José Carlos Cabrera.

Opinión

Si la medalla olímpica es la respuesta, ¿cuál es la pregunta?

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Soy capaz de predecir con certeza al menos uno de los resultados de cada uno de los Juegos Olímpicos que llevo disfrutados.

No me preguntes quién será el oro olimpico en vela, en voleibol, ni siquiera en baloncesto (ya hemos visto que el predominio norteamericano es cada vez más frágil). Sin embargo, sé que, detrás la finalización de los Juegos, tendremos muchas opiniones sobre el número de medallas obtenidas. 

Es el momento ideal para revisar el rendimiento de nuestro modelo deportivo canario. Y en ese análisis, nos enriquecen las opiniones, internas y externas, a nuestro ecosistema deportivo. Pero, centrar ese debate, requiere una precisión tan certera y escasamente apasionada como las de un tirador olímpico: ¿qué estamos midiendo con una medalla? O más bien, ¿qué estamos midiendo con la no obtención de una medalla?

¿Sería diferente el deporte canario con una medalla olímpica en 2024? ¿Sería mejor el deporte canario con alguna medalla, como pasó en otros Juegos anteriores? ¿O son solo destellos dorados que no reflejan absolutamente nada de la realidad de nuestro deporte?

Lo primero es reconocer que, como fenómeno social, el deporte resulta extremadamente polifacético. Hay un deporte que se realiza (la práctica deportiva) y un deporte que se ve (el espectáculo deportivo). Cada una de esas divisiones, se encuentra ramificada de forma exponencial (deporte de alto nivel, deporte recreativo, deporte en edad escolar, deporte no olímpico, deporte adaptado, deporte profesional, deporte femenino, deporte no federado, deporte autóctono y tradicional, etc.).

Mi impresión es que la mayor parte del deporte canario no se mide bien mediante medallas olímpicas, sino con otras magnitudes (y la evolución de esas magnitudes) más fieles a la realidad: número de practicantes o de espectadores, resultados en campeonatos nacionales o internacionales en las categorías de base, ayudas publicas y privadas dedicadas al deporte, instalaciones deportivas, porcentaje de deportistas canarios en los equipos profesionales, etc

Capacidad de mejora

Hasta el índice de obesidad infantil o la mejora del buen gobierno federativo son resultados socialmente muy relevantes. 

Tampoco resulta muy válido, a efectos de análisis del sistema deportivo canario, comparar medallas olímpicas, ya que los deportes de equipo disputan menos medallas que las modalidades individuales, las actividades de práctica masiva son diferentes a los deportes minoritarios, hay deportistas formados en Canarias y nacidos en Canarias que se han formado deportivamente en otros territorios, etc.. Aunque el valor deportivo del oro olímpico sea el mismo, a efectos de análisis, ¿comparamos la medalla del fútbol masculino con la del triple salto?

Finalmente, hay otra cuestión que me parece relevante: ¿tenemos capacidad real para mejorar, desde Canarias, el rendimiento olímpico? Seguro que sí, pero el deporte de alto nivel es una competencia estatal que exige aplicar mucho dinero en muy pocos deportistas. Muy pocos de los medallistas canarios de anteriores competiciones olímpicas desarrollaban su carrera deportiva en nuestras Islas porque los requerimientos de su modalidad los habían llevado hacia equipos, clubes o centros de tecnificación muy alejados de este Archipiélago: traer a Santi Aldama a jugar a Canarias no es una opción viable. Por cierto, no debemos olvidar en este esfuerzo olímpico a los técnicos, árbitros o jueces, porque son piezas imprescindibles y valiosas de este puzzle.

Este comentario no quiere desalentar, sino impulsar el debate sobre el modelo deportivo canario, porque las opiniones diversas siempre enriquecen. Pero debemos centrarlos en relaciones de causalidad efectiva: nuestro sistema deportivo mejoraría si hacemos “esto” (ponga usted la definición de “esto”).

Pero primero tenemos que saber qué es exactamente lo que queremos: ¿más medallas olímpicas? ¿Más licencias? ¿Más  espectadores? Como se dice ahora, el dato mata el relato. Dicho en canario, el “cuánto” es más importante que el “cuento”.