Esto no va de gastronomía. Creo que ni siquiera de arte o esto que se pretende denominar o enmarcar como disciplina artística: una banana o plátano –que el matiz poco importa en este caso-, eso sí, pegado a la pared con un cacho de cinta americana. Sin más.
Ya sabía yo de este delirio de las expresiones plásticas del ser humano aunque en el almuerzo -y es que ni siquiera había llegado al postre- me topé con la información de los informativos, sin anestesia. El complicadísimo montaje artístico alcanzó una cifra récord en una subasta celebrada en la sede de la casa de subastas Sotheby's de Nueva York.
¿Precio? 6,2 millones de dólares, comisiones incluidas. El precio de salida de la pieza ya era de un millón pero entró en acción el
empresario chino Justin Sun, coleccionista y fundador de la plataforma de criptomonedas Tron. Engullí imágenes de cierto cachondeillo –supongo que no era para menos- pero para cuando la intermediaria, china, había cerrado el trato, ya la cosa pasaba de ¿en serio? (léase con acento palmero, que me encanta) a desvarío sin paliativos de la humanidad, y si es que no tenemos ya abundantes y aberrantes ejemplos de ello.
Un luminoso día –se puede intuir-, el artista italiano Maurizio Cattelan -no voy a ser yo quien le quite su mérito en lo que hace- se levantó de buen humor (larali-laralá); tomó un capuccino, se colocó su más estiloso sombrero y fue al supermercado a por una banana (no demasiado verde aunque de ningún modo madura). Posiblemente paró en su camino por la ferretería. Cavilando, cavilando. “Cinta americana, eso es, que esto lo ensamblo yo en un pis-pas”, debió reventarse la sesera.
Después, cuando volvió a casa, se estrujó la intelectualidad –para propiciar al resto de la humanidad miles de reflexiones y búsquedas del por qué- y también con el título de la obra. Después de molerse y mucho el celebro, y de tomarse otro capuccino bien cargado, esta vez sin azúcar, bautizó al platanazo encintado con otro zarpazo convincente: Comedian.
Escuché a una comisaria de galerías de arte, en el informativo, que había "un más allá –desde luego que sí- en ese minimalismo concreto de inocente apariencia”. Servía al parecer el simpático platanito como prospección a nuestro sentido del humor, en el núcleo del éxtasis y máximo alarde del análisis conceptual (y blablá y bablablá). O algo así.
Pero frótense los ojos. Hay truco: 6,2 millones de ‘trompos’ para… tener que cambiar cada semana de plátano.
¿Seguro? Seguro, tal cual. Normas de uso del autor para quien lo quiera disfrutar (¿?). Al final la citada galerista no iba desencaminada. Sentido del humor, lo que se dice sentido del humor tiene la cosa cuando, para colmo, no queda muy claro qué pasa con el cacho de cinta americana una vez que desprendemos ‘el esqueleto negro’ y maloliente de la banana en el muro.
¿Pega ya aquello como es debido? ¿Se hará tirabuzoncillo la cinta retirada y habrá que recurrir a otro cacho? Si hemos utilizado el resto de cinta americana para otros menesteres, ¿valdrá otro rollo? ¿Cambia la cosa con otro color de cinta? Si es así, ¿se desvaloriza así la obra?
Como comprueban, muy sesudos interrogantes ya que superan el uso de un Lamborghini, pero que el supermillonario chino fijo que ya tiene resueltas. Veamos. Analizando estos contratiempos, yo, digo yo claro, bajaría el listón de la puja a 500.000 dólares del ala.
También si el plátano costaba 35 céntimos en un principio, la cinta ¿dos? No lo sé. ¿2,50? El plátano hay que relevarlo cada semana, sí o sí: 52 semanas por 35 céntimos: 18,2 dólares… ¿al año?
La genialidad del autor, más el capuccino de aquella mañana, más la pared que utilizó para pegar el plátano (y el desenfado con el que lo hizo, claro)… Hacemos cálculos y yo bajaría de los 500 mil aludidos a 90.000 por aquello del glamour (bla bla bla blablá), el mercado, las fluctuaciones (blablá bla). Pensándolo mejor, doy por el platanazo encintado, entre pitos y flautas, 50.000, pero todavía la morterada me parece indignante y como me estoy mosqueando con el cachondeo de fondo lo rebajo a 29.999 dólares, que ya le vale.
Entrecomillo el post del gurú chino de las criptomonedas que ahora es el dueño del plátano y la cinta (supongo que ni siquiera de la pared). “Soy Justin Sun y me emociona compartir que he adquirido con éxito la obra icónica de Maurizio Cattelan, Comedian, por 6,2 millones de dólares. Esto no es solo una obra de arte, representa un fenómeno cultural que une los mundos del arte, los memes y la comunidad de criptomonedas”.
Por la explicación que, no sé, no me llega a convencer del todo, paso de golpe a mil dólares que, además, me acabo de acordar que tengo otros gastos, incluida la factura de la luz. Y es que si me pongo yo también tengo excelente humor.
“Además, en los próximos días, me comeré el plátano como parte de esta experiencia artística única, honrando su lugar tanto en la historia del arte como en la cultura popular. ¡Estén atentos!”, asevera el buen hombre con un sano ánimo y sensiblemente superior al del autor y la galerista juntos. 120 dólares, ni uno más doy por este prodigio ‘platanil’.
Acabo de venir del supermercado: compra (con no muchos artículos) y casi 200 euros. No he comprado plátano –ni siquiera el nuestro, el de pintas, que sin duda revalorizaría la obra-. Me he tomado un yogur natural y he decidió invertir –si pudiera hacerlo- 50 dólares. 18,03 $ mejor pensado, ahora que he vuelto a releer el artículo para la pertinente corrección (a veces veo plátanos pegados, que diría el niño de la peli El Sexto Sentido).
En el telediario de la noche han vuelto a reeditar la noticia y he enmarcado la expresión de terror de la intermediaria en la subasta. He reabierto el pc para anunciar ya mi decisión irrevocable: doy cuatro perritas de peseta, de las de antes, por Comedian y hasta me puedo pensar invitar a un barraquito al autor y a Justin Sun, que me cae simpático este hombre. Ya hablaremos de finanzas, él y yo, pero en serio.