La contaminación de las aguas canarias sigue siendo un problema acuciante

Aunque nuestras playas siguen teniendo una buena valoración, es importante tomar medidas para proteger un entorno clave en la economía de nuestras islas

Guardar

Oleaje en la costa de Fuerteventura / PIXABAY
Oleaje en la costa de Fuerteventura / PIXABAY

Hace menos de un año, la AECCM presentaba una denuncia que ponía en evidencia la contaminación masiva de las aguas de Canarias procedente de nuestras propias ciudades. Más de 100.000 litros de aguas residuales se vierten a diario en los mares de Canarias, contaminando unas aguas que deberían ser el orgullo de nuestras islas y que conforman además uno de los principales pilares de nuestra economía.

El problema de la contaminación en aguas de Canarias viene de antiguo, y no es la primera vez que se interponen denuncias o se alza la voz de alarma en los medios de comunicación del archipiélago. Los análisis de valoración realizados en nuestras aguas han indicado en numerosas ocasiones niveles alarmantes de contaminación en nuestras islas, que se están viendo agravados en los últimos años debido al incremento del turismo.

Aunque el archipiélago canario es hogar para unos dos millones de personas, por nuestras islas pasan más de 14 millones de turistas anualmente, y esta cifra sigue creciendo año tras año. Por eso nos enfrentamos a una enorme presión en nuestra infraestructura, generando una cantidad de extraordinaria de aguas residuales que, en la mayoría de los casos, terminan en nuestros mares sin apenas tratamiento.

Deficiencias en la infraestructura de tratamiento de aguas residuales

Los últimos datos apuntan a que en Canarias solo se reutilizó el 23,7% de las aguas residuales del archipiélago, mientras que la cantidad restante fue vertida al mar sin apenas tratamiento. Esta es una enorme cantidad de agua que pone en serio riesgo la estabilidad de nuestro ecosistema marino, sobre todo si consideramos que cada vez estamos vertiendo más agua a los océanos sin que apenas exista un control sobre su toxicidad.

Estos vertidos al ecosistema marino están pasando relativamente desapercibidos entre la población, que tiende a movilizarse más en el caso de enfrentarse a construcciones de nuevas urbanizaciones costeras, pero que raramente organiza protestas para exigir un incremento de las medidas de tratamiento de aguas residuales en las islas. Los vertidos causan un gran impacto, pero no son evidentes a simple vista, lo que tiende a generar indiferencia.

Del mismo modo que nos preocupamos por el medio ambiente del archipiélago cuando sentimos amenazada a su belleza paisajística, también sería razonable que adoptáramos las medidas necesarias para protegerlo en instancias donde quizá el paisaje no se vea afectado, pero donde la salud de nuestra naturaleza sigue estando en juego: sobre todo considerando que nuestra economía y nuestro futuro dependen de ello.

Las playas de Canarias siguen teniendo una buena valoración

Por el momento, la contaminación de nuestras aguas no está afectando a la valoración que tienen nuestras playas internacionalmente. Es habitual que tengamos las banderas verdes ondeando en nuestras costas, indicando que es seguro nadar en nuestras playas. En buena medida, esto es gracias a que las corrientes marítimas del Atlántico arrastran la contaminación lejos de la costa, pero eso no significa que nuestras aguas estén limpias.

A medida que aumenta la presión residual en las costas de Canarias, también aumenta la acumulación de elementos tóxicos y bacterias nocivas en nuestro lecho marino. Esto no solo está afectando a nuestro ecosistema, sino que poco a poco va a degradando la calidad de nuestras costas y de las aguas de nuestras playas. Cuando sea más perceptible visualmente, ya será demasiado tarde para resolver el problema.

Un ejemplo lo tenemos en las costas idílicas de Boracay, en Filipinas. El incremento masivo del turismo en esta isla derivó en un aumento de la contaminación que terminó convirtiendo sus aguas en ‘una cloaca’. El gobierno filipino se vio obligado a cerrar el acceso a la isla durante seis meses para detener el flujo de aguas residuales y comenzar unas tareas de limpieza que todavía no han logrado devolver a Boracay a su esplendor original.

La economía del archipiélago depende de nuestra naturaleza

El PIB del archipiélago canario depende en un 35,5% del turismo de forma directa, y a esto hay que añadir todos los empleos que se benefician de manera secundaria de este enorme flujo de dinero. No es recomendable que ninguna región tenga una dependencia tan grande de un único sector industrial, pero la naturaleza única de nuestras islas ha terminado inclinando la balanza de nuestra economía en favor del turismo de masas.

Lo ideal sería que las islas pudieran desarrollar otras industrias alternativas para reducir esta dependencia excesiva del turismo. Sin embargo, y mientras esa diversificación no llegue, es indispensable que cuidemos al máximo del turismo para evitar problemas económicos en el archipiélago. Considerando que este turismo está basado sobre todo en un modelo de ‘sol y playa’, el cuidado de nuestras costas debería ser primordial.

Si bien hay algunas medidas ecológicas que podemos adoptar a nivel individual –por ejemplo, el reciclaje de plásticos–, el tratamiento de las aguas residuales es competencia casi exclusiva de las instancias de gobierno. Hasta el momento, los avances en este ámbito están siendo insuficientes. Y, mientras no haya un mayor debate público sobre la necesidad de optimizar la depuración de nuestras aguas residuales, será difícil percibir una mejora a corto plazo.

--

Contenido patrocinado