En esta última semana he estado dedicando parte de mi tiempo a releer la obra de Viktor Frankl, ya que como sabeís un tema candente en mi vida es el relacionado con la Resiliencia, es decir, esa capacidad humana que nos hace salir reforzado ante la vivencia de acontecimientos traumáticos.
Frankl era un tipo curioso, en sus terapias preguntaba a sus pacientes ¿por qué no se suicidaban?, y de las respuestas que obtenía a dicha pregunta generaba toda una hipótesis de trabajo terapéutico.
Aunque, personalmente, la obra que marco un antes y un después de Frankl en mi vida fue "El hombre en busca de sentido" donde relata desde su experiencia en primera persona sus vivencias en un campo de concentración en la segunda guerra mundial.
En dicha obra, Frankl plantea la importancia del transcurrir del tiempo en nuestras vidas, desde la visión de los prisioneros de los campos de concentración y la perdida de expectativas de vida, perdiendo así sus ansias de vivir y asumiendo un final venidero.
El tiempo, amigos, ese reloj incesante que camina en nuestra vida desde que nacemos, segundos, minutos, horas, lustros, etc. implacable nos recuerda el sentido del proceso evolutivo humano.
Esta misma tarde pasaba terapia a alguien peleado con el tiempo que recorta su esperanza de vida año tras año, en un transcurrir incesante.
Pero cuando distinto es transcurrir del tiempo psicológico ¿no creen?, lo que se conoce como el tiempo ontológico, es decir, la vivencia subjetiva del tiempo en nuestras vidas. En unas de mis experiencias vitales, mientras trabajaba con población drogodependiente, muchas personas me manifestaban la perdida de sensación del tiempo mientras vivían sumidas en la incesante vida del que consume, esperando conseguir el premio de la próxima dosis, el tiempo transcurría según me decían, en un deambular constante, y en una transformación concreta entre el enlentecimiento y la no existencia de tiempo.
Lo mismo sucede cuando vivimos situaciones de vida problemática, el tiempo parece detenerse. inmóvil comentan muchos, permanecen las agujas del reloj implacable ante las posibles soluciones que intentan elucubrar en su alterado pensamiento emocional.
Y si caemos en el tedio, el aburrimiento, la apatía, la depresión o la distimia, el tiempo se detiene, inherte, e incluso en muchos trastornos complejos la situación del tiempo se deforma.
No encontramos soluciones a nuestra situación y permanecemos en una especie de coma a temporal, dejando que los acontecimientos nos golpeen como meros observadores de nuestro propio declive. Sin llegar a controla la finalidad de nuestra vida, ni cuando llegará el día en que finalizará este proceso que atravesamos.
Mihalyi Csikszentmihalyi en su obra Fluir nos plantea lo mismo pero desde la experiencia del disfrute, en el momento crucial de la experiencia de flujo experimentamos la atemporalidad, las horas pasan y el tiempo se deforma, para nosotros los segundos son minutos y los minutos horas.
A mi me sucede cuando me pongo a realizar alguna chapuza en casa, en cuanto experimento el momento de flujo y disfruto de la actividad, el tiempo se detiene y a la vez se transforma y la sensación de tiempo cambia, lo que para mí han sido unos segundos en la realidad han transcurrido unas horas.
Curioso, cuanto menos, que ante situaciones diferentes el tiempo se transforme y pierda su universalidad, unas veces se detiene y enlentece, pareciendo eterno y otras en los momentos de felicidad se acelera.
Pero ¿por qué sucede esto?.
Parece que el sentido del tiempo se detiene cuando perdemos la esperanza y la finalidad de nuestra vida, cuando vaciamos la caja de metas a conseguir y nuestros objetivos vitales se difuminan. Por el contrario, cuando nuestros objetivos de vida están claros, cuando definimos nuestras metas, cuando justificamos lo inherente a nuestra existencia, encontrando sentido a las cosas que hago, consiguiendo descubrir las fortalezas y virtudes que me enriquecen como persona, que me definen y me complementan, cuando disfruto del contacto y la relaciones con los demás, cuando saco el partido a los diferentes momentos que vivo, disfrutando del día a día, como irrepetible y primordial en mi vida, es decir, cuando consigo mi bienestar personal, la sensación del paso del tiempo se transforma y no golpea en un tic tac interminable.