La mítica empresa santacrucera de telas y tejidos El Kilo trasladará su ubicación por tercera vez en su historia este mes de diciembre. Tras 60 años en activo siendo una seña de identidad del Carnaval capitalino, el negocio estrenará su nuevo local en el número 40 de la calle Imeldo Serís, frente al teatro Guimerá.
Javier Hernández Sánchez, uno de los hermanos propietarios del negocio, explica a Atlántico Hoy que prevén estar trasladados antes de que acabe diciembre y realiza un recorrido a través de las más de las seis décadas de historia del negocio, que abrió sus puertas por primera vez a finales de los 60 en la calle San Francisco.
Llegados de Marruecos
En aquella década, la familia Hernández Sánchez se mudó a Canarias desde Marruecos, donde vivía en lo que por entonces era protectorado español. El padre de Javier, Antonio Hernández Laverny --al que todos conocían símplemente como Laverny--, comenzó probando muchos negocios hasta que dio con la clave, desde decorador de interiores hasta importador.
Esta última profesión parecía dársele especialmente bien y decidió asociarse con unos amigos judíos originarios de Tanger que se habían establecido en Las Palmas de Gran Canaria para comenzar a importar productos de otros países. Todo llegaba a la capital grancanaria y, desde ahí, se distribuía también a Tenerife. Laverny traía todo tipo de productos, desde electrodomésticos a tejidos, pero este último era el principal.
Telas de todo el mundo
Pronto comenzó a marchar bien para la asociación y abrió una oficina en Estados Unidos desde la que envíar telas a Canarias. En aquel momento, la tienda de Tenerife no tenía nombre, pero como vendía la mayoría del producto por kilos, la gente comenzó a conocerla popularmente como "El Kilo".
Las telas llegaban a la tienda desde todos los confines del mundo: Estados Unidos, Checoslovaquia, Corea, China... Dado que muchos de esos productos no podían conseguirse fácilmente en Tenerife, los grupos del Carnaval de Santa Cruz comenzaron a contactar a El Kilo para pedir materiales. La comisión de fiestas del ayuntamiento comenzó a poner facilidades al negocio para abastecer a estos grupos y rápidamente se formó una simbiosis entre El Kilo y el Carnaval. "Los grupos crecían con nosotros y nosotros crecíamos con ellos", asegura Javier Hernández Sánchez.
Unos años de pandemia duros
Del local original en la calle San Francisco, El Kilo se mudó a principios de los años 70 a la calle Castillo, donde adquirió un viejo inmueble que derribó para volver a levantar completamente. Allí se quedaron más de 40 años hasta que, hace cinco, se mudaron a la calle El Pilar, junto a la plaza Bulevar. Este diciembre, El Kilo vuelve a trasladarse para abrir en Imeldo Serís tras unos años marcados por la pandemia que han sido especialmente difíciles.
"Poco a poco fue habiendo movimiento, intentamos no quedarnos parados. Hemos ido aguantando al límite", describe Javier. El Carnaval no es la única fuente de negocio de El Kilo, pero sí ha sido durante décadas su imagen. Dos años sin la fiesta ha afectado duramente al modelo de los Hernández Sánchez.
Ahora que parece que la pandemia da un respiro y el Carnaval ha regresado para quedarse, la familia vuelve a rodar con todo. "Este último Carnaval estuvo bien", comenta Javier, que se siente orgulloso de mantener la tradición de su padre, de quien dice que le encantaba esta fiesta y ayudar a sus grupos.