Publicidad de Marlboro

Luis Padilla nos cuente este viernes un nuevo episodio de los peores momentos de la historia del CD Tenerife.

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La temporada 81-82 pasa por ser una de las peores del Tenerife en las categorías nacionales. Con José López Gómez en la presidencia y José Iglesias Fernández, 'Joseíto', en el banquillo, el conjunto blanquiazul militaba en el grupo I de la Segunda División B y durante casi toda la segunda vuelta coqueteó con el descenso al grupo canario de Tercera División, donde esperaban conjuntos como Güímar, Realejos, Tenisca, San Andrés, Orotava, Real Unión, Estrella (antecesor del actual Laguna), Unión Tejina o Puerto Cruz. La plantilla no era mala, pero el ambiente era totalmente irrespirable. El entrenador había separado del equipo a tres veteranos como el defensa Manolo, el centrocampista Paco Brito o el portero Álvaro, pero aún contaba con futbolistas de notable nivel, sobre todo para la categoría de bronce. Y por ahí cabe citar al veterano guardameta Domingo Rivero, los defensas Juan Miguel, Mini, Diego o Chelo, los centrocampistas Alberto, David Amaral o Berto y puntas como Chalo o Lolín. Eso sí, el vestuario estaba tan dividido que los futbolistas ni siquiera se pusieron de acuerdo para secundar una huelga convocada por la AFE y se presentaron en Baracaldo con una mezcla de titulares, suplentes y amateurs.

Además, los encierros y plantes se sucedían, las filtraciones –a los periodistas o al presidente, según interesara– eran constantes y, en un nefasto 'totum revolutum', los enfrentamientos entre plantilla, dirigentes, medios de comunicación y aficionados eran el pan nuestro de cada día. A falta de ocho jornadas, tras caer en la visita a Ferrol, el conjunto blanquiazul descendía hasta la decimoquinta plaza, a sólo tres puntos del descenso a Tercera División. Y en medio de este caos, al regreso de la expedición a la Isla, el 30 de marzo de 1982, se desvelaba un nuevo secreto: los jugadores lucían en el chándal que vestían en sus desplazamientos a la Península un espectacular anagrama de Marlboro. Se trataba de publicidad de tabaco, aunque en una época en la que fumar no estaba especialmente perseguido. Así que la polémica no surgió porque unos deportistas promocionaran un hábito poco saludable, sino porque hacían publicidad de una firma muy ligada al presidente López Gómez, importante industrial tabaquero. Obviamente, los futbolistas no percibían cantidad alguna por ejercer de modelos publicitarios… y la prensa denunció que el club tampoco se beneficiaba económicamente de su acción propagandística.

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Formación delk CD Tenerife de la temporada 81/82.

En un tiempo de convulsión sindical en el entorno del fútbol y en el que todo se miraba con lupa, lo que hacían los futbolistas del Tenerife era, como expuso algún jugador, “publicidad por la jeta”. Y además, con amenazas: Pepe López les hizo firmar un documento donde se obligaba a cada componente de la plantilla a “abonar 6.000 pesetas si al acabar la temporada no devolvía el chándal o lo entregaba deteriorado”. ¿Un precio excesivo? Sin duda. Un dato: el autor de estos relatos recuerda haber acudido tres meses después a la final del Mundial 82, un inolvidable Italia-Alemania en el Bernabéu, por el módico precio de 800 pesetas.