Cuando ya lo tenía decidido, me dijo que iríamos al Hotel Meliá Hacienda del Conde, en Buenavista, al norte de Tenerife. Tenía muchas ganas de visitar Italia o Francia, pero había oído que ese hotel era una maravilla, así que tampoco me resistí demasiado.
Meliá Hacienda del Conde, en Buenavista (Tenerife) | IMAGEN: Cedida.
Había escuchado comentarios muy buenos sobre aquel hotel de Buenavista. Cuando llegamos allí toda la familia, la verdad que me di cuenta de lo poco que conozco la isla en la que vivo, su diversidad, su paisaje y su clima. La primera palabra que me vino a la mente para describir aquel lugar fue "paraíso".
Desde luego, no parecía Tenerife y estaba lleno de personas procedentes de Canarias, de la Península, pero sobre todo había muchos visitantes de otros países. Al poco tiempo de estar allí empecé a sentir la magia de aquel lugar y supe inmediatamente por qué iba tanta gente.
En primer lugar, la tranquilidad que allí se respiraba fue lo que más me atrapó, un lugar en el que poder leer tranquilamente un libro. Es verdad que se puede leer un libro en cualquier parte, pero pocas veces he tenido la increíble sensación de que mi mente esté tan relajada como para zambullirme por completo en una buena novela y conseguir olvidarlo todo.
Meliá Hacienda del Conde, en Buenavista (Tenerife) | IMAGEN: Cedida.
Todas las mañanas me encantaba ver salir el sol, los colores de la montaña a un lado y el color del mar al otro. La decoración típica canaria del lugar me cautivó y nunca olvidaré esa sensación de estar muy cerca de casa, pero al mismo tiempo de estar muy lejos, donde necesitas perderte para volver a encontrar las fuerzas y seguir con el ritmo de la vida tan ajetreada que llevamos todos.
Nos dio mucha pena cuando llegó nuestro último día de estancia en el hotel, pero fue muy bonito pensar en volver pronto.