Agoney Melián, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Tenerife.

Opinión

Los tontos se acabaron

Presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Canarias

Guardar

Cansado de perder

Cada mañana, me levanto con la intención de ganar, de luchar por aquello que creo justo y necesario. Sin embargo, he llegado a un punto donde me he dado cuenta de que, en muchas de estas batallas, lo único que he hecho ha sido perder. Pero no perder en el sentido de una derrota noble, sino perder mi tiempo, mi energía, mi fe en la generosidad mal entendida. Y es que, en mi afán por ayudar, por compartir mis éxitos y lecciones con los demás, he terminado sintiéndome traicionado. No por la vida, sino por aquellos que han tomado sin dar nada a cambio.

Los listillos de la vida

Este año ha sido un maestro cruel. He aprendido que no todos aquellos que se acercan lo hacen con la intención de compartir el viaje. Algunos solo están aquí para sacar lo que pueden, para aprovecharse de la generosidad de los demás sin aportar nada en retorno. He compartido mis éxitos, frutos de errores costosos y lecciones duramente aprendidas, esperando que otros valoraran lo que les estaba entregando. Pero en lugar de gratitud, he encontrado egoísmo, indiferencia, y una falta total de reciprocidad. Estas personas se han convertido en maestros del aprovechamiento, expertos en sacar sin nunca devolver.

Lecciones de los sofistas

Me viene a la mente una lección de mis días en clase de filosofía: los sofistas. Esos maestros de la retórica que decían lo que fuese necesario para ganar un argumento, sin importarles la verdad. Hoy, veo a muchos sofistas en la vida real. Personas que ajustan su discurso según lo que más les conviene, sin ningún compromiso con la verdad ni con sus propias palabras. Son expertos en vender ilusiones, en hablar de grandes planes y proyectos, pero cuando llega el momento de actuar, desaparecen en la niebla de sus propias mentiras. La vida, sin embargo, no se construye sobre palabras vacías. Necesitamos hechos, necesitamos compromiso real.

Estafadores de la buena voluntad

Es aquí donde la traición se vuelve personal, y es lo que más duele. He dado mi tiempo, mi esfuerzo, y sí, mi dinero, a personas que pensé que lo merecían. Personas que me vendieron la idea de que compartíamos una visión, un objetivo común. Pero lo que he encontrado son estafadores, personas que han traficado con mi buena voluntad y han aprovechado cada resquicio de mi generosidad. No se trata solo de una pérdida material, sino de una traición emocional. Han traicionado mi confianza de una manera que es difícil de perdonar. Lo que más me enfurece es que no se dan cuenta del daño que han hecho, porque están demasiado ocupados recogiendo los frutos de su engaño.

Compromiso o nada

Estoy en un punto de mi vida donde el compromiso no es negociable. No estoy dispuesto a seguir siendo el que lo da todo mientras los demás se benefician sin dar nada a cambio. Las relaciones, sean personales o profesionales, son un intercambio, un contrato tácito de respeto y reciprocidad. Y si ese contrato no se cumple, entonces no hay relación que valga. Estoy buscando rodearme de personas que entiendan esto, que estén dispuestas a construir algo conmigo, a preocuparse por cómo me siento, a valorarme por lo que soy y no solo por lo que puedo ofrecer.

Lecciones de aprendizaje para los guerreros de la vida.

Para aquellos que, como yo, se han sentido estafados, traicionados o simplemente agotados por dar y no recibir, aquí van algunas lecciones que he aprendido a base de golpes:

1. Establece límites claros: No tengas miedo de decir “no” cuando sientas que te están utilizando. Tu tiempo y energía son valiosos, y debes protegerlos.

2. Exige reciprocidad: Las relaciones sanas se basan en un equilibrio entre dar y recibir. Si siempre eres tú quien da, algo está mal.

3. No te conformes con palabras: Las promesas no cumplidas son peores que las mentiras. Valora a las personas por sus acciones, no por lo que dicen.

4. Rodéate de personas comprometidas: El compromiso es la base de cualquier relación sólida. Si alguien no está dispuesto a comprometerse, es mejor que se aparte de tu camino.

5. Aprende a soltar: No tengas miedo de dejar ir a quienes no aportan nada positivo a tu vida. Es mejor estar solo que mal acompañado.

6. Cultiva el amor propio: No permitas que la traición de los demás te haga dudar de tu valía. Tu valor no depende de la aprobación de los demás.

7. Hazte escuchar: No guardes el enfado dentro. Habla, exprésate, y deja claro lo que esperas de los demás. No te calles nunca.

Los tontos se acabaron.

Imagínate un jardín en el que has invertido tu alma, cada gota de sudor, cada ahorro de tu vida, cada sueño. Lo cuidas con esmero, con la esperanza de que quienes pasen por él sientan la misma satisfacción que tú al verlo florecer. Pero, en lugar de aprecio, te das cuenta de que algunos lo pisotean, arrancan sus flores sin pedir permiso, y se van sin siquiera mirar atrás. Y ahí te quedas, contemplando los daños, preguntándote en qué momento dejaste de ser el jardinero para convertirte en el que limpia los destrozos de otros.

Esa imagen es lo que mi vida ha sido para algunos. Me he cansado de ser el jardinero de las esperanzas ajenas mientras los demás se llevan las flores sin siquiera preguntar. He comprendido que, en esta vida, hay que saber poner límites. No más excusas, no más falsas promesas. Quien quiera un lugar en mi jardín, deberá estar dispuesto a plantar, a regar, a cuidar. Quien no lo haga, se encontrará con una puerta cerrada.

El amor propio no es egoísmo; es la barrera que me protege de los que solo vienen a quitar sin dar nada a cambio. Y he decidido, con la fuerza que da el hartazgo, que ya no hay espacio en mi vida para los que no se comprometen, para los que no valoran lo que ofrezco. Si algo he aprendido, es que mi tiempo es tan valioso como el jardín que he cultivado, y ya no estoy dispuesto a dejarlo en manos de los que no lo merecen.

Así que lo digo con toda la claridad y firmeza que me caracteriza: los tontos se acabaron.

Archivado en: