mantener la calma en los peores momentos, cuando el 0-2 adverso y la prefabricada campaña de desprestigio labrada contra el club en las últimas semanas podía haber generado un ambiente irrespirable.
Nunca he pensado que el Tenerife tenga la mejor afición de España. Ni de lejos. Pero sí creo que el Heliodoro gana partidos. Han pasado casi diez años, pero no olvido aquel Tenerife-Xerez en el que la grada sostuvo al equipo, que también dirigía Oltra, cuando se quedó con uno menos. Y como tembló el viejo Stadium para celebrar aquel gol de Nino que ya daba el ascenso a Primera División que se consumó una semana más tarde en Girona. Entonces, la afición empujó con viento a favor a un grupo que le había dado muchas satisfacciones. El sábado lo hizo con viento en contra. Y eso, para mí, tiene más mérito. Y cuando el Alcorcón hizo el 0-2 y amenazaba tormenta, apeló al cerebro y no al corazón.
El Heliodoro prefirió los consejos que dio Oltra en la víspera antes que los mensajes apocalípticos de algunos medios y del estercolero en el que se han convertido las redes, eligió la mesura al caos y comprendió que la bronca no ayuda al Tenerife. Y entendió que, cuando los dirigentes, los técnicos y los futbolistas se equivocan –porque los dirigentes, los técnicos y los futbolistas han cometido errores este curso–, el odio no es la postura más inteligente. Y que la crítica, necesaria, debe combinarse con el apoyo. Y que a veces, como el sábado, si tu equipo pierde 0-2 ante un rival que en diez jornadas ha recibido tres goles, el silencio o unas palmas de ánimo son mejor receta que el desahogo.
En un deporte tan imprevisible como el fútbol, sólo el tiempo dirá si el Tenerife-Alcorcón dejó tres puntos o además cambió la dinámica de la temporada. Eso sí, ofreció una lección que conviene no olvidar en una semana en la que se había invitado a incendiar el ambiente para acabar con Concepción, Serrano, media plantilla y hasta el jardinero o la cruz del escudo si fuera necesario, Sin embargo, el Heliodoro no mordió el anzuelo. Y ése fue esta vez su mayor mérito. El mérito del equipo –y el cuerpo técnico– fue no rendirse y combinar intensidad con juego. Porque es verdad que el grupo dio una lección de raza, pero también unos argumentos futbolísticos que invitan al optimismo.
P.D. El Heliodoro tiene magia. Por su historia, pero también por un diseño que multiplica el oxígeno local y el miedo ajeno. Es un estadio compacto, cerrado, vertical, continuo, con las gradas próximas y sin huecos que rompan la armonía. Con media entrada, ya agobia al adversario; eso sí, cuando está lleno, acojona. Llenémoslo.