En menos de un mes se celebran unas elecciones en las que todos estamos llamados a votar. El 9 de junio se abrirán las urnas para que los ciudadanos podamos elegir a nuestros representantes en el Parlamento Europeo. El asunto, tal vez por la propia incapacidad de las administraciones comunitarias, parece quedar lejos, como algo ajeno a nuestro día a día, pero estos comicios tienen más importancia de lo que pueda parecer. No olvidemos, por ejemplo, que Bruselas debe dar el visto bueno final a los Presupuestos que cada país miembro aprueba en sus cortes y que la política económica y financiera —con la subida o bajada de los tipos de interés (y todo lo que eso afecta a las hipotecas) o volver a patrones de austeridad— depende del Banco Central. No es poca cosa.
En España, la cita se encara dentro de un marco en el que todo gira alrededor de la figura de Pedro Sánchez. Las elecciones se proyectan como un plebiscito para examinar al presidente: o sale reforzado tras siete meses de legislatura o sacudido por un voto de castigo. Algunos, incluso, vinculan el resultado de las urnas a un posible adelanto de unas generales antes de final de año. El enfoque, de marcado carácter centralista, es demasiado simple. En juego hay mucho más que eso y, sobre todo, a la mayoría de la gente le importa más bien poco qué puede pasar con Pedro Sánchez. Los problemas van por otros caminos.
Los partidos políticos, durante los últimos días, ya han empezado a asomar la patita con discursos que no se salen de sus argumentarios. Unos apuntan a Pedro Sánchez, otros señalan a la derecha anunciando que viene el lobo y algunos han quedado anclados en cuestiones ideológicas. Un consejo, sobre todo a las formaciones de Canarias, escuchen a la gente. El pasado 20 de abril miles de ciudadanos salieron a las calles de las Islas para mostrar su malestar. Algo no funciona cuando en una comunidad autónoma que recibe a 14 millones de turistas al año —40.000 al día— es imposible acceder a una vivienda, tener un sueldo acorde al precio de la vida o donde te puedes morir esperando por una operación o porque te reconozcan el grado de dependencia.