Algo se mueve dentro del nacionalismo canario y el hipocentro de todo el alboroto —una vez más— está en Gran Canaria, isla en la que desde hace meses se dialoga, se negocia, se prometen lealtades y se rompen otras, se hacen planes y, como no, se conspira en nombre de Canarias. La crisis dentro de Nueva Canarias-Bloque Canarista (NC-BC) es el síntoma de una transformación mucho más grande que la demanda de un simple relevo generacional dentro del propio partido canarista. El asunto va por otros derroteros a pesar del ruido generado por el motín tuitero de esta última semana —Teodoro Sosa, vicepresidente del Cabildo grancanario y alcalde de Gáldar, invitó a dimitir a Román Rodríguez después de conocer los resultados de las elecciones europeas—. El destino final de este viaje es la reunificación del nacionalismo canario y la travesía arrancó hace un año.
El 28 de mayo de 2023 Coalición Canaria (CC) terminó de cruzar el desierto. Fundada —a través de la alianza de partidos de diferentes ideologías— para ejercer el poder, la formación nacionalista se había dejado en las urnas buena parte de su sentido de ser cuatro años antes. De un soplido, en las elecciones autonómicas, insulares y locales de 2019, perdió la presidencia del Gobierno regional —tras 26 años de dominio del cargo—, los cabildos de Lanzarote, Fuerteventura, Tenerife y La Palma y la alcaldía en plazas como Santa Cruz de Tenerife y San Cristóbal de La Laguna. Algunos, incluso, se aventuraron a expedir su certificado de defunción. Burdo error. Coalición, presente en cada municipio del Archipiélago con organizaciones fuertes y leales, siempre vuelve.
Resiliencia
Las urnas, hace un año, certificaron esa capacidad de resiliencia de CC. Recuperó la presidencia del Ejecutivo de Canarias (Fernando Clavijo), fue el partido más votado en Lanzarote, Tenerife, La Palma y El Hierro —en el Meridiano bajo la marca de AHI—, gobierna en los cabildos de cuatro islas —Lola García es la primera presidenta de Fuerteventura— y José Manuel Bermúdez ha afianzado la fuerza del partido nacionalista en Santa Cruz de Tenerife después de recuperar la alcaldía en julio de 2020 tras una moción de censura contra Patricia Hernández. En todo el mapa del Archipiélago, sólo dos territorios insulares resisten —como la aldea gala de Asterix y Obelix— al empuje de CC: La Gomera, donde el poder de Casimiro Curbelo no se discute, y Gran Canaria.
Esa foto fija marca un nuevo punto de partida para Coalición Canaria, que no se detiene con los buenos resultados del año pasado. CC quiere recuperar la condición de fuerza hegemónica en el Archipiélago —con apoyos puntuales, según las circunstancias— de PSOE o Partido Popular (PP). La pretensión es hacerlo desde una posición de centro y posibilista para, desde aquí, volver a tener más fuerza en Madrid con la presencia de dos o tres diputados bajo sus siglas en el Congreso. Y ese plan pasa, irremediablemente, por crecer aún más en Gran Canaria, donde a lo largo de los últimos 20 años Pablo Rodríguez —líder del propio partidos en la isla— se ha tenido que enfrentar a un dragón que custodia buena parte de las esencias nacionalistas en la isla: Nueva Canarias.
Alianza municipal
Desde que Román Rodríguez abandonara, en 2005, Coalición dando un portazo para fundar NC-BC acompañado de figuras como Antonio Morales, Carmelo Ramírez, Pedro Quevedo o Paco Santiago, el partido canarista ha mantenido cautivos a la mayoría de los votantes de corte nacionalista de una isla donde el proyecto de CC quedó vinculado al insularismo ochentero de ATI. En medio de ese escenario, Pablo Rodríguez y su equipo han construido —piedra a piedra, paso a paso, golpe a golpe— una red de resistencia que a lo largo de las dos últimas décadas ha celebrado pequeños triunfos: un ligero aumento de apoyos en las urnas cada vez que la ciudadanía ha sido llamada a votar, alcanzar varias actas de diputados regionales o cooperar en dos ocasiones para desalojar a Nueva Canarias del grupo de gobierno de Telde.
Coalición, sin embargo, quiere más en Gran Canaria. Es el espacio donde tiene el margen más amplio de crecimiento para asegurarse una mayoría de votos en la comunidad autónoma y la posibilidad de ganar más peso en el Congreso de los Diputados —suspiran por tener dos o tres actas—. En ese empeño, la formación nacionalista ha apoyado —de manera soterrada— la creación de un nuevo partido en el que se integren figuras de peso municipal como Onalia Bueno (Mogán), Juan Antonio Peña (Telde) o Teodoro Sosa (Gáldar) —entre los tres, el año pasado, sumaron 26.656 votos; la lista de CC al Cabildo, por ejemplo, arrastró 33.262 en toda la isla—. El objetivo final es que esa organización, a medio plazo, forme parte como marca propia en una federación junto a Coalición Canaria.
Nueva escisión
"La reunificación se hará, pero por el empuje de las bases, no de los mandos orgánicos" repiten en Coalición desde hace años cuando se les pregunta por el posible regreso de Nueva Canarias a la casa común de CC —circunstancia que no se dará mientras la actual dirección siga al frente del partido canarista—. Dentro de ese marco, la caída política de Román Rodríguez se antoja como el objetivo prioritario para el grupo de alcaldes independientes que manda en el norte y el suroeste grancanario. Ni siquiera el anuncio de una especie de tregua, tras la Ejecutiva del pasado viernes, parece suficiente para contener el peligro de escisión en NC.
El nacionalismo canario parece decidido a iniciar una nueva etapa a base de alianzas políticas en las que pesa, por encima de todo lo demás, el número de votos que aporta cada uno. Queda por resolver cómo pretende hacer Canarias: ¿se conformarán con seguir funcionando como un cantón conforme con su REF o darán un paso al frente en busca de más soberanía para las Islas?