Hoy me siento a escribir estas líneas como desahogo quizás, o como aquel que ahoga sus penas a través de un tequila como dice la canción de Sabina con la que he titulado este artículo. Y por que este simbólico título, pues principalmente porque en muchas ocasiones os he hablado de la felicidad sin tapujos, de las fuerzas que de ella nos cargamos simplemente cuando vemos el mundo con un pizca de optimismo, de las competencias o habilidades que tenemos que poner en práctica en nuestra vida para llevar una vida que haga que nuestro bienestar personal aumente y de esa forma sentir ese concepto crucial en nuestras vidas al que llamamos felicidad.
Desde la psicología positiva nos volcamos en pensar que las personas no deben de conformarse con una vida mediocre, sino que tal vez deben de florecer como dice el propio Seligman en su último libro Flourish:A New Theory of Positive Psychology, aún no traducido al castellano. Sin duda los seres humanos tenemos que conseguir aumentar nuestro estilo de bienestar y para ello es fundamental como plantea Seligman que la teoría del Bienestar se base en los cinco pilares que forman del PERMA (nemotecnia para recordar las cinco competencias vitales), en primer lugar Positive Emotion (Emociones positivas) y sucesivamente las siguientes: Engagement (Compromiso) Relationships (Relaciones) Meaning (Significado) Accomplishment (Realización).
Pero ¿Qué sucede cuándo las personas se pasean por el bulevar de los sueños rotos de su vida y se quedan ahí para siempre?, ¿cuándo como muchos chicos con los que he trabajado se anclan en un mundo sin sentido donde la droga o el alcohol les arranca los más tiernos sentimientos y hasta la vida? En esos momentos, nos quedamos un segundo callados, buscamos una explicación y quizás todas aquellas teorías científicas que argumentaban una hipótesis de trabajo se rajan por la mitad, y solo el silencio y la desazón nos sostienen. En ese segundo ves pasear la vida de esa persona y te preguntas: ¿qué ha hecho?, buscas argumentos que sostengan tu criterio personal y hasta profesional de entender esta vida, la cual se empeña, o quizás nos empeñamos en hacer compleja y sin sentido.
Hoy permitirme que dedique esta sección a todos y cada uno de esos jovenes que pasean por ese bulevar de los sueños rotos en los que hemos convertido sus vidas, porque cuando ya con 16 o 17 años has vivido todo, las alegrías son pocas y quizás las Amiserias son muchas. Pero sin duda, es fundamental que esos jóvenes, nuestros jóvenes den sentido a sus vidas y no se empeñen en vivir vidas de viejos, ya que las suyas se les marchó una vez. Ese sentido pasa quizás por un cambio estructural, ya que los problemas estructurales requieren de cambios profundos, en los que la niñez y la juventud vuelvan a convertirse en momentos de inocencia y felicidad.
Nos planteamos muchas veces que nuestros hijos e hijas viven una tristeza extraña, que les damos de todo y ellos no parecen ser tan felices como cuando nosotros eramos pequeños, pero quizás el problema no esta en la cantidad, ni en las cosas, sino quizás en la inocencia. Decimos que la niñez en tiempo de nuestros padres pasaba rápida ya que tenían que trabajar muy tempranamente. ¿Y hoy? porque nos empeñamos en que esos niños sin responsabilidad maduren tan rápidamente, quitándoles la inocencia y sin querer la felicidad, nos preocupamos tanto del trabajo, el paro, el dinero, nuestra realización personal, y tantas y tantas cosas que nos olvidamos de nuestros hijos, y así van creciendo solos, en la calle ¿y después?.
Y sigo creyendo en la felicidad, pero quizá nuestros hijos e hijas no tienen todas la herramientas para fabricar ellos mismos su bienestar y no se las damos, recurren a mil y una situaciones y sensaciones para paliar ese desánimo vital, y sin embargo, la solución al problema no pasa por programas de desentoxicación (muy buenos para fases de dependencias) pero inútiles a nivel de prevención. Quizás tenemos que ser padres durante más años de nuestra vida, dándoles a nuestros hijos todo el amor y la comprensión del mundo, enseñándole a gestionar sus emociones y a potenciar en su vida aquellas que sean positivas, y tendré que generar con mi hijo o hija un compromiso especial, donde ambos nos sintamos miembros del mismo barco, y rememos hacia un mismo puerto. Tendré también que ayudar a mi hijo o hija a encontrar ese significado que busca en la vida y no encuentran, que les permita realizarse como personas. Posiblemente así seguramente mi hijo o hija será más feliz, y no se si paseará alguna vez por el bulevar de los sueños rotos, pero quizás recuerde en ese paseo que tuvo una vida que merecía la pena vivirla.