El principal obstáculo que encontramos a la hora de conseguir mejorar nuestro bienestar y potenciar la felicidad son las creencias acerca de lo que realmente nos ayuda o no a ser felices. Estas creencias las hemos aprendido a base de oírlas, verlas y vivenciarlas a lo largo de nuestra vida. La gran mayoría de ellas responde principalmente a cuestiones culturales que se heredan como si de información genética se tratara.
Los estudios científicos nos han ayudado a clarificar dichos mitos, que realmente aportan infelicidad, ya que nos centran en cuestiones intrascendentes y nos privan de la vivencia real del bienestar.
El primer mito que nos encontramos es la creencia de que la felicidad se tiene que encontrar, que está fuera de nosotros y debemos plantearnos una búsqueda constante de un tesoro mitológico. Esto nos hace que creamos que el camino o el supuesto mapa del tesoro nos obligan a cumplir con unos requisitos ineludibles, que debemos ir completando en nuestras vidas: debemos de casarnos con nuestro verdadero amor, conseguir el trabajo perfecto, comprarnos una casa ideal… Sin embargo, los estudios demuestran que la felicidad depende de mi voluntad, de mi crecimiento personal, con lo cual no está fuera de nosotros, sino en nosotros.
Otra de los grandes autoengaños que nos hacemos acerca de la felicidad es que para ser feliz tienen que cambiar nuestras circunstancias, nuestra suerte en la vida, nuestros ingresos, nuestro cuerpo, etcétera; por lo tanto, siempre responderé al azar acudiendo a pensamientos del tipo: yo seré feliz cuando… En muchas ocasiones echamos la vista atrás, a momentos de nuestro pasado, donde nos comparamos y pensamos que, cuando se den mágicamente esas condiciones, seré feliz.
Recordamos nuestro primer amor, nuestros primeros trabajos, etcétera. Incluso hipoteco mi presente esperando por situaciones futuras que harán confluir todos esos factores que cambiarán mi vida. O por el contrario, para justificar mi situación, me comparo con supuestos modelos de éxito, a los que acudo, y pongo como referencia que como nos decimos lo tienen todo, y añoro sus circunstancias. Sin embargo, los estudios nos dicen que las circunstancias externas apenas influyen sobre nuestros niveles de felicidad, aportando tan solo una mínima parte del valor real de éste.
Amigos y amigas, lo que sí dejan claro los estudios es que yo soy el protagonista de mi vida, y tendré que valorar positivamente cada momento, entregándome a lo que hago, encontrando el sentido y el significado a lo que hago, trazándome planes que ir realizando, y sobre todo compartiendo mi vida con los demás.