El 13 de febrero de 1997, el CD Tenerife daba a conocer el acuerdo alcanzado con su jugador Sergio Martínez Ballesteros (Valencia, 1975) para ampliar su contrato “hasta junio de 2006”. O lo que es lo mismo, se aseguraba la continuidad de su prometedor defensa, internacional sub 21, por lo que quedaba de esa campaña ¡y nueve temporadas más! Si tenemos en cuenta que, tras la firma de ese contrato, este futbolista diputó más de quinientos partidos como profesional, la mayoría en Primera División, queda claro que la apuesta a largo plazo formulada desde la entidad blanquiazul fue un éxito. Y más si se añade que prolongó su carrera más allá de ese lejano 2006 fijado en su momento. En concreto, hasta junio de 2013, tras jugar 38 partidos (37 como titular), en su última temporada en activo.
El 'problema' es que Ballesteros desarrolló la mayor parte de su trayectoria profesional lejos de la Isla, a la que llegó en diciembre de 1995 procedente del Levante, que militaba en Segunda División B. Los ojeadores del conjunto blanquiazul le incorporaron a su agenda mientras espiaban al equipo valenciano, rival en Copa del Rey del conjunto que entonces dirigía Jupp Heynckes. El técnico alemán fue uno de los impulsores de la contratación. Con 20 años, Ballesteros participó en la clasificación del Tenerife para la Copa de la UEFA. Y el curso siguiente, la temporada 96-97, disputó cuarenta partidos oficiales como blanquiazul. Por tanto, había razones para que el club quisiera atarlo de por vida, pues podía actuar de lateral derecho o central y su corpulencia (1,89 metros y 90 kilos) no le restaba rapidez.
Así, tras unas durísimas negociaciones con su agente, Manuel García Quilón, el Tenerife logró ampliar un contrato que expiraba en junio de 2000, mientras le imponía una cláusula de rescisión de 2.000 millones de pesetas, superior a la que se le colocó en su tiempo a Fernando Redondo. Los días de vino y rosas acabaron pronto. Tras la marcha de Heynckes, Ballesteros tuvo problemas con las lesiones, los técnicos, los periodistas y los aficionados. Y unas declaraciones durante el curso 98-99 (“Ojalá el Tenerife no baje a Segunda División, sino a Tercera”), que acabó con el temido descenso, animaron a un grupo de seguidores a tirarle una señal de tráfico a la cabeza. Al año siguiente, en la categoría de plata, tampoco se moderó y Castro Santos prescindió de sus servicios a falta de quince jornadas.
La situación se hizo tan insostenible durante el verano de 2000, que el Tenerife lo traspasó al Rayo Vallecano, donde triunfó. Y de ahí marchó al Villarreal, donde jugó un centenar de partidos en tres temporadas. Y luego al Mallorca, donde permaneció a un gran nivel durante cuatro temporadas. Y después regresó al Levante, donde se consolidó como titular indiscutible, disfrutó de un ascenso a Primera División y se exhibió en la élite tres temporadas más. Razones había para renovarle de por vida, pero...
P:D: Dos semanas después de renovar a Ballesteros, el Tenerife ampliaba el contrato de Robaina por seis temporadas, hasta junio de 2003. Sólo duró año y medio.