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Santa Cruz

Los comerciantes de las casetas azules ruegan que no trasladen el Rastro: "Esto se muere"

El seguro traslado del mercadillo capitalino pone en jaque las economías de los vendedores de estas casetas, que pertenecen al Mercado Nuestra Señora de África

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Casetas azules en el entorno del Mercado Nuestra Señora de África un día de rastro / AH

Este domingo, el Rastro de Santa Cruz de Tenerife volvió tras detenerse durante dos domingos -por prohibición y por la media maratón de Santa Cruz- y volvió a reavivar la zona del entorno del Mercado de Nuestra Señora de África.

Al margen de las decisiones técnicas justificadas sobre el papel que han llevado al ayuntamiento a trasladar el rastro de ubicación como tarde tras el Día de Reyes (el incumplimiento de la normativa implicaría el cierre automático), quien también volvió a tomar resuello, aunque con el miedo del futuro próximo, fueron las casetas azules de la rambla José Manuel Guimerá.

Mayores ventas

Todo ello porque, en general, sabe que los domingos de rastro sus ventas se multiplican exponencialmente por el lógico flujo de personas que pasean por el lugar.

Sin embargo, los ciudadanos suelen asociar dichas casetas la propio rastro, cuando realmente pertenecen a la organización de La Recova, lo que, a partir del 6 de enero, les dejará en un aprieto.

"Por favor..."

Una que mira con temor los próximos meses es Cristal, encargada de una de las casetas, y que es madre soltera con tres hijas. Todas ellas acompañándola en su puesto de venta.

“Por favor, que no me quiten el rastro”, ruega señalando a la menor de ellas, de unos 15 años, adivinando los problemas económicos que se le pueden acercar. De esta manera, explica que “cuando no hay rastro no llego a 90 euros en un día”.

Cristal aclara que, además, durante la semana trabaja en una casa, pero no el dinero que gana no llega al de la caseta, su principal fuente de ingreso para sacar a la familia adelante.

Asimismo, sobre el conocimiento social de a qué pertenecen las casetas, asegura que se encuentran aislados, porque ni pertenecen al rastro ni en el Mercado parece que les hagan mucho caso.

"Esto se muere"

Otra comerciante, que ha pedido guardar el anonimato a Atlántico Hoy, ha reconocido que están todos deseando que no se mueva el rastro. “Que no nos lo retiren, que dependemos del rastro para vivir y que, si no, esto se muere”, afirma rotunda.

Esta vendedora, que lleva muchos años al frente de su negocio, señala también que el Mercado no les hace mucho caso y critica que dentro de él “ya tienen puestos de artesanía, no solo gastronomía”, dando a entender un problema de competencia.

"Es un desastre"

Por su parte, Antonia, que abre su caseta seis días a la semana, que es su único modo de ingreso, comparte que la marcha del rastro “es un desastre”.

“No sabemos lo que va a pasar. Junto a mi hijo, que está parado, los domingos porque es cuando más facturo y ahora me voy a plantear que el domingo sea mi día de descanso”, añade.

Asimismo, señala con sorna que el visitante de turista de crucero no les vale “porque van directamente al Mercado, que tiene su propio cliente”, confirmando que se sienten en un vacío entre la marcha del rastro y el poco interés de quién es su organización.

"No hay diferencia"

Sin embargo, no todos los relatos asocian la buena esperanza de las casetas a la celebración del rastro, ya que depende también del producto que vendan.

En el caso de otra comerciante consultada por Atlántico Hoy, en su negocio cree que “no hay mucha diferencia”, y lo liga con que “a la gente le gusta más las rebajas del rastro y no los precios fijos de la caseta”. Por ello, explica que, como es lógico, los domingos “pasa mucha más gente, pero no compran más”.

Con todo, no parece que las populares casetas azules hayan pasado bajo el análisis de las decisiones municipales con respecto al rastro, por lo que la ausencia de información y su propia experiencia cuando no abre el mercadillo -como los pasados dos domingos- les hace sentir en una posición muy frágil.