Hubo un tiempo en el que, bajo el brillo de la Primera División, el Tenerife gastó todo el dinero que tenía y bastante del que no tenía. Un tiempo en el que nunca se miró la cuenta corriente para comprobar si se podían acometer determinadas contrataciones. Un tiempo también en el que, en caso de conflicto, la única solución era la huida hacia delante. De aquellos polvos aún quedan lodos por limpiar. El ejemplo máximo de despilfarro quizás llegó en la temporada 97-98. En la última jornada, un penalti transformado por Slavisa Jokanovic ante el Valencia le dio al equipo blanquiazul una agónica permanencia en Primera División. Pocas veces se habrá gritado con tanta pasión un gol en el Heliodoro. Entonces llegó el momento del festejo, de la celebración… y del olvido.
Aquella fue la última gran alegría en mucho tiempo. La única en más de una década si se exceptúa en ascenso logrado en Leganés tres años más tarde. Y el canto del cisne de un club condenado. Dos décadas después, año 2018, aún se pagan las consecuencias del despilfarro. Lo ocurrido el 16 de febrero de 1998 es sólo un ejemplo del generoso derroche de la época. El Tenerife se había gastado cinco mil millones de pesetas en fichajes como Makaay, Vierklau, Domingos, Slovak, André Luiz, Emerson... Y en el mercado de invierno aún quedó dinero para traer a Unzué o el madridista Álvaro Benito. Pero avanzada la segunda vuelta había caído (2-1) en Santander y era antepenúltimo en la tabla, a tres puntos de la permanencia. Y con la perspectiva de recibir el sábado siguiente al Real Madrid, líder de la categoría.
“Pase lo que pase ante el Madrid, Artur Jorge es y será nuestro entrenador”, proclamó ese día Javier Pérez, que blindó el contrato del técnico portugués. Pocas horas después Artur Jorge sería destituido tras acordar un finiquito de trescientos millones de pesetas Y todo ello, después de sólo tres meses de trabajo y un total de tres victorias en catorce jornadas. Tres meses antes, la entidad ya había despedido a Víctor Fernández, quien también percibió su correspondiente finiquito. Pérez justificó el cese de Jorge en “la locura del fútbol”. Y tras elogiar la trayectoria del preparador portugués, dejó una frase enigmática: “Dejadme que de vez en cuando me pueda dar algún capricho”. Y es que la apuesta por el técnico que llevó al Oporto a la Copa de Europa en 1987, fue una decisión personal de Pérez.
Artur Jorge, en un entrenamiento con el CD TenerifeJorge también fue una de las eternas obsesiones de Pérez junto a Javier Clemente y Luis Aragonés, dos técnicos a los que siempre persiguió. Al final, el Tenerife 97-98 logró la permanencia con Lillo en el banquillo. Eso sí, ese verano ya no había dinero para fichar. Y como el Tenerife acabó por descender a Segunda División y el dinero anticipado por las televisiones ya no estaba en la caja, llegaron los apuros económicos y las restricciones. Que todavía duran. Han pasado veinte años, pero episodios como el vivido aquel 16 de febrero con el finiquito a Artur Jorge ayudan a comprender la situación actual.