Sesenta voces apagadas

Así fue el desplazamiento de la Peña Ibérica a Huesca para apoyar al CD Tenerife, aunque el final de la historia fue algo triste.

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Más de sesenta aficionados del CD Tenerife cambiaron un sábado de otoño propicio para el descanso, el ocio o el estudio por un poco agradable sonido de despertador a las seis y media de la madrugada, una cita en la salida del metro de Avenida de América (Madrid) a las ocho de la mañana con una temperatura que no llegaba a los diez grados, un traslado de 385 kilómetros en autocar, una brevísima visita a la ciudad de Huesca, dos horas de fútbol en El Alcoraz (que no tiene las comodidades del Allianz Arena, todo hay que decirlo), otros 385 kilómetros de carretera, una llegada a Madrid cerca de las once de la noche y un regreso más o menos incómodo –y no siempre cercano– hasta el domicilio particular de cada uno. Todo ello por veinte euros, que, justo es reflejarlo, tampoco es un derroche de dinero.

El viaje lleno de ilusión de la Peña Ibérica para convertir El Alcoraz en 'chicharrero' se transforma en decepción por la mala actuación del Tenerife en Huesca...

En realidad, esos sesenta aficionados cambiaron ese sábado de otoño propicio para el descanso, el ocio y el estudio por la ilusión de ver al CD Tenerife. Para casi todos, el equipo de su tierra, de sus padres, de su alma... ese equipo que no pueden alentar con la frecuencia que desearían porque el trabajo o los estudios les han llevado a Madrid. Por eso, algunos incondicionales que viven en la capital de España y no renuncian a seguir al conjunto blanquiazul han creado la Peña Ibérica, con el objetivo de que el grupo dirigido por José Luis Martí no se sienta solo cuando juega como visitante. Y por eso, el 18 de noviembre estaba marcado en rojo en el calendario: visita al líder Huesca. Y con la oportunidad de dar un golpe encima de la mesa, volver a la 'zona de playoffs' y quedarse a un par de puntos del ascenso directo.

La ilusión presidió el viaje de ida, con un recorrido que incluyó el paso próximo a localidades conocidas por aquellos que vivieron la EGB y alguna vez abrieron los libros de Geografía e Historia: Alcalá de Henares, Guadalajara, Medinacelli, Calatayud (dónde a los lugareños no les gusta que pregunten por la Dolores, “una chica muy guapa y amiga de hacer favores”) o La Muela, antes de rodear Zaragoza y dirigirse hacia Huesca. A medio camino, una parada para estirar las piernas y dar buena cuenta de un bocadillo, algunas viandas y un refrigerio. Todo ello, gentileza del Bar La Talega y del Siete Delicatessen del Mercado de San Antón, dos establecimientos siempre dispuestos a colaborar en estas iniciativas y dos lugares que los canarios residentes en Madrid visitan cada vez que quieren 'volver' a las islas.

Y ya en Huesca, ¿qué? ¿Una visita a la Catedral de Santa María?, ¿un paseo por el Monasterio de San Pedro el Viejo en pleno casco histórico?... Pues no. Comida frugal y 'quedada' junto al hotel ABBA a las dos de la tarde para despedir a los jugadores del Tenerife, que a esa hora partían camino de El Alcoraz. Gritos de ánimo y aliento para que el grupo de Martí supiera que no iba a estar solo ante el líder. Por allí aparecieron asimismo algunos miembros de la Peña El Chicharro y de la 'sección barcelonesa' de la Peña Ibérica, que también se habían trasladado hasta Huesca. Al final se juntaron un centenar de blanquiazules en uno de los fondos de El Alcoraz, tras la portería que defendía Dani Hernández. El ánimo no cesaría durante los noventa minutos, pero la ilusión apenas duró media hora.

Del partido poco hay que contar: dos errores, dos goles en contra en poco más de un minuto y una derrota que en la segunda parte se convirtió en goleada (3-0) y pudo acabar en paliza histórica. ¿Reproches? En público, pocos. Y aquellas sesenta voces llegadas con ilusión desde Madrid y apagadas por el mal juego del Tenerife, hasta respondieron con cariño cuando, al acabar el suplicio, los jugadores blanquiuazules acudieron –lógicamente cabizbajos y con poco ánimo– a agradecerles su presencia en El Alcoraz. Por delante esperaban casi cinco horas de carretera, esta vez llenas de desánimo. Pero antes aún quedaban ganas de “repetir en cuanto se pueda”. Y tiempo para escribir una reflexión que lo explica todo: “Te animaré cuando menos lo merezcas, porque será cuando más lo necesites”.