Las migrañas, ese tormento que afecta a millones de personas –y que sólo éstas saben lo que se padece–, es un enigma para la ciencia. Aunque se considera una de las enfermedades neurológicas más comunes, su origen específico todavía resulta un misterio para la medicina.
En cuanto a su incidencia, se estima que alrededor del 12% al 15% de la población española sufre de migrañas, siendo Canarias la región con mayor prevalencia, afectando aproximadamente al 18%.
La diferencia entre un dolor de cabeza común y una migraña radica en la intensidad y la naturaleza de los síntomas. Mientras que el dolor de cabeza puede ser leve a moderado y generalizado, la migraña tiende a ser unilateral y de magnitud severa, acompañada de otros síntomas característicos.
Causas indefinidas
La tendencia a sufrir migrañas tiende a ser hereditaria, lo que sugiere que esta enfermedad podría ser poligénica, donde influyen mucho otros factores, como el sexo, los cambios hormonales, el estilo de vida, que hace que el cerebro de las personas migrañosa sea especialmente ‘excitable’ frente a ciertos estímulos.
Un factor que resalta en este complejo rompecabezas es la predisposición genética. Se ha observado que el cerebro de las personas que padecen migrañas presenta diferencias significativas en la percepción del dolor. Este fenómeno está vinculado a cambios en la actividad cerebral y alteraciones en los vasos sanguíneos cerebrales.
“Me gusta remarcar que el cerebro de las personas migrañosas es diferente, percibe el dolor de manera diferente. Realmente esto, desde un punto de vista biológico, se corresponde a cambios en la actividad cerebral y alteración en los vasos sanguíneos en el cerebro”, señala la doctora Alessia Pepe, Neuróloga del Hospital Quirónsalud Tenerife.
Tipos de migraña
El aura es un fenómeno neurológico transitorio que se acompaña a la migraña, usualmente antes del dolor de cabeza. La más frecuente es el aura visual que se caracteriza puntos ciegos en el campo visuales (escotomas), puntos o estrellas brillantes (fosfenos) y/o diseños en línea o zigzag; en otros casos, menos frecuentes, el aura puede ser una dificultad al hablar, o parestesias, como hormigueos en una mano o en un lado de la cara.
“No duran más de 20 ó 30 minutos, revierten completamente y sigue las manifestaciones típicas de la migraña, con cefalea de diferente intensidad, náusea, vómito, molestia a la luz o fotofobia o molestia a los sonidos o sonobia”, especifica la especialista.
La migraña también se puede clasificar en episódica, de alta frecuencia y crónica. Esta última es la más incapacitante puesto que el dolor es presenta más de 15 días al mes.
¿Qué se siente?
“Los desencadenantes de este trastorno neurológico debilitante son diversos y van desde factores hormonales y cambios en el estilo de vida hasta el estrés y los ritmos circadianos. Además, ciertas comorbilidades como la ansiedad y la depresión pueden exacerbar el cuadro clínico”, explica la neuróloga de Quirónsalud Tenerife.
Los síntomas de la migraña son incapacitantes y van más allá del simple dolor de cabeza. Náuseas, vómitos, sensibilidad a la luz, al sonido e incluso a los olores son comunes durante un episodio de migraña. “La fase prodrómica, que precede al dolor de cabeza, y la fase postdromal, que sigue a la crisis, también presentan síntomas que afectan la calidad de vida del paciente”, aclara la doctora Alessia Pepe.
No hay cura… todavía
Aunque no existe una cura definitiva para las migrañas, es posible reducir su frecuencia e intensidad mediante la identificación y evitación de los desencadenantes, el mantenimiento de una buena higiene del sueño, la gestión del estrés y el uso de medicamentos preventivos y sintomáticos.
Los tratamientos sintomáticos o de la crisis aguda son antinflamatorios como ibuprofeno o naproxeno, o tripanes que el paciente tiene que tomar al principio de la crisis para que resulten más efectivos. Existen también medicamentos orales que se llevan utilizando desde hace años: se trata de antidepresivos antiepilépticos, betabloqueantes que sirven para reducir intensidad y frecuencias de la crisis.
En la actualidad, los tratamientos más avanzados incluyen el uso de toxina botulínica y anticuerpos anti-CGRP, así como medicamentos orales llamados gepantes, que muestran prometedores resultados en el alivio de los síntomas y la mejora de la calidad de vida de quienes padecen esta enfermedad.