Muere Lorenzo Olarte Cullén, el político que conquistó el centro y fundó Coalición Canaria

Fue presidente del Gobierno de Canarias, vicepresidente del Ejecutivo autonómico, presidente del Cabildo de Gran Canaria, procurador en las Cortes franquistas, diputado nacional y presidente de La Caja de Canarias

Guardar

Lorenzo Olarte Cullén, expresidente del Gobierno de Canarias. / EFE
Lorenzo Olarte Cullén, expresidente del Gobierno de Canarias. / EFE

Julio de 1987. Canarias acaba de celebrar unas elecciones autonómicas. Por primera vez, desde la consolidación de la democracia, las Islas pueden tener un presidente que no pertenezca al PSOE —tras el gobierno provisional de 1983 y la victoria, ese mismo año, de Jerónimo Saavedra en los primeros comicios regionales—. La aritmética desencadenada por las urnas plantea una alternativa para la formación de un ejecutivo de centro-derecha levantado sobre los 32 escaños que suman entre el Centro Democrático y Social (13), las Agrupaciones Independientes de Canarias (11), Alianza Popular (6) y Agrupación Herrerña Independiente (2). 

Las negociaciones, pese a la oportunidad, encallan. La patronal tinerfeña, sin embargo, con fuerza dentro de las AIC, presiona para cerrar un acuerdo con Saavedra. ¿La razón? Consideran más conveniente pactar con el PSOE, inquilino en la Moncloa y con capacidad para desarrollar inversiones en Tenerife. Esa posibilidad, con negociaciones públicas entre ambas formaciones, desata un supuesto malestar entre los votantes de las Agrupaciones Independientes. Algunos, incluso, consiguen el teléfono de la casa de Manuel Hermoso —alcalde de Santa Cruz y líder de la formación nacionalista— para mostrar su enfado.

Llamadas a Hermoso

Van a traicionar a Tenerife”, “yo voté a ATI, no al PSOE” o “me siento engañado” son algunos de los mensajes que Asunción, la mujer de Hermoso, aguanta esos días al otro lado del aparato. Lo que no sabe es que un buen número de esas llamadas se realizan desde Gran Canaria, donde nadie pudo votar a su marido. Todo forma parte de un plan diseñado por Lorenzo Olarte —líder del CSD en la provincia de Las Palmas— para persuadir a las AIC e impedir el pacto con Saavedra. Sea por esa o por otras cuestiones, el plan funciona: Fernando Fernández (CDS) se convierte en presidente de Canarias —el único autonómico en la historia de la formación de centro a lo largo de su historia— y el propio Olarte accede a la vicepresidencia.

Esta anécdota retrata bien a Lorenzo Olarte Cullén, que falleció este viernes, 2 de febrero en Las Palmas de Gran Canaria. “La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”, razonó el filósofo francés Edmond Thiaudière y Olarte, en 91 años de vida, cumplió a rajatabla con ese precepto. Fue abogado durante la dictadura —defendió a Salvador Sagaseta en dos consejos de guerra—, procurador en Cortes durante el franquismo, presidente del Cabildo de Gran Canaria, consejero de Adolfo Suárez en la Moncloa, diputado nacional, presidente de Aviaco —aerolínea pública que fue absorbida por Iberia—, presidente de La Caja de Canarias, parlamentario regional, vicepresidente del Gobierno autonómico, fundador de Coalición Canaria, consejero de Turismo del Ejecutivo y presidente de Canarias —cargo al que accedió después de que su compañero de partido Fernando Fernández perdiera una moción de confianza, movimiento que años después el propio afectado aún califica como una deslealtad—.

Encuentro con Pildain

Pero no vayamos tan rápido. Olarte, que un día, con 11 años, le confesó al obispo Pildain que quería ser cura, era hijo de un republicano al que el régimen franquista sacó de la carrera judicial tras ejercer en diferentes puntos del país. Licenciado en Derecho por la Universidad de Madrid en 1955, su entrada en la política se registró en 1973. Un año después  ya presidía el Cabildo de Gran Canaria —cargo que ocupó hasta julio de 1979— y ejercía como procurador en las Cortes franquistas. Tras la muerte del dictador fundó —junto a Fernando BergasaUnión Canaria, partido que se integró en UCD en 1977. Con las primeras elecciones democráticas en España tras 40 años de fascismo en el poder, se convirtió en uno de los seis consejeros de Adolfo Suárez en La Moncloa —el resto del grupo estaba formado por Federico Mayor Zaragoza, Leopoldo Calvo Sotelo, Salvador Sánchez-Terán, Alfonso Osorio, José Ramón Lasuén—.

Durante la Transición fue señalado como “un godo traidor” por el MPAIC —grupo independentista liderado por Fernando Cubillo desde su exilio en Argelia—. En Madrid, incluso, se tuvo que mover con escoltas al convertirse en un posible objetivo a batir ordenado desde Argel para ser ejecutado por los GRAPO. Olarte y Suárez convirtieron esa amenaza en viento a favor: organizaron una gira del presidente por las islas, donde se celebró un Consejo de Ministros en el que se anunciaron diferentes inversiones estatales en el Archipiélago. La jugada contuvo el incipiente sentimiento independentista que brotaba en la región.

Travesía por el desierto

En 1981, Olarte siguió a Suárez tras su dimisión como presidente del Gobierno y la desintegración de la UCD para incorporarse al Centro Democrático y Social (CDS). Tras las elecciones locales de 1983, comicios en los que la nueva formación obtuvo unos resultados que la condenaron a ser una fuerza intrascendente en el escenario local, insular y regional, el político grancanario inició, como él mismo confesó, “una travesía por el desierto”. Pero no desfalleció. Entendió, mejor que nadie, que alcanzar la tierra prometida en las Islas era conquistar el centro. En las elecciones generales de 1986, el CDS ya aportó desde Canarias tres los 19 escaños que el partido de Adolfo Suárez conquistó en el Congreso de los Diputados.

Un año después, el CDS  logró 13 diputados en el Parlamento de Canarias, cifra que sumada a los 11 de las Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC), los seis de Alianza Popular (AP) y los dos de la Agrupación Herreña Independiente (AHI) convirtió a Fernando Fernández —líder de la lista del CDS en Tenerife— en presidente del Gobierno de Canarias y a Olarte en vicepresidente. Esa fórmula duró apenas unos meses, entre julio de 1987 y enero de 1989. Fueron tiempos convulsos, marcados por intereses municipales y agitados por el pleito insular —contienda ideológica que se hizo carne en la puesta en marcha de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC)—. 

Moción de confianza

En medio de tanto ruido, Fernández se enfrentó a una cuestión de confianza en el Parlamento. Las AIC no apoyaron al presidente, su socio en el Gobierno. Tampoco lo hizo el PSOE pese a llegar a alcanzar un acuerdo que luego tumbó Suárez desde Madrid. Fernández obtuvo el apoyo de 21 diputados, recibió 27 votos en contra y los 11 representantes de las AIC se abstuvieron. En ese escenario, Olarte accedió a la presidencia para lanzarse a un plan superior: repartirse el espectro electoral del centro con Manuel Hermoso —uno se quedaría con el trozo del pastel en la provincia de Las Palmas y el otro el de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro— para, una vez conquistada la centralidad del electorado, prolongar su estancia en el Ejecutivo autonómico.

Por el camino, el 4 de mayo de 1989 —apenas una semana después de su aprobación en la cámara regional—, Olarte firmó la Ley de Reorganización Universitaria de Canarias que alumbraba el nacimiento de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y se enfrentó al Gobierno de España durante el proceso de integración de Canarias en el Comunidad Económica Europea (CEE). Ese pulso, en el que Olarte lanzó aquella proclama “Madrid se va a enterar de lo que vale un peine” por los derechos arancelarios de las Islas, en el que planteó que el Archipiélago se convirtiera en un Estado Libre Asociado como Puerto Rico y que casi acaba con la aplicación del artículo 155 sobre la autonomía canaria, se resolvió con Borrell y Solchaga —ministros de Felipe González— obligados a rebajar sus pretensiones iniciales y negociar el encaje de Canarias en Europa.

Fundación de CC

Entre 1989 y 1991, el CDS y las AIC —Olarte y Hermoso— tejieron poco a poco una alianza que no acabó de concretarse como partido único por desconfianzas mutuas en las siguientes elecciones autonómicas —comicios que volvió a ganar el PSOE—. Durante dos años, las AIC sostuvieron a Saavedra de nuevo como presidente regional, pero en 1993 todo saltó por los aires: las AIC, el CDS, ICAN —formación liderada por José Carlos Mauricio—, Asamblea Majorera y Agrupación Herreña Independiente presentaron una moción de censura que, ademas de convertir a Hermoso en presidente de Canarias, marcó el momento fundacional de Coalición Canaria (CC).

Olarte volvió en 1995 a la vicepresidencia del Gobierno autonómico, ejecutivo en el que también ocupó la consejería de Turismo —donde promocionó las Islas en los Juegos Olímpicos de Atlanta y creó el tren más largo de la historia de España con imágenes del de Archipiélago—. Cuatro años después, según el pacto que había sellado con Hermoso durante el proceso fundacional de CC, él debía ser el candidato del partido nacionalista a la presidencia de Canarias. Esa posibilidad se topó con el rechazo de los dirigentes tinerfeños. Olarte, para no hacer estallar por los aires Coalición, desbloqueó el problema al renunciar para, de inmediato —si el problema era su figura—, proponer a otro candidato de Gran Canaria: Román Rodríguez

CCN

La jugada le salió perfecta. Román fue primero candidato y luego presidente de Canarias, pero algo se rompió entre Olarte y su encaje dentro de Coalición, formación que abandonó para impulsar —con la financiación de los González (Ignacio y Nacho; padre e hijo) otro proyecto: el Centro Canario Nacionalista (CCN), partido con el que disfrutó de su canto del cisne político en 2011 al apoyar a José Miguel Bravo de Laguna (PP) como presidente del Cabildo de Gran Canaria. Esa alianza llevó a Olarte a ocupar la presidencia de Infecar durante dos años. No volvió a ocupar cargo público después. Retirado desde entonces, desde sus cuarteles de invierno siempre lamentó que los expresidentes no cobraran un sueldo vitalicio y que la ULPGC nunca le reconociera públicamente su trabajo. “No me han hecho ni doctor honoris causa. Reparten medallas y no se acuerdan del padre de la universidad”, afirmaba.