En la tarde y noche de ayer se agolparon unos pocos miles de personas frente a las sedes socialistas de varias ciudades de España, siendo la más sonada la que reunió a menos de 4.000 almas en la calle Ferraz de Madrid. También fue la que más material humorístico generó, tras la utilización de gases lacrimógenos por parte de la Policía. Los memes resultantes están muy bien para pasar un buen rato en redes sociales, pero de ahí a hacer categoría y usar a cuatro fascistas como representantes de la oposición a la posibilidad de conceder la amnistía en la negociación de investidura, va un trecho bastante grande, en el que, a riesgo de resultar exagerado, me temo que nos jugamos parte de nuestra democracia.
Durante el día de hoy he leído a diferentes representantes del progresismo político y mediático recurrir a la manida frase apócrifa de Leonard Cohen que dice que “a veces uno sabe de qué lado estar simplemente viendo quiénes están del otro lado”. Pues bien, este razonamiento es el sucidio de la ciudadanía crítica y un cheque en blanco a los líderes de nuestro bando. Da igual lo que hagan, si encuentran la oposición de aquellos a los que odio, bien hecho estará.
Hay muchos relatos posibles para aceptar la amnistía para tener un gobierno. La primera y más obvia es que nos hemos dotado de un sistema parlamentario en el que hay que articular mayorías y toca elegir qué políticas de las que quieren los otros y tú no querías hacer (o incluso prometiste no hacer) puedes encajar con más dignidad, asumiendo el desgaste que esto conlleva. La estrategia de Pedro Sánchez ha sido vender esta cesión como una suerte de epifanía con la que solucionar el problema de Cataluña de una vez por todas. ¿Alguien cree que haría esta apasionada defensa de la medida si no necesitara los votos de ERC y Junts? No creo que esta liquidez de las posiciones políticas sea una buena dieta para una democracia robusta.
Que no se me malinterprete, creo que la ultraderecha de corte golpista que vandaliza las sedes del PSOE -como ha pasado en Canarias-, que se manifiesta con banderas franquistas y que grita eso de “con los moros no tenéis cojones” son un problema social y político de primer nivel. Y ya no solo están en las calles, sino que han entrado en las instituciones y son un peligro para infinidad de conquistas sociales. Ahora bien, no deberían ser el comodín con el que manchar cualquier discrepancia o incluso disidencia interna. Los que hoy mantienen lo que el PSOE decía hasta hace poco sobre la amnistía no pueden pasar a ser tapados por la caricatura del cayetano que lloraba ayer “por putodefender España”.