No lo sé y claro que cada uno-a lo ve a su manera pero personalmente estimo que vivimos un ciclo convulso. La Humanidad, en sentido amplio y en apariencia, se desenvuelve en estos tiempos aciagos como pato sin cabeza.
En tiempos en los que existen más analistas que nunca entre canales de radio y tv generalistas y locales, y cuando más desmenuzada tenemos la reinterpretación de los hechos y noticias, menos noción tenemos ante el caudal de posiciones (posicionamientos), todas encaminadas hacia el supuesto progreso y transformación de la sociedad, tal cual.
Reinterpretaciones multiusos respecto al “piquito” de Rubiales, la ley de amnistía,… lamentables situaciones a la vista de los ciudadanos-as de a pie a los que arrinconan sus convicciones suficientemente claras. Sufrimos colectivamente los reveses de una revisión mediática que, hasta la extenuación, nos hace derivar hacia “estas otras perspectivas de los casos”. Colapsos.
Por ejemplo, la reinterpretación del puchero canario hace unos años por parte del prestigioso chef Ferrán Adriá, durante una clase magistral con alumnado de cocina, cabe dentro del proceso creativo. A unos les puede convencer más o menos la redefinición –en este caso de un plato tradicional emblemático- y a otras en absoluto, pero lo cierto es que finalmente el citado puchero nunca va a abandonar el fundamento de la elaboración clásica.
Me refiero a un baluarte gastronómico como también puedo hacerlo con esos fundamentos morales, éticos y que sustentan todos los valores humanos y sociales que parecen desmoronarse al paso de insaciables análisis “periodísticos” en programas rutilantes y de ‘la nueva temporada’ con los que nos seducen cada mes de septiembre a modo de cantos de sirenas.
No quiero ceñirme específicamente a las temáticas de actualidad mencionadas al principio, que son botones de muestra, pero sí me parece que cuando a pompa y boato se menciona la “amnistía”, las respuestas vienen en avalancha: discreción, respeto a la Constitución, diálogo,… O que Jenni Hermoso tuvo que reaccionar dando un empujón al energúmeno que le estaba sujetando la cabeza. ¿Reinterpretación? En mi opinión, mi opinión, no se puede andar con tanto paño caliente para intentar convencer –deslizar- a la ciudadanía que todo vale en aras al progreso (¿y qué progreso es ese?).
De verdad que no vio media Humanidad, cuando España se proclamó Campeona del Mundo de Fútbol Femenino, que Jenni Hermoso, en el instante en cuestión, estaba a disgusto por algunos visibles gestos corporales. O que medalla que colocaba el alto representante a cada jugadora llevaba implícitas felicitaciones inapropiadas para la ocasión que se estaba viviendo.
Estos días son de galas para presentar las grandes novedades de ‘las nuevas temporadas’ en las cadenas. Escuchaba a los ejecutivos de una de ellas jactándose de la proximidad al público y a la familia, a la calidad de los contenidos, cuando la verdad es que la bazofia (general) en la propuesta televisiva o de radio es de “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”.
Tiempos convulsos, a los que me refería, en los que a los ciudadanos-as de a pie aparentemente nos toman por atontados, y con “nuevas temporadas” continuadas en las que parecen narcotizarnos con todos esos enfoques (miles de explicaciones) con los que terminan por confundirnos.
Este artículo (vamos a decir que de la ‘la nueva temporada’) no pretende, ni mucho menos, ni profundizar, ni analizar ni nada parecido. Se trata de una sensación perenne de que determinados aspectos que son firmes e incuestionables queden como tales y no a merced de un oleaje que trastoca al milímetro aquello a lo que de verdad debemos aferrarnos: los valores de siempre.
Del puchero canario sabemos que, en sus fundamentos culinarios, quedará indemne y a salvo ante la presión de cualquier enfoque conceptual; del otro ‘puchero’, el de la ‘nueva temporada’, el de hacernos reformular todo con el bombardeo de excesivo y tozudo razonamiento, podemos esperarnos cualquier cosa.