La victoria de la selección española en la Eurocopa, que inicialmente unió al país en una celebración de varias semanas, se ha convertido en un nuevo campo de batalla política. La llegada del equipo a Madrid desató una serie de controversias, con figuras políticas intentando capitalizar el triunfo para sus propios fines ideológicos, desde debates sobre racismo y feminismo hasta disputas nacionalistas. Este episodio refleja la capacidad de la clase política española para generar conflicto de cualquier situación, evidenciando su mediocridad y el enfoque en el beneficio propio en lugar de abordar problemas cruciales como el acceso a la vivienda, la seguridad social, la sanidad pública, y la educación. En lugar de aprovechar el espíritu de equipo mostrado por los futbolistas, los políticos prefieren fomentar el populismo, perdiendo así una oportunidad de trabajar juntos por el bien común.