Haga la prueba. Tire de memoria. Intente recordar a los profesores que dejaron huella —para bien— a lo largo de su vida. Seguro que, salvo alguna extraña excepción, de todos guarda la sensación de haberse cruzado con una buena persona. Al final, un buen maestro vive siempre en el corazón de sus alumnos y para llegar hasta ahí hace falta algo más que conocimiento teórico. Esa sensación, la de haber tenido la suerte de cruzarse con un buen tipo, es mayoritaria cuando se pregunta por la faceta docente de Manuel Miranda Medina, que antes de ejercer como consejero de Política Territorial, Cohesión Territorial y Aguas del Gobierno de Canarias —cargo que ocupa desde el pasado verano a propuesta de Fernando Clavijo (Coalición Canaria)— fue profesor de inglés en la educación pública.
Su paso por las aulas no fue testimonial. Perteneció al cuerpo docente durante 37 años como profesor de Secundaria en el IES Santo Tomás de Aquino (Puerto del Rosario, Fuerteventura) y por el camino también ejerció como director del Centro de Formación Profesional y de la Escuela Oficial de Idiomas de la capital majorera. Fue en La Laguna, ciudad en la que estudió Filología Inglesa, donde Manuel Miranda descubrió —además de una carrera profesional— el arrebato que desata la política, exploró el nuevo país que se abría ante sus ojos tras 40 años de dictadura franquista e imaginó —junto al resto de su generación— la Canarias que estaba por llegar tras siglos de colonialismo. Aquellos días de formación, tanto académica como personal, el consejero del Gobierno autonómico los guarda como un tesoro.
De profesor de inglés a alcalde de Puerto del Rosario
El salto a la primera línea política no fue inmediato. Tras 11 años como profesor, algo más de una década en la que se ganó el cariño de compañeros y alumnos para acumular paladas de fama com hombre capaz y de consenso, el Partido Popular (PP) lo reclutó para encabezar las listas a las municipales de Puerto del Rosario en 1995. Aquellas elecciones en la capital majorera las ganó el PSOE, pero dos años después —pacto mediante con Coalición Canaria (CC)—, a las primera de cambio, el profesor de inglés se convirtió en alcalde. El salto no le provocó vértigo ni varió la personalidad de un tipo que, desde entonces, sigue apegado a las cosas sencillas de la vida: la familia, su huerta, pescar… Siempre lejos de los peligros de la vanidad o los focos.
Desde 1999 hasta 2003, aún como miembro del PP, ejerció como vicepresidente primero y consejero delegado de Ordenación del Territorio, Medio Ambiente y Aguas en el Cabildo de Fuerteventura y como primer teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Puerto del Rosario. Los años de La Laguna habían quedado muy atrás, pero no las ideas políticas que se incubaron en el hipocampo de Medina: más Canarias, más autogobierno para las Islas, más oportunidades para los habitantes del Archipiélago, más consideración del Estado y la Unión Europea (UE) para los problemas de Fuerteventura, Lanzarote, Gran Canaria, Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro. Con ese proyecto en la cabeza, en 2004 dio el salto natural: se afilió a Coalición Canaria.
Favor a la causa
A lo largo de las dos últimas décadas, Miranda ha recorrido la administración pública con su perfil de buena gente —todo un acto de valentía en un mundo de bajas pasiones— como carta de presentación. Fue consejero de Aguas y Residuos en el Cabildo de Fuerteventura entre 2003 y 2007. En la siguiente legislatura, en la misma corporación insular, ocupó la consejería de Ordenación del Territorio e Infraestructuras —cargo que compaginó con el de portavoz de la formación nacionalista, tarea que se extendió hasta 2015 y que desde ese año hasta 2019 concilió con la de consejero de Hacienda, Promoción Económica e Innovación y responsable del Área de Nuevas Tecnologías—.
Fue en 2015 cuando entró en el grupo de confianza de Fernando Clavijo al ser nombrado director general de la Agencia Canaria de Investigación, Innovación y Sociedad de la Información (ACIISI). Tras cuatro años en el Ejecutivo autonómico, Coalición Canaria le pidió un último favor para la causa: liderar la lista nacionalista al Ayuntamiento de Puerto del Rosario en 2019, una empresa que se antojaba casi suicida —tras la salida de Marcial Morales y los números que deslizaban las encuestas—. Miranda, disciplinado, aceptó el desafío y su organización tomó nota.
Corta jubilación
Los resultados de las urnas convirtieron a la capital majorera en un lugar casi ingobernable. Un pacto entre los cinco concejales del PSOE, los dos de Podemos, los dos de Ciudadanos, los dos de Nueva Canarias-AMF y los dos de Agrupación de Electores de Puerto del Rosario mandaron a Miranda a la oposición durante cuatro años, tiempo en el que no dejó trabajar para que la ciudadanía considerara a CC como la alternativa para las elecciones de 2023 —aunque el candidato nacionalista a alcalde fuera otro—. Para esas fechas, los planes del propio Miranda se proyectaban en latitudes lejanas a la política. Con la jubilación bajo el brazo, sus propósitos eran más mundanos: disfrutar de los suyos, cocinar para ellos o las visitas, esconderse por sus rincones favoritos de la costa de Fuerteventura con caña de pescar o cuidar de sus verduras y sus frutas.
Andaba Miranda feliz en su casa de La Asomada, cerca del parque tecnológico que promovió —uno de los actos políticos que más orgullo le provocan—, siempre pendiente de sus frutales, siempre calculando una escapada para asomarse al Atlántico en busca de buena mar para pescar, siempre camino de ida y vuelta del Mercadona más cercano en busca de ingredientes para hacer de comer a los suyos, cuando Fernando Clavijo le pidió un penúltimo favor: ponerse al frente de la consejería Política Territorial, Cohesión Territorial y Aguas del Gobierno de Canarias. Los desafíos del área, a pesar de los apellidos que luce, son macanudos: la crisis hídrica —a la que toca hacer frente tras años de incumplimiento de compromisos financieros por parte del Estado (con la depuradora de Barraco Seco, el sistema de saneamiento del norte de Lanzarote, el emisario submarino de La Oliva y Gran Tarajal o la estación de Granadilla de Abona) y la ausencia de proyectos del anterior Gobierno autonómico— o el crecimiento demográfico.
Miranda, ante las dificultades, no descarrilará con su perfil de técnico metido a político. Lo mejor de la huerta y el mar, como él ha demostrado durante toda su carrera, siempre será la bonhomía.