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Las Palmas

Adiós al cacareo de los gallos en Vegueta: cierra la pajarería de la calle de la Pelota

El Canaricultor, que durante los últimos 38 años ha vendido aves, tortugas y alimentos, cierra un mes antes de que entre en vigor la Ley de Bienestar Animal

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La Pajarería El Canaricultor, sin gallos en la puerta, cerrada este lunes. / AH

Primer lunes de septiembre. Acaba de amanecer. La ciudad empieza a desperezarse tras el ferragosto. Algunos vuelven al trabajo, otros preparan un regreso inminente, los demás se buscan la vida. Los coches empiezan a subir el volumen del tráfico. Las Palmas de Gran Canaria dibuja un día cualquiera en su rutina. Todo está en orden, salvo por pequeños detalles: en Vegueta no se escucha el cacareo de los gallos de la Pajarería El Canaricultor, tienda enblemática del casco antiguo que acaba de cerrar —"permanentemente", como avisa un cartel colgado en su puerta— tras casi 40 años de servicio en el número 23 de la calle de la Pelota.

Abierta en 1985, la tienda ha despachado pollos, gallos, gallinas, canarios —de primera y segunda generación—, periquitos, agapornis, conejos y hasta tortugas. También ha dispensado piensos para todo tipo de animales y alimentos como las mezclas para loros. Y en tiempos de vida cosmopolita ha sido el lugar en el que muchos niños han visto su primer animal de campo. El cese de la actividad del negocio llega apenas un mes antes de la entrada en vigor de la Ley de Bienestar Animal.

Cartel que avisa del cierre permanente de la pajarería. / AH

Prohibición

El texto, aprobado por el Gobierno de España a finales de marzo y que entrará en vigor el 29 de septiembre, añade al listado de especies no permitidas a conejos, serpientes, arañas, iguanas, camaleones, geckos, tortugas, ratones, hámsteres, cobayas, chinchillas, periquitos, cotorras, agapornis y otras aves originarias de otros países —animales, muchos de ellos, que se despechaban habitualmente en El Canaricultor.

Fue Manuel Suárez Jaime quien abrió la Pajarería en hace 38 años. Lo hizo empujado por su amor a los animales tras años de cría de aves en su azotea —sus canarios de la raza Gibber (o Giboso), que llegó a vender por 5.000 pesetas cada uno (30 euros), han sido referentes en la ciudad—, donde había espacio para cabras, perros, conejos y palomas, y después de cerrar unas cuantas ventas particulares en su propia vivienda. Fue entonces cuando se hizo con el local de la calle de la Pelota, que había sido una bolera, para seguir con la actividad.

A la derecha, Manuel Suárez Jaime, fundador de la Pajarería El Canaricultor. A la derecha, fachada del negocio. / AH

En las últimas décadas fue su hijo Carmelo el que estuvo al frente de un establecimiento que, con su adiós, deja atrás una época: ya no quedan comercios en una calle que a principios del siglo pasado era el bulevar de las compras para los habitantes de la ciudad y las gentes procedentes de otros puntos de la isla. Los sábados, día de cobro semanal, sus locales se llenaban de clientes en busca de los mejores productos. Ahora, en la Pelota, sólo quedan restaurantes y terrazas. Los tiempos cambian.