El pasado 6 de junio, día que Coalición Canaria (CC) y el Partido Popular (PP) sellaron su acuerdo para formar Gobierno en las Islas, un simple paseo por el hall y la cafetería del AC Iberia —lugar donde se escenificó el pacto ante los medios de comunicación— era suficiente para constatar una inquietud que agitaba entonces a ambos partidos: el deseo de funcionar, a pesar de ser dos organizaciones políticas distintas, como una sola pieza al mando del Ejecutivo autonómico.
Pesaba todavía en las mochilas de los dos nuevos socios el recuerdo de la Navidad de 2016, con la quiebra final —y sus fuegos de artificio— de la alianza entre CC y PSOE al frente de la administración regional. Aquel episodio, lejano en el tiempo, pero fresco en la memoria de todos, era suficiente para trazar una hoja de ruta muy clara y también para generar algunos desvelos.
Compartimentos estancos
“Tenemos que evitar los compartimentos estancos, no podemos funcionar como un dragón de dos cabezas”, advertía un veterano nacionalista por los pasillos del hotel aquel día. El resto, al escuchar ese razonamiento, sólo era capaz de dibujar un movimiento en el ambiente: el de asentir con la cabeza. En el bando de Coalición, porque no querían repetir una convivencia difícil al frente del Gobierno; en el PP, porque a nadie le apetecía acabar cesado a las primeras de cambio tras varias legislaturas fuera de las áreas de poder.
Tres meses después de aquella escenificación, en la que se presentó el Acuerdo para la mejora de la calidad de vida y modernización de Canarias como estandarte del pacto, CC y PP mostraron este martes una sintonía diamantina en el Parlamento. Fueron de la mano en la defensa de los primeros pasos dados como Gobierno común, se revolvieron con la misma fuerza ante la oposición y funcionaron como un rodillo por el empuje que da una amplia y consolidada mayoría.
Un gesto
CC y PP resolvieron al mismo son todas las cuestiones. El apagón de Endesa en La Gomera, el incendio en Tenerife, la crisis provocada por el desabastecimiento de papas, el número de cargos en el Gobierno. Nadie desentonó en una jornada que arrancó con el desmarque de Vox en la declaración institucional para condenar el golpe de estado que dio Pinochet hace 50 años en Chile.
Entre todas las intervenciones, las horas de debate y las diferentes propuestas que dieron forma este martes al primer pleno ordinario de esta legislatura en la cámara regional, un gesto —que probablemente pasó desapercibido para los despistados que siguieron la jornada del cónclave autonómico— retrató la buena salud del pacto entre Coalición y el PP.
"¿Gobierno caro?"
El detalle llegó después de un enganchón entre Sebastián Franquis (PSOE) y Manuel Domínguez (PP). El primero, en el turno de preguntas, tachó al nuevo Ejecutivo de caro por aumentar el número de consejerías, viceconsejerías, direcciones generales y cargos y exigió disculpas. Resuelto por su primera intervención de la legislatura, el socialista no vio venir la andanada del vicepresidente.
“¿Es más caro este Gobierno”, soltó Domínguez, “o el que pagó cuatro millones de euros a una empresa de venta de automóviles por unas mascarillas que nunca llegaron? ¿Es más caro este Gobierno o el que ocultó los gastos de 22.000 dietas de un director general de Ganadería, Taishet Fuentes, implicado en el caso Mediador? ¿Es más caro este Gobierno o el que dejó una desviación presupuestaria de 500 millones de euros en las cuentas de Sanidad?”.
Cosa de dos
La respuesta del líder del PP provocó —primero— una sonrisa de satisfacción de Clavijo y —luego, tal vez, al verificar que no está solo en el ejercicio de partirse la cara en la defensa del Gobierno que preside— una palmadita del presidente en la espalda de Domínguez.
Fue un instante, un par de movimientos, pero suficiente todo para proyectar una intención: hay dos partidos distintos, pero un solo Gobierno. Y la intención es que dure mucho, como mínimo ocho años.