La realidad demográfica que estamos viviendo, sobre todo en el mal llamado mundo desarrollado, es en nuestro país, sin temor a equivocarme, “dramática”.
¿Por qué utilizamos estos términos tan radicales? Pues porque España es el país de la Europa Comunitaria (EU) con la natalidad más baja, siendo negativa (hay más fallecidos que nacimientos al año) y además con una esperanza de vida más alta. Este binomio hay que corregirlo, porque aunque las expectativa de vida (86 años en la mujer y 83,3 en el hombre) es un gran logro social importante, tendría que ir aparejado de un índice de natalidad por lo menos subiendo 3 puntos porcentuales, como mínimo, para poder mantener el estado de bienestar que nos hemos dado y, por qué no decirlo, que es una historia de éxito permanente de todos los españoles.
Hoy por hoy los errores demográficos tardan más de 10 años en corregirse si se toman las medidas adecuadas. Solo se puede subsanar ahora con migración legal. Necesitamos más de 4 millones de ciudadanos para mantener nuestro estado de bienestar en estos próximos años. (Dictadura de la demografía)
Entrando en materia, el cambio demográfico que estamos viviendo hará que, si seguimos así, en 10 años más pasaremos a que exista un 30 % de la población que será mayor de 65 años. Tendremos que forzar de forma razonable y con evidencia científica una sociedad con un gran pacto intergeneracional que se verá reflejado, entre otras cosas, en organizaciones intergeneracionales para conseguir un desarrollo armónico, justo y efectivo de la sociedad donde la exclusión social sea una anécdota minoritaria o nula, que aumentará si no se consigue este pacto.
Es importante además, dejar claro que hoy ya la edad es relativa como factor de medida, y en salud lo más importante es el Índice de Fragilidad, donde la edad es un ítem entre 7, queriendo decir, que se puede tener 80 años y un índice de fragilidad muy bajo y tener 40 años y que este sea muy alto (esto ya lo aplicamos en salud y concretamente en cirugía de forma precisa).
Todo esto tiene repercusiones sociales, sanitarias y económicas muy contundentes y que precisa una planificación clara.
La prolongación de la edad y la esperanza de vida también ha venido acompañada, como es lógico, con un retraso de problemas de salud grave, cronicidad de ciertas patologías que antes eran mortales.
También económicamente se ha producido un aumento de poder adquisitivo en personas de edad avanzada que ha contribuido a cambiar el estilo de vida y que antes no era posible.
Como dice, y dice muy bien, Raúl Vaca, Coordinador Técnico de la Fundación Edad y Vida, en la revista “Profesión”, en un certero artículo con el cual coincidimos. El tema educativo, el nivel de la persona de edad avanzada (mayores) o que envejece tiene un nivel de exigencia muy grande donde exigimos que sus opiniones se respeten y ser protagonistas de sus vidas.
Un país que “JUBILA TALENTOS” no tiene futuro, por lo tanto es imprescindible, que, manteniendo el principio del derecho a una jubilación digna, no puede ir unida a una obligación de jubilarse y que la demografía actual y la expectativa de vida implicará obligatoriamente cambiar el funcionamiento de la sociedad y que abarcará a todos los niveles.
Como dice el objetivo de desarrollo sostenible número 8 de la ONU, “promover el crecimiento económico sostenible, inclusivo, el pleno empleo productivo y trabajo decente para todos”.
Es una evidencia científica que la prolongación laboral de las personas se tendrá que realizar pues “todos las edades del hombre son protegibles por igual” y la realidad social es así. En los últimos 30 años en nuestro país hemos ganado 15 años a la vida. Luego, este logro social importante tiene que reflejarse en la práctica.
Cuando en una empresa como hospitales, universidades, etc, conviven a la vez varias generaciones diferentes y, además, todas son necesarias: veteranos, generación z, milenial… hay que buscar un pacto intergeneracional que se debe realizar en toda la sociedad, administraciones, organizaciones y sociedades científicas.
Esto no se puede dejar a un lado porque sería irresponsable y, además de muy frustrante, no nos lo podemos permitir pues es preciso que se convierta en una fuente de oportunidades.
Sumar y no restar y aprovechar las distintas fortalezas de cada generación de forma sensata y evidente.
Insisto, es necesario tomar medidas ya y buscar un “Pacto Intergeneracional” efectivo que repercuta positivamente en una sociedad que es cambiante y pujante. Basta ya.
Antonio Alarcó Hernández
Catedrático de Cirugía.
Director de la Cátedra de Telemedicina, Robótica y Telecirugía.
Senador.