La puerta de la casa donde murieron Anna y Olivia muestra flores, las que ya nunca olerán, y peluches, que nunca abrazarán. Y de resto, ya lo han leído o visto todo en estos días de horror. Y lo que queda. Yo no pienso contribuir a un circo informativo sobre cómo ocurrió, del sufrimiento de su madre o a pontificar sobre sesudos comportamientos psicológicos sobre la enajenación mental. De eso ya se han “jartado” estos días.Fui periodista de sucesos años de mi vida y acabé aburrido de sangre y crimen. Y además me quedó bastante claro que el horror de la mente humana no tiene límites. Yo, como muchos de ustedes, me aferraba todos los días a un final feliz. Al ya marchito: “vuelve Tomás...”. Era la vitamina que nos inyectábamos a diario para seguir creyendo.Cuando nace un hijo o hija, su tendencia natural, apenas con segundos de vida, además de llorar ante lo desconocido, es apoyarse en el pecho de mami, agarrar el dedito de papi, y apretarlo. Ahí...ahí comienzas a conocer el amor de hijo. Una historia para toda la vida. Salvo que aparezca un Tomas Gimeno o un José Bretón de por medio, claro. Entonces muerte y miseria entran por la puerta y amor sale por la ventana.Uno mataría por un hijo. Puede ser mejor o peor, estudiar más o menos, hacerte daño, incluso hundirte la vida, pero seguirías arrastrándote o incluso matarías por ellos, pero nunca los matarías. Es algo que va contra la existencia del ser humano. Así que no me vengan ahora con gilipolleces de enajenación mental o desequilibrios psicológicos.Estos catedráticos de la alevosía y doctores en premeditación y muerte, no incluyeron en sus tesis, que un día un dedito les agarró y que sus hijos e hijas, se acurrucaron con ellos a dormir por el miedo a la oscuridad. Para rematar el circo, políticos de izquierda y derecha, han utilizado esta tragedia para tirarse basura a la cabeza. Y mañana vuelve a salir el sol, pero dos niñas, ya no vivirán para verlo, ni para crecer, ni para enamorarse, ni tener hijos. Anna, Olivia, espérennos, arriba nos vemos. Un besito al cielo.