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Política

Teodoro Sosa, el niño que cumplió un sueño: ser alcalde de su pueblo

La muerte de su padre, cuando él tenía dos años, ha marcado su vida | El destino ha querido que él, ingeniero de obras públicas y civil, gobierne en una ciudad superpuesta sobre un poblado indígena | Los viajes, una de sus grandes pasiones

5 minutos

Teodoro Sosa por Farruqo.

Entre Cañada Honda (Gáldar) y Tokio hay 12.452 kilómetros en línea recta. La distancia entre ambos puntos, más que fijar un abismo de oeste a este, sugiere un viaje en el tiempo: del mundo conocido a un extraño universo que, a veces, parece una escena sacada de Blade Runner y otras un fotograma de una película de samurais filmada por Akira Kurosawa. Esa sacudida, que convierte al viajero en un cuerpo diminuto en medio de un callejón de Shinjuku o entre los templos que brotan entre los árboles del bosque sagrado de Nikko, la experimentó Teodoro Sosa Monzón (La Montañeta, Gáldar; 24 de octubre de 1975) hace casi un año, cuando se plantó en el viejo Imperio del Sol Naciente para disfrutar de la luna de miel tras su boda con Alejandro Domínguez.

Esa escapada, además de satisfacer su afición más desarrollada —viajar—, culminó un año triunfal para Teodoro Sosa, que apenas cinco meses antes se había convertido en el alcalde más votado de España —entre los municipios de más de 20.000 habitantes— tras arrasar en las elecciones locales de Gáldar. De las 21 actas de concejales en juego, la lista que encabezó —compuesta por la alianza entre el Bloque Nacionalista Rural (BNR) y Nueva Canarias (NC)— conquistó 19. En su circunscripción, que va desde el Océano Atlántico hasta la Cumbre de Gran Canaria, el 28 de mayo de 2023, votaron 14.417 vecinos y de ese total 11.245 —un 78,84%— depositaron en las urnas la papeleta que llevaba su nombre para entregarle el bastón de mando de la localidad por un quinto mandato consecutivo. Su historia, la pública, la vinculada a la política, es un relato de éxito. Por los méritos contraídos hasta ahora y por los desafíos que vendrán. Pero si se rasca en la superficie, debajo de la capa principal está la semblanza de alguien que, tras una pérdida enorme, se entregó al servicio público.

Un recuerdo

La Marcha Verde, la invasión marroquí del Sáhara, trajo de vuelta a Canarias en 1975 a su familia. Se instalaron en La Montañeta unos meses antes de que el General Salazar —último soldado español en evacuar la colonia— arriara la bandera en Villa Cisneros. Su regreso a Gran Canaria trajo una buena nueva: el nacimiento de Teodoro Sosa que, casi 50 años después de aquel episodio desconocido para muchos españoles, aún tiene como deuda pendiente regresar a El Aaiun con su madre, Dorita Monzón. El propósito de ese desplazamiento es rememorar sus orígenes y rendir tributo a su padre, un albañil que falleció cuando él sólo tenía dos años, un episodio que ha marcado su vida.

El portavoz de Nueva Canarias, Teodoro Sosa / EFE - QUIQUE CURBELO

A veces a Sosa le asalta la memoria. Es una imagen recurrente, que no sabe muy bien de donde brota y le lleva al pasado. Él mismo admite que puede ser un autoengaño, pero el momento le da paz, cierta serenidad. Se ve sentado en las rodillas de un hombre, protegido por sus brazos, en la casa familiar…  Es el único recuerdo que tiene de su padre. Católico por convicción, el alcalde de Gáldar admite que reza por su progenitor del que espera una sola cosa: que esté orgulloso de él, de ese niño que, arropado por su madre y sus tres hermanos, a los pies de un volcán dormido, soñaba con ser albañil —como su padre— cura y alcalde

Carrera universitaria

De las tres aspiraciones profesionales que fijó en su infancia como metas para la edad adulta, Sosa cumplió con una: la de ser alcalde de Gáldar, la que más le repetía a su madre empeñado en ayudar a los demás. Eso ocurrió en 2007. Antes había logrado el título de Ingeniero Técnico de Obras Públicas en la especialidad de Construcciones Civiles por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y se graduó en Ingeniería Civil por la Universidad Católica San Antonio de Murcia, dos distinciones académicas que certificaron la disciplina en los estudios de un niño que se pasaba horas pegado a los libros —mientras su madre tenía que llamar e insistir a sus hermanos para que hicieran las tareas escolares, con Teodoro tenía que perseverar para que saliera a la calle a jugar con otros niños para que le diera el aire—.

Antes de adentrarse en la jungla de la política, fue jefe de obra en tres empresas constructoras —Ginés Navarro, ACS y Probisa— y ejerció como jefe de grupo en Joca. En 2003, después de que el BNR pactara con el Partido Popular para descabalgar a Demetrio Suárez como alcalde de Gáldar tras 16 años ininterrumpidos al frente del ayuntamiento, Sosa logró el acta como concejal y asumió el área de Urbanismo del grupo de gobierno municipal. Desde entonces, 21 años ya, no ha abandonado el consistorio de una ciudad superpuesta —levantada sobre un poblado indígena— que, tal vez por un capricho del destino, se ha entregado a un ingeniero de Obras Públicas y Civil para recuperar el pulso.

Teodoro Sosa comienza su tercer mandato en el municipio de Gáldar / AYUNTAMIENTO DE GÁLDAR

Sosa ejerce como alcalde de Gáldar desde 2007. Desde entonces, en cada una de las elecciones convocadas, ha contado con más apoyo popular que en la anterior. Su primer mandato se levantó sobre 4.607 votos; en 2011 subió hasta los 5.727; cuatro años después alcanzó la mayoría absoluta con 7.223 apoyos; una cifra se quedó pequeña en 2019, cuando sumó 10.292 sufragios; un techo que rompió el año pasado al llegar hasta los 11.245 votantes. Esa evolución, además de certificar el respaldo de los vecinos a su gestión —que según sus propias palabras no tiene otro secreto que entregarse al trabajo y echar más horas que las que tiene el reloj—, significan también un ejemplo de resiliencia. Porque para llegar hasta aquí, primero tuvo que afrontar episodios de homofobia. 

Pintadas

La primera vez que Sosa asumió la condición de candidato a la alcaldía, los muros de las plataneras colindantes a su casa en Cañada Honda aparecían cada día con pintadas hirientes hacia su personas. A él, que nunca se escondió en un armario, los ataques le resbalaron como el agua en la espalda de un pato. Preocupado por la reacción de su madre, mandó a su hermana a hablar con su progenitora. “Yo sé lo que parí” fue la respuesta de Dorita Monzón, una réplica que fortaleció a un político que no se achica ante nada ni frente a nadie, ni siquiera para abrir debates que todo el mundo afronta en la clandestinidad dentro su organización y que él —consciente de su fuerza— convierte en cuestiones capitales, como la necesidad de que Nueva Canarias afronte un proceso de renovación generacional o plantear la vía para la reunificación del nacionalismo del Archipiélago para constituir “un PNV a la canaria”.

Que nadie se confunda. Ahora Teodoro Sosa puede parecer un guerrero de Kurusawa en busca de su destino, katana japonesa en mano, por los bosques de Nikko. Pero el alcalde de Gáldar podría pasar por un discípulo de Yamamoto Tsunetomo. “La verdadera grandeza no se mide por el tamaño de la espada, sino por la calidad del corazón”. Palabra de samurái.