José María Cabrera

Opinión

Pinzón azul de Gran Canaria

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Al igual que el Pinzón Azul de Tenerife, se trata de una subespecie derivada de los primeros pinzones llegados desde África, su nombre científico es Fringilla Polatzeki y actualmente se halla en peligro crítico principalmente por la amenaza de incendios en su hábitat, como el de 2007 en Inagua, que arrasó 18.000 Hectáreas y lo dejó al borde de la extinción. Hay que hacer constar que gracias al apoyo institucional, la tasa de incremento de la población había sido constante en Inagua desde 1994 hasta antes del incendio, pero tras éste, su población disminuyó significativamente.

pinzon azul g canaria

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Sin embargo, a partir de 2008 hasta 2016, su población volvió a crecer, llegándose a contabilizar hasta 16 aves por km2, lo que indica que se trata de una especie habituada a reponerse de las catástrofes, si bien, no es probable que siga expandiéndose ni recuperándose de manera significativa hasta niveles anteriores a las últimas catástrofes, debido a la cada vez mayor frecuencia de grandes incendios en Gran Canaria, de hecho se encuentra incluida entre las especies de la Lista Roja Mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ( UICN).

En Tenerife, sin embargo, el peligro de extinción es relativamente bajo, ya que la especie Fringilla Teydea se haya presente en todos los pinares de la isla y de norte a sur.

La situación del Pinzón de Gran Canaria ha llevado a colectivos e instituciones a buscar otros lugares de la isla a los que llevar poblaciones con el fin de crear otras reservas y evitar que acabe desapareciendo, aunque no es tarea fácil, pues los expertos han analizado las condiciones orográficas, climáticas y naturales que estas criaturas voladoras necesitan para establecerse de manera efectiva y han concluido que el hábitat ideal debe contener pinares con árboles de más de 15 o 20 metros de altura, no extremadamente gruesos, que tengan veinticinco o cincuenta por ciento de cobertura arbórea, estén situados a más de 1.100 metros de altura y en los que llueva un promedio de 13 a 24 litros por cada m2 de terreno en temporadas de la mitad del año. Por tanto no es suficiente con que aumente la población de pinos en la isla, además su expansión debe venir acompañada de otras características más delicadas, en las que la mano de las instituciones poco puede hacer.

El lugar ideal donde se considera que puedan darse estas características es el Pinar de Tamadaba y se supone que el Pinzul (como algunos lo denominan) estuvo presente allí en otros tiempos, pero se trata de otro espacio también igualmente afectado por los últimos incendios.


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