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Opinión

El viaje de Humboldt

Alexander von Humboldt, su semana en Tenerife 1799, es la escala del genio prusiano en la isla de Tenerife en su travesía hacia las lejanas tierras de Sudamérica

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Vamos a hablar de un viejo sueño, de un anhelo infatigable presente en el corazón de Alexander von Humboldt. Este personaje prototípico de la Ilustración, deseaba con ardor embarcarse en la gran empresa de los viajes de exploración científica hacia las regiones más alejadas del mundo y, así, poder explorar, conocer y alimentar su hondo instinto de curiosidad

De origen prusiano, esta mente preclara del Siglo de las Luces era un polímata por definición. Sus conocimientos abarcaron amplias disciplinas tanto del ámbito de la geografía como de la astronomía, la botánica, la antropología o el vulcanismo. Era un portento del pensamiento y de la observación, dueño de una lucidez asombrosa adelantada a su tiempo, un humanista en el extenso sentido de la palabra.

Hoy, hablaré de historia, porque el libro Alexander von Humboldt, su semana en Tenerife 1799 (2009) escrito por el empresario alemán Alfred Gebauer y bajo el sello de la editorial Zech, es una joya con vocación de híbrido. Una narrativa de los hechos acaecidos, que nos cuenta una aventura exploradora que persigue el objetivo de alcanzar la estimable altura del Pico del Teide, y a la que hay que sumar, el empleo de un tono conciso y sin ambages poéticos, muy presente en los textos de corte científico. 

Alexander von Humboldt, su semana en Tenerife 1799, es la escala del genio prusiano en la isla de Tenerife en su travesía hacia las lejanas tierras de Sudamérica. Su mente es una abertura en canal, hambrienta e insaciable, que pretende profundizar en el conocimiento. Admirado por la élite de la intelectualidad y de la ciencia del momento, Humboldt fue un adelantado al advertir, por ejemplo, el cambio climático como fenómeno que afectaría a nuestro planeta, en el futuro.

Llega a Tenerife, a bordo de la fragata Pizarro, el 19 de junio de 1799. Tras sortear el bloqueo de los navíos ingleses que impedían la entrada en el puerto, Humboldt pone sus pies en la tierra cálida de Santa Cruz de Tenerife y, en ese momento, comienzan unas jornadas intensas de observaciones y descubrimientos. Percibe el cambio te temperatura entre Santa Cruz y La Laguna. La flora y los cultivos presentes en la ladera norte de la isla, dibujan el camino que va desde la ciudad de Aguere al Puerto de La Orotava (actualmente Puerto de La Cruz), donde visita el jardín botánico, emplazamiento natural que deja asombrado al naturalista prusiano. Humboldt quiere llegar al Pico del Teide y su mente es una suerte de embudo o de esponja del conocimiento. Anota en su cerebro prodigioso cualquier aspecto que guarde relación con la vida humana, incluso reconoce las arquitecturas predominantes y los comportamientos o tradiciones de los habitantes de los pueblos de Tenerife por los que pasa. 

El ascenso al Teide por el camino de Chasna, es un recorrido digno de la literatura de Julio Verne. La predisposición de su carácter para mantener intacta la capacidad para la sorpresa, su descubrimiento de los pisos de vegetación que observa según asciende hacia la cima más alta de la isla, los endemismos que describe, todo su olfato y apetito por una amplísima investigación interdisciplinar facilitó la visibilización de la naturaleza con todas sus particularidades, hizo que no pocos estudiosos y críticos hayan señalado a lo largo de la historia que, Alexander von Humboldt, era un sabio y un genio que observaba el mundo físico a través de dos grandes potencias humanas: la razón y la pasión. La observación, el empirismo, el carácter imaginativo y todo ello junto para disipar las tinieblas de la ignorancia humana, mediante las luces del conocimiento.