La suspensión de las clases en Canarias por la ola de calor que azota a las Islas desde la semana pasada ha generado un buen rebumbio, lo normal en este país cuando la política lo abarca todo. Cualquier acontecimiento, circunstancia, gesta o suceso divide al país en dos. Hay que elegir bando y según con quién se cruce en el camino, en un escenario tan polarizado, estará en el lado bueno o el lado malo de la historia.
La decisión adoptada por el Gobierno de Canarias, a través de Poli Suárez, consejero de Educación, al suspender las clases por el calor no ha quedado al margen de esta guerra de trincheras. Minutos después de anunciar la cancelación, Ángel Víctor Torres criticó los tiempos adoptados por el Ejecutivo autonómico, al que acusó de improvisar y llegar tarde a todo lo importante.
Trabajo político
Ese fango político está muy bien para cubrir minutos de radio y televisión, espacio en los periódicos y avivar la división entre buenos y malos, pero tapa con ruido lo que de verdad importa: ¿qué han hecho o qué van a hacer los políticos con responsabilidad en las administraciones públicas para, con el dinero de los contribuyentes, mejorara las condiciones de los colegios de Canarias para hacer frente a episodios de calor como el que estamos sufriendo?
Así que ante esta realidad y el futuro que nos empieza a atrapar marcado por el cambio climático, lo que hace falta es que los políticos, todos, sin excepción, trabajen y colaboren entre sí, para adecuar los colegios de las Islas y que Canarias no se quede atrás en otra variable de carácter social. Las aulas del Archipiélago necesitan aire acondicionado y sus patios sombras naturales. Todo ejecutado con sentido. Lo demás, el ruido, los reproches y hasta los pins de la Agenda 2030, son anécdotas