Los cruces de caminos tienen su encanto. Para los celtas era un punto de encuentro entre el mundo de los vivos y el de los muertos. El mestizaje entre los pueblos —no se vayan a creer que el asunto es reciente por la globalización—, además de reducir la endogamia a un problema entre familias reales europeas, derivó en creencias similares a esa en el resto del planeta y durante épocas diferentes. Las encrucijadas, por lo que sea, forjan leyendas.
En Luisiana, donde brota la raíz criolla de Estados Unidos —es lo que tiene el venerable ejercicio de la promiscuidad de todos contra todos durante siglos—, aún hay gente convencida de que Robert Johnson se convirtió en la primera deidad del blues tras un pacto con el diablo —que le convirtió en el mejor guitarrista de entre los vivos— en el cruce de caminos que une la autopista 61 con la 49 en Clarksdale (Misisipi).
Cultura popular
El mito de Johnson, la encrucijada y su trato con Belcebú es una historia más dentro de la cultura popular ligada a decisiones tomadas frente a un cruce de caminos. A los que vimos Drive se nos encogieron la voluntad y las entrañas cuando el protagonista —personaje sin nombre interpretado por Ryan Gosling— decidió dar media vuelta y enfrentarse a Nino y Bernie Rose porque sabía que ese giro, ese cambio de dirección, era la única manera de salvar la vida de Irene y su hijo.
El militar republicano que Javier Cercas pone en los últimos días de la Guerra Civil frente a Rafael Sánchez Mazas, en busca y captura por falangista tras sobrevivir a una fusilamiento, en las primeras páginas de Soldados de Salamina también está —sin saberlo— en medio de un cruce de caminos. Encañona al escritor con el mismo rifle al que se había agarrado días antes para bailar el pasadoble Suspiros de España, pero decide no disparar y permite que el enemigo huya con vida.
Seis países, tres continentes
Todo eso, cada una de esas encrucijadas y cada uno de los cruces de caminos que se han trazado a lo largo de la historia, es Canarias, estas ocho islas ancladas en el Atlántico a las que han llegado millones de personas en busca de su sitio en el mundo. Por aquí ha pasado gente —y mucha aún sigue entre nosotros— que vendió su alma al diablo a cambio de gloria, dinero, poder, amor, venganza, ternura, vanidad… Otros llegaron a este rincón del planeta como escala antes de alcanzar su paraíso terrenal —algunos lo encontraron; otros fracasaron en el intento—. Unos incluso arribaron a esta tierra para salvarse o para salvar a otros. Y muchos vinieron huyendo de sus miedos, de sus fracasos o de sus fechorías.
Esa idea me asalta minutos después de conocer que el Mundial de fútbol que se celebrará en 2030 tendrá como sede principal a España, tarea la de anfitrión que compartirá con otros cinco países: Portugal, Marruecos, Uruguay, Argentina y Paraguay. Será la primera vez que este torneo se dispute en tres continentes —Europa, América y África— y ante esa decisión de la FIFA, que no tiene más lógica que el beneficio económico de los gerifaltes que controlan el negocio de la pelota, no hay lugar en el mundo mejor que Canarias para ensamblar esos tres mundos.
Una gran diferencia
El Gran Canaria figura entre los 15 estadios españoles que se postulan como sede para acoger uno de los 101 partidos que se jugarán a este lado del Atlántico —los tres primeros se disputarán en Uruguay, Argentina y Paraguay—. En una puja tan exigente, donde también aparecen Madrid —Bernabéu y Metropolitano—, Barcelona —Camp Nou y Cornellá—, Vigo (Balaídos), A Coruña (Riazor), Gijón (El Molinón), Bilbao (San Mamés), San Sebastián (Anoeta), Zaragoza (La Romareda), Valencia (Nuevo Mestalla), Murcia (Nueva Condomina), Málaga (La Rosaleda) y Sevilla (La Cartuja), no hay muchos detalles técnicos que nos diferencian de las otras candidatas: nuestro estadio no es el mejor, todas infraestructuras están a la par —si analizamos el cómputo total— y cada ciudad tiene sus encantos.
Pero entre todos esos puntos repartidos por territorio español, sólo Gran Canaria puede ofrecer su lugar en el mundo como puente histórico entre África, Europa y América. Ya sé que al final decidirán la política y el dinero. Pero recuerden que no hay mejor cruce de caminos entre los tres continentes que el Archipiélago. Aquí se han forjado encrucijadas humanas que dan sentido a las relaciones entre esos tres mundos. Porque Canarias, después de todo, es como el fútbol: es magia, como la vida misma.