A principios del S. XV los conquistadores normandos arribaron a la costa del Rubicón, al sur de Lanzarote. Simultáneamente Jean de Bethencourt partió a la conquista de Fuerteventura mientras que dejaba a Gadifer de La Salle el cometido de explorar la isla de Lanzarote. La conquista se inició desde el pedregal que conformaba el sur hasta el inmenso arenal del noroeste, un lugar al que llamaron Sable (arena en francés) y que con el tiempo derivó en el término Llanura del Jable.
En medio de ese arenal, quizá uno de los parajes más áridos e inhóspitos de la isla situado entre los Riscos de Famara y la llanura que 330 años más tarde se convertiría en Timanfaya, se fundó un asentamiento que se supone recibió su nombre de un término del portugués antiguo que significaba Solo.
Sóo fue entre los S. XVI y XVII un conjunto de casas diseminadas al abrigo del batiente, sobre las laderas de la Caldera Trasera, el último y mayor de una serie de cráteres que se alinean hacia el norte y habitado por esclavos musulmanes capturados en Africa, que vivían alejados de las zonas de cultivo más ricas al sur, años más tarde sepultadas por los volcanes.
El desierto arenoso en el que se encontraba Sóo, se había originado durante millones de años por la influencia de vientos del noreste, que desviados por los Riscos de Famara, conformaron un paraje repleto de dunas móviles provenientes de la costa.
No obstante, los habitantes de la zona supieron sacar partido a aquella arena, pues era un perfecto retardante de la evaporación, y al igual que la ceniza volcánica que hoy se usa más al sur, fue aprovechado para desarrollar la técnica del cultivo en enarenado.
Se crearon algibes que almacenaban agua recogida en la Mareta de Sóo, un ingenioso método que consistía en ahondar el terreno para forrarlo de mampostería, hacerlo menos permeable y poder así recoger agua de lluvia, un procedimiento de recogida muy habitual en el resto de la isla. De hecho hay quienes piensan que las maretas se originaron en Lanzarote y Fuerteventura y se expandieron luego por el resto del archipiélago. Eso sí, no está muy claro que se trate de un invento aborígen.
La Mareta de Sóo era comunal, y de su mantenimiento se encargaban todos sus habitantes, aunque los algibes principales de la población estaban situados en el fondo de la Caldera.
Hoy Sóo tiene unos 600 habitantes, pertenece al municipio de Teguise y su actividad sigue siendo eminentemente agrícola, con cultivos de secano, en su mayoría de cebollas, sandías y calabazas y también es un espacio ideal en el que los ornitólogos se emplean en la observación y estudio de aves desérticas.
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