A Pedro Quevedo, concejal de Desarrollo Local, Empleo, Solidaridad, Turismo, Movilidad y Ciudad de Mar de Las Palmas de Gran Canaria no le gusta hablar de cifras de llegadas de turistas, sino de calidad. La ciudad capitalina que representa llevará, un año más, su oferta a la Feria Internacional de Turismo (Fitur) con la historia, la cultura, el deporte o la gastronomía como sus mejores armas para destacar por encima del resto.
Aunque también algunas preocupaciones rondan por la cabeza de Quevedo antes de coger el vuelo destino Madrid y ha querido analizarlas en Atlántico Hoy. El problema del alquiler vacacional, la falta de vivienda para los jóvenes y gente vulnerable de la ciudad y el intento de desapegarse de esa política del contar turistas y empezar a trabajar en una ciudad en la que a sus habitantes les vaya bien y, por consecuencia, también a los que la visiten.
[Pregunta] Llega una nueva edición de Fitur, ¿qué puede presentar Las Palmas de Gran Canaria un año más?
[Respuesta] Hace poco menos de ocho años que inauguramos una fórmula para presentar a la ciudad. La idea es que Las Palmas de Gran Canaria, dentro de lo que es Canarias y como capital turística, tiene algo singular y distinto. Somos un destino de turismo urbano y una ciudad preocupada porque le vaya bien a sus habitantes y, de paso y en consecuencia, si le va bien a sus ciudadanos será bueno también para las personas que la visitan.
Por otro lado, nosotros sol y playa tenemos de sobra, pero hay otro valor que hay que añadir, el de ciudad de más de 500 años de historia, con una actividad cultural como no tiene ninguna otra ciudad en España con nuestra población, que pone en valor el deporte…
Tenemos una oferta muy amplia y, con esto, intentamos ‘engatusar’ a dos tipos de públicos: las parejas que van a celebrar algo juntas y las familias. Creemos que estamos en condiciones de atender esos dos niveles. Además, el lema que hemos trabajado es que somos el destino urbano más importante del Atlántico medio y que la política turística no es contar turistas, hay que dejar de pensar en cantidades y empezar a pensar en calidad.
Las Palmas de Gran Canaria está viviendo un segundo ‘boom’ turístico, ¿qué cifras maneja?
En visitantes, en el año 2023 —no tengo el dato cerrado porque me falta diciembre— seguro que hemos superado el dato más alto de todas las series históricas. El más alto fue 2017 con 413.000 y, en el acumulado hasta noviembre del año pasado, vamos por 406.000.
Esto es una cifra que está en los límites y voy a decirlo con precisión. Nuestra población está en torno a 400.000 personas y superar de forma significativa a la población no es buena idea. Estas cifras empiezan a hacernos pensar que podemos tener un problema y podríamos escarmentar en cabeza ajena y saber que lo que le ha pasado a San Sebastián, a Barcelona, a Baleares o a Málaga nos puede pasar también a nosotros. Son datos estupendos, sí, pero esta no es la política turística.
¿Cómo se cambia la política de las cifras por la política de la calidad?
En las ofertas turísticas donde el sol y la playa son los protagonistas, el volumen es la clave. Por eso, en zonas del sur se escucha ‘llegaron tres millones de turistas’, pero es que Las Palmas de Gran Canaria no debe ser analizada como lo hace el sector turístico en Canarias. Esto es un error muy grave porque no entienden que esto es una ciudad que, entre otras muchas actividades tiene, además, una turística que no es la base de nuestra forma de vivir.
El problema en los destinos urbanos llega cuando el turismo empieza a generar más dificultades que facilidades. Por ejemplo, ¿cómo llevan los jóvenes de la ciudad lo de conseguir un alquiler? Nuestra gente joven y nuestra gente más vulnerable están siendo expulsados, literalmente, de la ciudad. Esto hay que tratarlo con delicadeza, no se trata de hacer una campaña en contra de las viviendas vacacionales, pero hay que actuar.
Vivienda vacacional
El Gobierno de Canarias está promoviendo la regulación de la vivienda vacacional y otras zonas de España lo están haciendo también, ¿desde el Ayuntamiento están esperando a la ley autonómica para unirse a ella o ya están estudiando fórmulas?
Yo no tengo nada en contra del alquiler vacacional tal y como estaba regulado en sus primeros tiempos, alguien tenía una vivienda y la dedicaba a eso —de hecho, teóricamente, no podían ser más de tres meses al año—. Todo depende de cómo se enfoque: pensando en el beneficio de algunos, que tienen todo el derecho del mundo, o enfocas pensando en el bien general. Pero, pensar en las personas no está de moda.
¿Qué nos está ocurriendo a nosotros? Que esa práctica de vivienda vacacional no regulada ha perjudicado gravemente a las personas que viven en nuestro municipio. Entonces, tenemos que regular porque sino esto es la ley de la selva. Las herramientas que tenemos para hacer esto es, en primer lugar, la declaración de zonas tensionadas. Si se quiere poner una vivienda vacacional en zonas tensionadas tendremos que ver si cabe o no cabe, de la misma forma que lo hacemos con las farmacias o con los hoteles.
Segunda cuestión, los ayuntamientos no podemos mirar hacia otro lado, tenemos nuestro papel. Las Palmas reguló que para que haya vivienda vacacional tiene que haber una entrada independiente para no convivir lo residencial con lo vacacional. Es dramático que se confunda lo residencial con lo vacacional porque perjudica a los que viven en la ciudad.
La pregunta que surge es que, después de regular, quién vigila, quién inspecciona y quién sanciona. Todos tenemos que tirar con nuestra parte.
¿Existe fobia hacia el turismo?
Los movimientos de odio se han puesto de moda y ya empiezas a ver declaraciones individuales relacionadas con la turismofobia, pero yo creo que eso no responde al sentimiento general. Pero, más pronto o más tarde tendremos un problema si no actuamos porque es normal.
El problema, por ejemplo, no son los nómadas digitales sino que hay viviendas vacacionales por todas partes. Nosotros vamos a seguir apoyando este tipo de turismo porque nos parece que son gente que se integran con nosotros perfectamente, añaden valor, gasto, cuidan los espacios y nos promocionan. El problema es que hay gente que ha construido edificios y los ha dedicado al alquiler vacacional, eso es competencia desleal con el sector regulado y el sector profesional —no solo no se genera vivienda para la población sino que tampoco se genera empleo—.
Estamos preocupados con el tema de la turismofobia, pero sobre todo estamos preocupados con construir una propuesta de turismo urbano sostenible. Eso significa ir detrás de la calidad, de la cultura, de la historia o de la gastronomía.
Hace poco más de un año presentaron un diagnóstico con fortalezas y debilidades de la ciudad, ¿han podido seguir la evolución?
Creo que hemos acertado en el camino porque trabajamos con ese plan de marketing que presentamos y vimos que había debilidades como la limpieza o el escaso nivel de inglés. Pero la ciudad ha aumentado sus fortalezas y ha disminuido sus debilidades porque, durante la pandemia, este fue uno de los espacios que mejor resistió con el mantenimiento de una cierta actividad cuando todo estaba bloqueado. Tenemos un destino fuerte en el que hemos crecido en la profesionalidad, la digitalización, en la promoción de valores emergentes de la ciudad y en la diferenciación con el resto de los sectores.