Carlos Ruiz.

Opinión

Cómplices borregos

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“El mundo no está en peligro por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad”, Albert Einstein.

Cerrar los ojos, callar, mirar hacia otro lado o, peor aún, otorgar la confianza, derivan en complicidad. Carta blanca para el jefe del Ejecutivo español, a pesar de regodearse en el incumplimiento de sus promesas, abogar por la mentira y cambiar de opinión con opulencia en cuestiones de Estado. Únicamente contempla un designio, inviolable y psicopático: mantenerse en el Palacio de la Moncloa; a cualquier precio, sometiéndose al torticero y deleznable yugo de proetarras, los mismos que asesinaban a sangre fría con fines políticos apenas varias legislaturas atrás. Asimismo, aferrarse al sillón presidencial, agasajando a criminales golpistas y venerando ad nauseam a malversadores independentistas que aborrecen nuestra patria. Desalienta y entristece, que se acepten y normalicen los infinitos desaires a los valores humanos y la ética. Causa horror la pasividad de los españoles ante los constantes embustes de nuestros gobernantes, capaces de amnistiar a malhechores para mantenerse en el poder, a pesar de que se desmorone por completo el Estado de Derecho.

Que los copartícipes subvencionados de moral cortita y desaseada tomen conciencia acerca de su rol y asuman su cuota de responsabilidad social, como cooperadores necesarios de semejante disloque institucional insensato. El narcisismo, la codicia y el poder van de la mano con paso firme, máxime, con el patrocinio de esta podredumbre política prevenida y la inacción de los patriotas constitucionales. En un panorama de traición sin precedentes, el país se arrodilla y devalúa ante la verdadera ultraderecha de nuestro territorio: catalanes y vascos de juicio disparatado y desleales a nuestra nación, que manifiestan sin titubeo y sonrojo que son una raza superior y reincidirán en el intento de romper España.

Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo”, Albert Einstein

Comandado por el estéril Ministerio de Igualdad, con un presupuesto cercano a los 600 millones de euros, se potencia el feminismo, la mayor pantomima política de los últimos tiempos. Una patología mental con ademanes de infantilismo propia de acomplejados, que no saben vivir ajenos al presupuesto público. Imponer cuotas de género no es democrático y soslaya la meritocracia. La mujer evoluciona conforme a su valía, sin necesidad de acelerar y forzar una revolución por cupos. La igualdad entre hombres y mujeres está reconocida y se defiende jurídicamente en España en virtud del artículo 14 de la Constitución Española. Les invito a visitar países como Irán, Irak y Marruecos, donde las mujeres sí necesitan realmente que luchen por ellas. Les recibirán con los brazos abiertos. O no.

Parece que poco suma, además de poner los pelos de punta, que la vicepresidenta del gobierno de la nación se presente como una comunista manifiesta, alardeando de ese régimen autoritario que impide cualquier tipo de oposición y la libertad de expresión. Quizás debiera emigrar a China, Corea del Norte o Vietnam, para disfrutar con plenitud de los placeres de esa doctrina. Simplemente, preguntémonos, hacia qué lado corrieron, en la caída del Muro de Berlín.

Señores progresistas, la deuda pública alcanza máximos históricos, habiéndose superado notablemente la barrera de 1,5 billones de euros. Y segundo, pero no menos importante, el agujero en las cuentas de la Seguridad Social, que excede los 100.000 millones. Un disparate mayúsculo. Flaco favor y herencia maldita que cedemos a la juventud, imitadores y aprendices de tanto corrupto, subvencionado, maleante, hipócrita y mentiroso.

Necesitamos inmigrantes para garantizar la sostenibilidad de nuestro sistema económico, pero de manera limitada, selectiva y siempre que respondan a los menesteres de nuestra tierra. La invasión descontrolada empeorará nuestra maltrecha economía, agudizará los problemas del Estado de bienestar y complicará la paz social. El inmigrante que arriba apenas habla nuestro idioma, no está cualificado y aspira a vivir de subvenciones. Su cultura es tan diferente, que tienden a formar guetos cerrados donde vivir conforme a sus costumbres y leyes. Como colofón a una esperpéntica gestión multicultural, premio a la comisión de un hecho delictivo y medida estrella de la improvisación, los alojan en hoteles de lujo en régimen de pensión completa. España no puede asumir más dependientes y parados, fundamentalmente, porque no hay dinero para el pago de esa factura. La inmigración ilegal puede evitarse, pero resulta imprescindible la voluntad política de hacerlo. No es lo mismo simplicidad que simpleza.

“Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”, Albert Einstein

La corrupción política, el mal endémico español, avanza con desparpajo, protegida como error judicial y a merced del clientelismo político. El compadraje institucional arrambla sin mesura en una sociedad torcida y mangoneada por dirigentes mediocres, que anteponen su ego al interés común. Para nuestra desgracia, en el panorama político español, raramente coinciden las tres palabras a la vez, —político, honrado, inteligente—. Urge que entren en escena personas capaces, con sabiduría y conocimiento, honradez, coraje, humanidad, templanza y justicia.

Compatriotas, camaradas, se vislumbra el comunismo.

Cualquier tonto puede saberlo. La clave es entenderlo”, Albert Einstein