Cuanto más sé, cuanta más información recibo, cuanto más conocimiento tengo sobre el fútbol y los tejemanejes que lo menean, más me alejo de aquel niño que fui y que soñaba con marcar goles de todos los colores. A diferencia de Javier Marías, los domingos, para mí, no son la recuperación semanal de la infancia.
La pelota, en mi niñez, no se manchaba: era la vía para soñar con emular los regates, los goles y las gestas de héroes como Pepe Juan, Koke Contreras, Maradona o Van Basten. De eso, a estas alturas, ya no queda nada. Tal vez los capítulos de Ted Lasso. Soy un descreído, pero no un cínico y el affaire Rubiales no me pilla por sorpresa, ni fingiré incredulidad, asombro o desconcierto.
En el fútbol he visto farsas de todos los colores: tipos que se quedan con clubes sin poner un euro; esos mismos tipos que saquean esos mismos clubes a través de sus empresas para hacerse multimillonarios; jueces que miran para otro lado ante una gestión dolosa; agentes que utilizan a varios equipos en varias ligas de diferentes países para mover jugadores y repartirse comisiones con sus compinches; pelotazos inmobiliarios en plena burbuja del ladrillo; chantajes a las administraciones públicas que, al final, ceden ante la amenaza; o partidos amañados.
Dinero sucio
El fútbol tragó con un Mundial en Catar y ahora acepta el dinero de Arabia Saudí sin ponerse colorado. El fútbol celebra, como Villar del Río a la espera de los dólares del Plan Marshall, la llegada de inversores extranjeros sin reparar de dónde procede el parné invertido para comprar clubes de dudosa rentabilidad —¿dónde está, que lo hay, el negocio?—.
El fútbol está podrido, de arriba a abajo. Los aplausos que recibió este viernes Luis Rubiales, durante la asamblea de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), están sostenidos por una red clientelar tejida durante años, décadas, que ya estaba ahí cuando cayó Villar: apoyo a cambio de campos de fútbol, construcción de sedes, viajes internacionales, buenas entradas para los mejores partidos, subvenciones...
¿Ciudadanos ejemplares?
El problema se replica a pequeña escala en las federaciones autonómicas, donde un voto en contra o denunciar el sistema de seguros médicos en el futbol base te puede granjear una serie ilimitada de malos arbitrajes. En ese escenario, es indignante comprobar como algunos dirigentes provinciales, al oler la inminente caída de Rubiales, ahora pretenden aparecer como ciudadanos ejemplares. Ojalá algún día Sonja Arup cuente todo lo que sufrió en el Federación Interinsular de Fútbol de Las Palmas. A más de uno se le caería la careta y dejaría sus vergüenzas al aire. ¿Verdad, señor Arencibia?
En un mundo tan oscuro y tan machista como el fútbol, la revolución al final será de las mujeres, como casi siempre. Manda huevos —nunca mejor dicho—. Creo que no hay mejor colofón, más lleno de justicia poética, que ese para cerrar la etapa de Rubiales al frente de la RFEF. En un mundo lleno de caspa, mucha testosterona y poca neurona, y silencios tan vergonzosos como definitorios, ha sido un equipo femenino maravilloso —capaz de ganar un Mundial— el que ponga patas arriba el universo de tantos machirulos. No es un mal comienzo para cambiar las cosas.
#SeAcabó