“Lo que no tienes, no lo necesitas ahora; lo que no conoces, lo puedes sentir de alguna forma; lo que no tienes, no lo necesitas ahora; no lo necesitas ahora; fue un bonito día”. Con esta estrofa, correspondiente a su canción Beautiful Day, U2 cierra la serie de conciertos que desde el 29 de septiembre ofrece en The Sphere de Las Vegas —la estructura esférica más grande del mundo, de más de 100 metros de alto y 150 de ancho, que a su vez contiene la mayor pantalla LED envolvente jamás creada—. No es casualidad que la banda irlandesa haya elegido para cerrar sus recitales un tema que, pese a ser compuesto hace 23 años, recuperó el pulso durante el confinamiento provocado por el Covid-19.
La vigencia de la canción, dos décadas después de su lanzamiento al mercado, está vinculada al cuidado de la salud mental, un asunto que tras el parón provocado por el coronavirus ha dejado de ser un tema tabú. En España, por ejemplo, seis de cada 10 personas se sienten preocupados, temerosos, deprimidos o tristes. Además, cuatro de cada 10 personas (42,1%) han sufrido una depresión a lo largo de su vida, un 47,6%, han experimentado ataques de ansiedad o pánico, y un 36,9% ansiedad prolongada en el tiempo. Ante esa realidad, el Gobierno de Canarias realizó una declaración de intenciones el pasado verano al elegir a la nueva consejera de Sanidad: Esther Monzón Monzón, una licenciada en Psicología —Especialidad Clínica— por la Universidad Pontificia de Comillas.
Apuesta por la salud mental en el SCS
La designación, tras apenas 120 días de trabajo del nuevo Ejecutivo autonómico, no se ha quedado en fuegos de artificio. Sanidad, en este tiempo, ha creado una Dirección General para sacar las competencias de salud mental y adicciones fuera de Salud Pública y Programas Asistenciales. Sólo en 2022, la red de dispositivos de este área del Servicio Canario de la Salud (SCS) atendió en 2022 a un total de 71.571 pacientes y se realizaron 383.619 consultas. Por el camino, desde su nombramiento en julio, se ha apostado por la contratación de psicólogos en Atención Primaria, se ha anunciado la puesta en marcha de unidades de hospitalización a domicilio psiquiátricas y la creación de nuevos equipos de intervención comunitaria para menores con problemas graves de salud mental.
Las personas que han trabajado junto a Esther Monzón le atribuyen más capacidad técnica que política, una característica que imputan como carga genética heredada de su padre, Francisco Monzón Blanco, que durante sus 76 años de vida ejerció como ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, diputado regional, consejero del Cabildo de Gran Canaria y profesor asociado de la Universidad de Las Palmas. En el Parlamento regional, además, defendió una fórmula correctora del desequilibrio en el reparto de los arbitrios insulares y en su profesión dirigió el Trasvasur —proyecto faraónico que pretendía llevar agua desde las presas de la isla a Telde y la capital—, los refugios pesqueros en Gran Canaria, el puerto de Playa Blanca en Lanzarote, la circunvalación y la autovía de acceso a Telde.
Carrera política en el PDP
Su padre, que falleció en 2018, es una persona clave para entender la forma de ser de Esther Monzón —siempre muy orgullosa del pasado y de la trayectoria de su progenitor—. Hijo de un exportador de productos hortofrutícolas canarios a Londres, Francisco Monzón reproduce fielmente el perfil del político de la transición: profesionales que cotizaron en la Seguridad Social antes de asomar la cabeza en la representación pública. Tras trabajar en Unelco y como técnico en la administración pública, en 1982 fue reclutado para formar parte de la Junta de Canarias y un año después fue elegido consejero del Cabildo por el Partido Democrático Popular (PDP), formación política de inspiración democristiana liderada por Óscar Alzaga —y que años después acabó engullida por el Partido Popular (PP)—.
Su adhesión al PDP no fue casual: Konrad Adenauer y Alcide de Gasperi, ambos democristianos y dos de los cuatro padres fundadores de la Unión Europea, fueron los referentes políticos de Francisco Monzón —que en sus últimos años inició los estudios de Teología—. Con esos antecedentes en el hogar, Esther Monzón saltó a la primera línea política en 2015. Lo hizo en Unidos por Gran Canaria de la mano de José Miguel Bravo de Laguna, uno de los referentes del Partido Liberal en los años 80 —que junto al propio PDP acabó integrándose en el PP—. Antes de ser elegida consejera del Cabildo, como lo fue su padre, la actual titular del área de Sanidad del Gobierno canario fue directora-gerente de la empresa Balesa Sociosanitarios, directora del Centro Sociosanitario El Pino y gerente del Instituto de Atención Social y Sociosanitaria del Cabildo de Gran Canaria.
Música y baile (por vía materna)
Fue en 2017, en febrero —semanas después de que Fernando Clavijo destituyera a todos los consejeros del PSOE que formaban parte del Gobierno autonómico desde 2015—, cuando Esther Monzón asumió su primer cargo en la administración regional: fue nombrada directora de Área de Salud de Gran Canaria por José Manuel Baltar, consejero entonces de Sanidad. Su trabajo durante esa etapa —hasta 2019— sirvió como crédito para que Coalición Canaria, con el aval del propio Baltar, la reclutara para ocupar uno de los asientos más calientes del Consejo de Gobierno para enfrentarse a uno de los grandes retos del Ejecutivo: poner en orden un dominio público marcado por las listas de espera —quirúrgicas y por especialidades—.
Para salir triunfante de semejante desafío, las personas que han formado parte del círculo laboral más cercano de Esther Monzón destacan su capacidad para escuchar y trabajar en equipo, su eficacia y su inteligencia para dar un toque humano a todo lo que hace. Esa bonhomía se forjó en el seno de una familia muy unida, en la que tanto ella como sus hermanos —Ana, Susana, Sara y Paco— tuvieron en su madre Ana María Monzón a un referente vital. Diseñadora de jardines y mujer comprometida con proyectos de carácter social, la consejera de Sanidad ha heredado de su progenitora —además de un espíritu joven— la libertad que ha transmitido a sus dos hijos —Pepe y Sara; para ella, Pepillo y Sarita— y su gusto por la música y por el baile.
Es ese amor por las artes uno de los motores que mueven a Esther Monzón, porque, después de todo, sirven para diferenciar lo útil de lo valioso con sencillez, empatía y humildad. Ya se lo cantaba Emma Stone a Ryan Gosling en uno de sus diálogos en La La Land. “Que vengan los rebeldes, las olas hechas por las piedras. Los pintores, los poetas y las obras de teatro”. Al final, el objetivo, siempre será tener un bonito día. Y con música y baile siempre se pasa mejor.