El arbotante que custodia al PSOE canario por su flanco izquierdo, ese rebumbio de formaciones que vocea desde hace meses a los cuatro vientos su anhelo de formar una coalición para las próximas elecciones autonómicas, encara una semana clave. La disyuntiva, a estas alturas del partido, es ya elemental: realpolitik o exageración. Y, como era de esperar en el Frente Popular de Judea (¿o era el Frente Judeico Popular?) no habrá un acuerdo de máximos: Podemos y Proyecto Drago –el movimiento que lidera Alberto Rodríguez– irán a las urnas en papeletas separadas.
Razones para explicar esta divergencia hay varias, pero la principal –sin caer en rodeos pueriles– es política: Proyecto Drago tiene la voluntad de construir una alternativa de cambio que supere, según palabras de sus propios dirigentes, el bloqueo del Pacto de las Flores –alianza compuesta por PSOE, Nueva Canarias, Unidas Podemos y Agrupación Socialista Gomera, los cuatro partidos con representación en el Parlamento de Canarias que se mueven lejos de posiciones neoliberales o fuera del núcleo conservador–, mientras que Podemos entiende que la mejor manera de proteger a las personas más desfavorecidas del Archipiélago es ser fuerza de gobierno –pese a que eso conlleve contradicciones–.
Líneas rojas: política y obediencia canaria
Para Proyecto Drago, el trabajo de Podemos en el Gobierno de Canarias –con el peso que dan cuatro diputados regionales en una cámara con 70 representantes y el fuego continuo de la acorazada mediática en contra– es insuficiente. Ni la gestión de la pandemia en los centros sociosanitarios, ni el incremento de las coberturas sociales para las familias en riesgo de exclusión social, ni la administración de la crisis migratoria –con el custodio de los menores–, ni el aumento de las prestaciones reconocidas en dependencia ha sido suficiente.
A partir de ahí, el acuerdo es imposible. En ese contexto, Proyecto Drago mantiene su hoja de ruta: se presenta como una plataforma “de obediencia canaria” –pese a que su líder, Alberto Rodríguez, haya militado en organizaciones estatales como CCOO, Partido Comunista de España, Izquierda Unida o Podemos desde su adolescencia y cuente en su dirección con personas de confianza de Yolanda Díaz– y mantiene contactos con diferentes organizaciones de las Islas como Reunir –donde Emma Colao (ex del Partido Popular) aparece como principal referente–. Y Podemos sostiene su plan de aglutinar al mayor número de partidos de izquierda –Sí Se Puede, Izquierda Unida, Equo o Más Canarias– en una especie de frente común.
Trivialidades
Esta semana, la tercera del año, se descubre en el amanecer de este lunes como clave para entender qué tiene más fuerza de atracción en la izquierda: su poder autodestructivo o su capacidad para alcanzar acuerdos. Si la distancia entre Proyecto Drago y Podemos la marca una línea roja política –y que Alberto Rodríguez jamás cogiera el teléfono para acercar o no posturas–, las diferencias entre Podemos, Sí Se Puede o Más Canarias son más triviales: posiciones de salida en las listas de Lanzarote y Tenerife, marca electoral –algún genio puso sobre la mesa de ir bajo el paraguas de la Confluencia– o recordar quién dispone de dinero o espacios televisivos para la campaña.
A cuatro meses para las elecciones locales, insulares y regionales, el romanticismo de la izquierda anda disparado: miénteme, dime que me quieres.