Agoney Melián, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Tenerife.

Opinión

Sigue respirando

Presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Canarias

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Cada mañana al despertarme, me doy los buenos días en voz alta. También saludo a mi casa y le agradezco que me cuide y me que de ese cobijo que tanto necesitamos. 

A priori, puede parecer que estoy fatal de la cabeza, y seguro que algo de eso tengo, pero mi objetivo con este sencillo gesto es, predisponer a mi cerebro para que me haga tener una visión optimista del día que me va a tocar vivir. Busco manejar, de manera consciente, mis rutas neuronales para no dejar que sea el pensamiento aleatorio el que defina como será mi día. 

El haber trabajado y seguir trabajando mi desarrollo personal, me permite entender cómo funciona mi cabeza y, lo más interesante, como gestionar o transitar determinados momentos del día o de los días. Digo transitar porque, controlar las emociones es, no solo imposible, sino que también es insano. 

Discutiendo en la ducha

Les voy a contar un secreto, a veces me enfado y me pongo a discutir, de manera ficticia, en la ducha. Creo que es algo que hacemos todos, mantener charlas acaloradas con algún cliente, compañero de trabajo, o incluso con nuestras parejas cuando estas personas no están presentes. Dime que te ha pasado, por favor. 

Cómo ya sabes si me sigues, cuando escribo para este medio, mi objetivo es ayudarte a entender lo que te pasa y, sobre todo, a aportarte un poco de calidad de vida; por eso quiero darte un dato muy curioso que te hará entender por qué, tras esta discusión o conversación unilateral, te sientes fatal. El cerebro no es capaz de distinguir entre realidad y ficción. 

¿Qué quiere decir esto? Que las mismas reacciones fisiológicas que tienes cuando algo te pasa en la realidad, ocurren en tu cuerpo cuando lo imaginas. Si estás imaginando fuertemente que un león te come, tu cerebro cree que en realidad eso está pasando y por ello sientes lo mismo, un estado de angustia y alarma incontrolable. 

Lo he dicho en muchas ocasiones, la verdad de cada uno de nosotros está condicionada por nuestras historias de vida. Por lo tanto, sería correcto decir que nuestra realidad es una percepción filtrada por nuestros juicios de valores. 

Cuando estás manteniendo una discusión o te enfadas porque te ha molestado algo, quiero que sepas que estás anclando en tu cerebro una idea y esta idea, sea real o ficticia, la percibirás como una verdad absoluta. 

Pensamiento, relato y emoción

La importancia de tener una buena higiene emocional es vital porque define lo que piensas. Cuando abundan en tu cabeza los pensamientos negativos, y teniendo en cuenta el hecho de que tu cerebro no es capaz de filtrar realidad o ficción, ese pensamiento se convierte en una historia grandilocuente, con un gran sentido (para ti) y, por consiguiente, en el relato que te cuentas y te crees. 

Las personas que se dicen todo el rato, “todo me pasa a mí”, o “no tengo suerte” son personas que en sus pensamientos han interpretado determinadas situaciones con un filtro negativo, y esto les va a llevar a sentirse mal.

Cuidado con esto que te digo porque puede suceder con acciones más normales y rutinarias del día a día. Pueden ser cuestiones como “tengo desamasado trabajo” o “no tengo tiempo para entrenar”. Cuando nos repetimos estas frases, incluso, cuando no sean del todo ciertas, les vas a dar sentido con argumentos que, seguro que en tu relato serán de peso. Si te suena esto que te cuento, lo que te recomiendo, si me lo permites, es que hagas un análisis más exhaustivo de tu realidad y determines si esta es tal cual te has contado, o lo has magnificado a través de tu relato. 

Recuerda hablarte bonito, no pensar en todo el rato en el conflicto que has tenido con alguien porque, el pensamiento crea relato (historia que te cuentas) y el relato crea una emoción. Cuantas angustias nos podríamos ahorrar si fuésemos capaces de mejorar nuestros pensamientos. 

Cuidado con los intrusos y los enfados con los yogures

Siempre que hablo de mi modelo de empresa de formación digo que, la formación tradicional está hecha para un mundo que ya no existe. Reflexionado con los clientes, analizo el motivo por el cual, cuando le dices a alguien que tiene que hacer un curso, su cara es un poema. 

Esto pasa porque en su subconsciente, automáticamente y sin necesidad de tener que hacer nada, ha aparecido alguna experiencia pasada de algún curso realizado. Han imaginado una chapa aburrida y sin contenido concreto que aplicar y, en un mini instante se han dicho a sí mismos … ¿Por qué a mí Señor? 

El análisis involuntario de información que nos cuentan o que pasan en nuestro alrededor, se llaman pensamientos intrusos y son altamente peligrosos. 

No sabes por qué aparecen ni que lo ha desencadenado, pero te generan emociones y es por ello por lo que te recomiendo que trabajes en esto de manera efectiva. 

Para ponerte un ejemplo personal, te quiero contar la historia de mis yogures. Siempre cuento que soy una persona muy trabajada a nivel emocional, pero esto no quita que yo también tenga una historia de vida y unas realidades. 

Había días que me enfadaba de manera absolutamente desmesurada sin motivo aparente. Sentía ataques de ira y esto me llevó a buscar, de manera minuciosa, cuál era el pensamiento intruso que me hacía sentir esto. Así que empecé a tomar conciencia de todas las cuestiones que hacía en mi día a día, desde por la mañana hasta por la noche y… eureka, no me lo podía creer, pero que los yogures no estuviesen colocados de la manera que yo consideraba que iban en la nevera, me hacía sentir enfado.          

En primera instancia me dije: “hoy debo tener un mal día” pero no, me di cuenta de que cada vez que pasaba esto, mi ira no era acorde con el hecho. 

Resulta que los yogures no tenían importancia, era mi creencia de que las cosas tenían que ser de una manera para que estuviesen bien, lo que me estaba afectando. Desde muy pequeño siempre fui muy trabajador y minucioso, pensaba que solo eso me daría el éxito y esto desarrolló en mi un sentimiento de intransigencia que me volvía un ser horrible.       

Gracias al trabajo con profesionales, he podido ir identificando las cosas que me robaban (roban) la paz mental y por eso quiero compartirlas contigo. 

Si hay días que no te sientes bien, piensa si es tu relato o algún pensamiento intruso que te hace mal. No tengas miedo a encontrar esto porque, aunque te parezca una chorrada, el objetivo no es otro que mejorar tu calidad de vida. Si descubres algo que te parezca ridículo, recuerda que yo me enfadaba con unos yogures y me cuesta cero reconocerlo. No hay nada que sea ridículo si tu salud mental está en la ecuación. 

Eclesiastés 3

Cómo muchos de ustedes saben, el año pasado conocí al Papa Francisco. Lo hice en una audiencia privada con mis compañeros y compañeras de jóvenes empresarios, una gran experiencia de vida. 

Cómo saben también, por desgracia, no soy creyente. Y digo por desgracia porque creo que solo tenga una ficha de vida, sin embargo, es justo eso lo que me ha llevado a tener una consciencia absoluta de la importancia de tener una vida plena y saludable. 

Cuando empecé a escribir este artículo, me sentía muy agobiado, demasiado. Me faltaba el aire porque ando en mil fregaos y algunos no estaban saliendo como yo quería. De ahí que decidiera compartir algunas cuestiones básicas sobre el pensamiento con ustedes, con mi tribu. 

Es curioso, porque mientras me surgía el agobio por no poder llegar a todo, me venía a la cabeza un versículo de la biblia que me dijeron en mi época de la adolescencia y que hoy he decido compartir. 

Todo tiene su tiempo

Eclesiastés 3: Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;  tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;  tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;  tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz. ¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana?

A veces nos agobiamos por cuestiones mundanas que nos hacen estar tristes, enfurecidos y desconcertados. Seguro que a lo largo de mis letras has pensado en algunas de tus situaciones diarias que te han hecho tener un día un poquito peor y quiero decirte, que no pasa nada, esos días también están bien. 
Es muy fácil tener la teoría, yo la tengo y, aun así, a veces es inevitable sentirse mal. 
No hay muchas cosas que te puedan ayudar cuando esto pasa, pero hay una que me funciona y que te recomiendo, cuando este te ocurra, piensa que todo tiene su tiempo y … sigue respirando. 
 

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