En previsión de lo insoslayable me pongo a barruntar nociones y convicciones, todas mezcladas, en un batiburrillo en el que me dejo llevar por años y años de repeticiones en artículos de estas fechas, tras cada Navidad, y se podría decir que hasta antropológicas. Me parece a mí que esta vez me estoy adelantando en la secuencia de los escritos ya desde que salió a la luz el pasado viernes en AtlánticoHoy el de “Canarias y su gastronomía: sencillos apuntes (Feliz Navidad)”.
Hoy me pongo al teclado no expresamente presagiando las comilonas, que sí –raro será quien no caiga en el trasmallo-, particularmente las consecuencias de éstas. Al menos que las cuchipandas que se celebren con lo máximo de producto local posible. Un modo de llamar la atención, asimismo, acerca de la cocina sostenible (también la economía en el sector primario) y, claro está, el capítulo saludable que todo ello comporta.
Esta vez, teniendo en cuenta que tras cada Fiesta Navideña –dígase cuando ya los restos de los regalos de Reyes están en el contenedor y muchas veces no el idóneo precisamente- nos entran las ansias de emprender la senda de los propósitos, de la comida sana y, si acaso, de caminar con la indumentaria fosforito que nos han dejado los Magos de Oriente –y que muy previsiblemente a las primeras de cambio quedarán olvidadas en el armario-.
Dietas a mansalva. Instrucciones que si las proteínas por ahí, los hidratos por allá y las secuelas de la navidad manga por hombro. Yo hasta escribí alguna vez sobre un truco que emulaba el recorrido del Camino de Santiago Francés para bajar unos kilitos -¡vale, gramos! Personalmente me sirvió para abandonar la perseverancia entre los hitos de Roncesvalles y Pamplona.
A lo que íbamos. Me adelanto a los referidos nervios de la ‘cuesta de enero’ de los kilos también a cuestas y a una antigua revisión que siempre he tenido ahí como lucecita de la exploración periodística gastronómica. ¡Dieta atlántica!
El enfoque desde Galicia
Sí señor. Me encanta pensar que existe una dieta atlántica a la par de una dieta mediterránea. Tiene sus razones de ser, de existir y de calar, particularmente entre los habitantes de Canarias. De esto he podido intercambiar impresiones con el profesor Francisco Almeida, uno de los defensores a ultranza de este concepto, o con Pepe Solla, el prestigioso cocinero pontevedrés.
“Canarias, ya sabes, representa para Galicia la proximidad, la hospitalidad –parecéis gallegos, bromeaba-. Tenemos una complicidad especial porque somos de mar, rodeados por ese Atlántico en el que tantos elementos –gastronómicos y culturales- están interrelacionadas”, me afirmaba en un encuentro con las algas como protagonismos en el que coincidimos.
En resumen, el cocinero de Poio subrayaba que entre Canarias y Galicia, hablando del Atlántico, entenderse es fácil porque es el mismo lenguaje y ese entendimiento es fundamental para concretar futuras acciones dentro de los que puede entenderse por esa Dieta Atlántica.
A la búsqueda del liderazgo
No sé yo si es falta de que “surja” un líder, una figura, un chef a lo “José Andrés”, un investigador,… Ahí están tierras y culturas a los dos lados del Océano. Yo veo al Archipiélago canario muy bien posicionado para tomar la antorcha. Otra cosa es “otra cosa”, es decir, que se asuma el desafío con una planificación seria… e inversiones.
Sumemos entonces voluntades y pongámonos a remar juntos (caso de los archipiélagos de la Macaronesia (Cabo Verde, Madeira, Azorres y Canarias) para reivindicar una forma de ser que es fruto de una influencia de las aguas que nos bañan y donde obtenemos buena parte de nuestro sustento –y alimento saludable-.
Argumentos y singularidades las tenemos todas para hacer piña. El pescado atlántico como potencialidad que debemos aprovechar y de paso cortar de raíz la dinámica de perpetuar las cosas e indagar cada vez más en el producto, en su aprovechamiento y que éste sirva como motor de la creatividad.
Dieta atlántica también pensada en aspiración de los “destinos gastronómicos” de Canarias, con todas sus letras, apostando por formatos versátiles de atraer a los visitantes, estimular los géneros de cercanía y al sector primario y afianzar nuestra variedad en una restauración que ya está situada en la visibilidad nacional.
Trasiegos de ida y vuelta
Como entelequia sin contornos pero como marca creo que toca el turno a esa Dieta atlántica. ¿Para cuándo abrir la puerta a un elemento de marca y cohesionador de nuestra franja geográfica? Es que si miramos atrás en la historia, Canarias fue siempre un faro como 'laboratorio' de la materia prima insólita que llegaba desde América –otra vez el Atlántico-. Posteriormente, por el papel que hemos jugado históricamente en épocas recientes del Turismo: en sus estancias los millones de almas que nos visitan tienen que comer.
Qué y cómo ya es otro cantar y en esas estamos. Pues ya proseguiré ya dentro de unas semanas con otras ideas y quizá vestido de fosforito, a punto de una caminatilla urbana o de sacarle brillo en el sofá.
Aunque un poco adelantado, Feliz 2023.