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Política

Paulino Rivero: los tigres aman la pimienta

El presidente del CD Tenerife ocupó casi todos los cargos posibles en la política: alcalde, consejero del Cabildo, diputado en Madrid y presidente de Canarias | Devolver al equipo blanquiazul a Primera División, con más gente de la casa, su siguiente reto

4 minutos

Paulino Rivero por Farruqo.

En la pantalla sólo se intuyen los restos de un naufragio. El movimiento de la cámara, delicado entre tanta destrucción, traza el hilo conductor de una escena que muestra detalles del desastre. La panorámica sirve para calibrar, minuciosamente, el tamaño del desfase: superlativo. Una gallina deambula por una suite de lujo del Caesar’s Palace de Las Vegas; una televisión, con la pantalla machacada, cuelga malamanete de una pared; uno de los sillones aún prende fuego en sus entrañas; una cantidad ingente de botellas de alcohol sobresalen desparramadas por toda la estancia; y una escultura del emperador romano yace quebrada después de ofrecer su último servicio. Mientras Stu —interpretado por Ed Helms— duerme en el suelo sin ser aún consciente de que se ha dejado su incisivo superior derecho en un club de striptease en pleno subidón, las piernas de Jade (Heather Graham), a la carrera, dibujan una huida de la escena del crimen. Su portazo, al salir del apartamento, saca del coma a Alan (Zach Galifianakis), que enfila el camino hacia el baño para evacuar sus riñones. Allí, baja de golpe a la Tierra —tras su viaje sicotrópico— al escuchar el rugido de un tigre encabronado que, unos cuantos fotogramas después, es evacuado a las malas de la habitación tras ser reclamado por su dueño —Mike Tyson— y después de zamparse un entrecot sazonado con cinco reinoles y pimienta, mucha pimienta. “¿Pimienta? ¡No sabes si a los tigres les gusta!”, exclama Stu al ver como condimenta la carne Alan que, sin pestañear, suelta una de sus genialidades: “A los tigres les encanta la pimienta; odian la canela”. 

Lejos del desierto de Nevada, en El Sauzal, en el huerto que crece dentro de sus dominios, Paulino Rivero Baute (Tenerife; 11 de febrero de 1952) siembra —entre otras muchas cosas— plantas del género Piper de las que obtiene pimienta, mucha pimienta, que él mismo se encarga de envasar para consumo propio. Ya sea en las comidas familiares o cuando le toca almorzar fuera de casa, el presidente del Club Deportivo Tenerife tira de las provisiones que brotan de su jardín para sazonar al gusto su plato

36 años en la política

Esa debilidad por esa especia tal vez sea una querencia por las emociones fuertes que quedó ahí, habitando en su subconsciente, tras su etapa como político. Porque durante 36 años —media vida— ocupó cargos en casi todas las administraciones posibles con representación a través de unas elecciones. Rivero fue alcalde de su pueblo durante 28 años —como candidato de UCD, ATI y Coalición Canaria—, consejero del Cabildo de Tenerife —entre 1983 y 1996—, diputado en Madrid por la provincia de Santa Cruz de Tenerife —de 1996 a 2007 (allí presidió la Comisión de Investigación de los atentados del 11M)—, parlamentario regional y presidente de Canarias a lo largo de ocho años (2007-2015).

Paulino Rivero, durante su conferencia en el Casino de Santa Cruz titulada 'CD Tenerife: el afán que nos une'./ AH

Para algunos, para los que nunca les pareció suficiente que un alcalde de pueblo ocupara la presidencia de Canarias, esa prolongada carrera en las administraciones públicas se sostuvo en un amor desmedido por ejercer el poder para mantenerse mucho tiempo en el poder. En caso de ser así, el viaje no estuvo nada mal para un maestro de primaria que se convirtió en candidato a gobernar el ayuntamiento de su municipio un día antes de que se cerraran las listas para las elecciones de 1979 —tras ser reclutado por Carmelo Brito, director de CajaCanarias en El Sauzal, durante una partida de envite—. En su ceremonia de iniciación política, un mitin de UCD, la caravana de su partido salió rumbo al lugar del acto sin él. Al caer en un fin de semana, Paulino Rivero, hombre de costumbres, se fue a visitar a su novia —Ángela Mena, con la que luego se casó y formó una familia (tiene dos hijos de dos nietos) con la que, pese a ser capaz de pisar cinco islas en un solo día, no solía fallar a la cita en la cena—.

Crisis de 2007

Investido presidente de Canarias el 11 de julio de 2007, tres semanas después el sistema financiero saltó por los aires por la crisis provocada en Estados Unidos por las hipotecas subprime —en cuestión de días quiebran entidades financieras y fondos como Blackstone, American Home Mortgage, IKB o National City Home Equity—. La onda expansiva de aquel crack llegó a las Islas y el escenario de pánico económico y austeridad retrotrajo a Rivero a su infancia. Su familia, una de las más pobres de El Sauzal, habitaba una vieja casa de apenas 60 metros cuadrados. Allí, bajo un techo de teja que amenazaba ruina continua —sus padres, en los días de lluvia y viento, lo metían a él y a sus hermanos bajo el dintel, que era ancho y más seguro— se alimentaban a base de potajes recalentados y papas que cultivaban en un terreno de medianías propiedad de José Álvarez —la carne, en el hogar Rivero Baute, sólo aparecía en el menú por las fiestas en honor a San Pedro—.

El presidente del CD Tenerife, Paulino Rivero, durante una rueda de prensa. / EFE.

Por ser el mayor de los hijos, a Rivero le tocó cuidar de sus hermanos y ayudar a su madre en la venta de verduras en el mercado de Santa Cruz —cargaba al hombro la mercancía que bajaban en guagua hasta la capital—. Ese régimen de supervivencia lo mantuvo alejado del colegio. No aprendió a leer y escribir hasta los 13 años. Esa demora en los estudios no le contuvo ni le condicionó: una beca le permitió estudiar Magisterio en la Universidad de La Laguna y aprovechó la mili en Gran Canaria —motivo que le permitió salir por primera vez de Tenerife— para preparar unas oposiciones que aprobó a finales de los años 70.

Armas, Gilmar, CD Tenerife

Como Julio César, sufrió su propio idus de marzo: la mayoría de los secretarios insulares de Coalición Canaria —salvo La Gomera— le retiraron su confianza en 2016 —en favor de Fernando Clavijo— y no repitió como candidato de la formación nacionalista a la presidencia de Canarias en 2017. Tenía 63 años cuando dejó el cargo, pero ese revés no significó el final para Rivero. Desde entonces ha ocupado el cargo de director de Relaciones Institucionales de la Naviera Armas, ha ejercido como consejero mancomunado de Gilmar —inmobiliaria fundada por Jesús Gil Marín—, ha dejado los maratones para volver a las partidas de envite con sus amigos y ha alcanzado —pese a ser un aficionado al Atlético de Madrid— un viejo anhelo: presidir el Club Deportivo Tenerife, equipo al que quiere devolver a Primera División con más gente de la tierra en su once titular. El desafío, a sus 72 años, es enorme. Al final igual tenía razón Alan en Resacón en Las Vegas: a los tigres les encanta la pimienta.