Ya usamos el 100% de nuestro cerebro todos los días. Incluso cuando dormimos, el cerebro sigue trabajando.
¿Podemos mejorar la actividad mental?
¡Enhorabuena! Ya esas usando e 100% de tu capacidad cerebral. Usamos todo, o casi todo, nuestro cerebro todos los días. Con lo caro que cuesta energéticamente, sería inabordable que se usara solo un 10% del cerebro, como a veces se ha comentado. Por consiguiente, la bella Lucy (en la película de Luc Besson editada en 2014) que muestra a una mujer con súper poderes mentales inimaginables no tiene una adaptación real a la fisiología que podamos tener cada uno de nosotros. Aun así, la película es divertida y entretenida para nuestro cerebro.
La idea de que usáramos el 100% de nuestro cerebro no fue siempre dogma. Es verdad que algunos estudios del siglo pasado sugerían que pudiera haber algunas partes del cerebro “silenciosas”, pero el avance en la investigación Neurocientífica descartó esa idea. Esa “parte silenciosa” del cerebro ubicada en la corteza cerebral no es nada silenciosa, sino que es en realidad una zona muy activa que desempeña un papel importante en la integración de percepciones sensoriales, de los emociones y del pensamiento. Por tanto, recordemos que cada región del cerebro cumple con una función específica, y todas ellas regiones “trabajan”.
Un aspecto distinto es que algunas personas le saquen mayor rendimiento que otras a su capacidad cerebral porque sus neuronas están “mejor conectadas”, optimizan mejor su actividad. Cuando se consigue visualizar la actividad del cerebro con técnicas de laboratorio sofisticadas se observa que está prácticamente visible al completo, lo que indica que todas las zonas del cerebro trabajan y efectúan funciones, incluso cuando estamos durmiendo.
Ello no quiere decir que no se pueda mejorar la capacidad cerebral, como por ejemplo cultivando la creatividad o ejercitando las funciones cognitivas.
En mi blog www.raquelarin.net publiqué durante la pandemia por la COVID-19 una treintena de vídeos sobre formas diversas de fomentar la actividad cerebral de maneras variadas. Éstas van desde la práctica de juegos malabares o las artes escénicas hasta ser altruista y agradecido.
El peso del cerebro no determina la inteligencia.
El cerebro pesa aproximadamente 1,5 kg en el hombre adulto y un poco menos (aproximadamente 1,3 kg) en la mujer. Que el cerebro femenino sea algo más ligero no quiere decir que la mujer tenga menos “capacidad cerebral”.
La inteligencia no tiene que ver con el tamaño del cerebro (¿sería entonces un elefante con un cerebro de 5 kilos más inteligente que el ser humano con un cerebro de 1,5 kilos?). En la capacidad cognitiva de cada uno influyen no solo aspectos genéticos (del padre y de la madre) durante el desarrollo del sistema nervioso, sino la alimentación, el medio ambiente en el que el infante se desarrolla, los estímulos que reciba, el aprendizaje, la situación del seno familiar, etc. (es decir, las componentes epigenéticas).
En el caso del ser humano, la proporción del peso del cerebro respecto al total del cuerpo es muy similar entre hombres y mujeres. Comparado con el cerebro de una ballena o de un elefante, el peso del cerebro humano es aproximadamente tres veces más ligero, pero cuando lo comparamos con el peso total del cuerpo, resulta que el cerebro humano es muy pesado. Representa aproximadamente 2% del total del peso total de una persona, lo que significa que es más voluminoso en proporción que el resto de los seres vivos. Seguramente, en algún momento de nuestra evolución optamos por un cuerpo menos musculoso o graso para conseguir un cerebro más grande y de mayor capacidad.
Durante mucho tiempo se pensó que el peso influenciaba en la inteligencia, y se hablaba de la superioridad intelectual masculina. Así, Gustave Le Bon, sociólogo francés del siglo XIX, afirmaba que “En las razas más inteligentes, como entre los parisienses, existe un gran número de mujeres cuyos cerebros son de un tamaño más próximo al de los gorilas que al de los cerebros más desarrollados de los varones. Todos los psicólogos que han estudiado la inteligencia de las mujeres (…) reconocen que ellas representan las formas más inferiores de la evolución humana (…)”. Estos comentarios tan contundentes en otro tiempo nos hacen sonreír hoy en día por su toque humorístico. Como comenta el Neurocientífico español Javier de Felipe: “Las diferencias en la inteligencia de las personas no está ligada al tamaño del cerebro sino más probablemente al patrón de conexiones entre sus neuronas. Ese patrón depende de la herencia genética, pero también son muy importantes las experiencias de cada individuo”.
Tenemos tendencia a pensar que una persona súper dotada va a tener más cabeza y un cerebro más grande. Sin embargo, no parece ser el caso. La inteligencia más brillante se basaría en circuitos más eficaces. “Mejor en lugar de más”.
Como comenta Richard Haier, neurocientífico dedicado a la Neurociencia de la Inteligencia, la respuesta es paradójica: las personas más inteligentes usan menos su actividad cerebral, y usan menos recursos cerebrales que el resto de las personas. Es decir, gastan menos energía a la hora de efectuar tareas, pero son más eficientes. Así que, tampoco el tener más capacidad cerebral nos asegura ser más inteligentes.
Eficacia frente a esfuerzo mental
Algunos estudios previos habían concluido que la inteligencia estaba asociada a un mayor tamaño del cerebro por la mayor cantidad de materia gris. Sin embargo, una investigación más detallada publicada en Nature en la estructura del sistema nervioso ha llegado a la conclusión de que la mayor cantidad de materia gris no es por tener más neuronas. Más bien, los cerebros de inteligencias superiores tendrían en realidad una conexión más eficiente entre las neuronas.
En una investigación para indagar sobre este aspecto participaron 260 personas que tenían que responder a la mayor velocidad una serie de preguntas razonadas. Al mismo tiempo, se analizaban los cerebros de las personas y sus conexiones entre las neuronas.
Los investigadores observaron que los que tenían mejores puntuaciones en los test eran aquellos que tenían menos ramificaciones entre las neuronas. Es decir, que la manera más rápida para resolver los problemas se debía a que se conseguía el camino más corto, pero más eficaz.
Esta conclusión tiene sentido si pensamos que el cerebro sale carísimo energéticamente hablando. Las neuronas son ávidas de oxígeno y glucosa. En proporción consumen al menos 10 veces más oxígeno y 60 veces más de glucosa de lo que les correspondería en el reparto con el resto del cuerpo. Por consiguiente, la mayor eficiencia energética debería ser aquella que consigue una respuesta rápida y brillante usando la menor cantidad de actividad neuronal para reducir el gasto metabólico.
En este sentido, otras investigaciones apuntan que los cerebros de personas más inteligentes se esfuerzan menos y tienen una actividad metabólica más baja. En definitiva, las neuronas más inteligentes buscarían la conexión que reduzca los esfuerzos. Como explica el investigador neurólogo Erhan Genç, uno de los autores del trabajo científico: “Los cerebros más inteligentes tienen una red más delgada pero más eficiente de neuronas”.
¿La inteligencia se hereda?
El concepto de “inteligencia” es un concepto amplio en el que influyen muchos factores que no tienen que ver únicamente con la información de los cromosomas de tus progenitores. Sin embargo, en el caso de la inteligencia existen escasos trabajos científicos en bases de datos al respecto.
Es evidente que la carga genética de las personas determina muchos aspectos relativos a la herencia, incluyendo el desarrollo del cerebro.
¿Se hereda también la inteligencia de los padres?
Algunas referencias en psicología y mente comentan que la descendencia tendrá una mejor disposición genética en futuras generaciones de acuerdo con el cuidado maternal en los primeros años de vida. También, que la herencia del padre influye en el éxito reproductivo de la descendencia y su adaptación al medio ambiente.
Sin embargo, la herencia de la inteligencia no está demostrada, y cuanto más se avanza en los estudios, más se alejan los resultados de esas afirmaciones categóricas.
Nuestro cerebro es cambiante, flexible, adaptativo y genuino. No hay dos cerebros iguales, ni siquiera un cerebro igual en la misma persona a lo largo de su vida.
Leer este artículo no te hará desarrollar la inteligencia, pero sí te hará reflexionar sobre otros aspectos de la vida en los que este principio de ahorro neuronal puede aplicarse como
FB: cerebrometro
Twitter: @raquelmarineuro
Instagram: #rmarincruzado
Youtube: Raquel Marín Cruzado