A vueltas con el certificado COVID, independientemente de lo que cada uno pensemos acerca de este documento que tanta polémica causa, lo cierto es que para un análisis pausado sólo habría que ir a la más elemental evolución del sistema sanitario y de la propia humanidad.
No es cuestión de comparar, pero creo que desde la pandemia de peste negra del Medievo a la actual de la COVID-19 tampoco es que hayan pasado millones de años. El conocimiento científico, y en ocasiones el sentido común, ha hecho que, respecto a las enfermedades, hayamos dado pasos de gigante.
Podríamos referirnos a ejemplos como el de los trasplantes, o términos que nos suenan como el sarampión y, más aún, la poliomielitis. Las vacunas salvaron y salvan a muchos millones de personas en el mundo.
Ahí es a donde yo voy en el artículo de hoy. ¿No les parece inimaginable que unos padres tengan en blanco el certificado de vacunación sanitario de sus niños pequeños? Salvo aquellos que reniegan de esta técnica sanitaria para evitar enfermedades graves se da por bueno que esos peques tienen que cumplir, desde que nacen hasta que se hacen mayorcitos, con un calendario de vacunación. No debe haber objeciones, estimo.
Si usted, por trabajo o turismo, debe viajar a algunos países en los que se exigen vacunaciones de enfermedades específicas, al llegar a esos destinos hay que demostrar que están inoculadas y que, en caso contrario, no se puede ir más allá del aeropuerto de ningún modo.
La COVID, es cierto, nos ha traído una fenomenología con la que no contábamos, la de gestionar tiempos y situaciones a las que no estamos acostumbrados. Pero si está demostrado que la vacuna está funcionando, ¿por qué este revuelo con el certificado? ¿sí o no, según las situaciones?
En España un porcentaje bastante alto de la población se ha vacunado y ese hecho se refleja en un documento que en tantos otros casos hemos de respetar. No quiero ser pueril, pero no podemos coger un coche si no tenemos carnet de conducir; tampoco desarrollar una profesión determinada sin el título habilitante, como otros muchos ejemplos.
Hoy por hoy nuestra realidad, cuando en Tenerife y Gran Canaria se ha subido a nivel 2, es que para determinadas actividades tenemos que mostrar un certificado que, no es por nada, muy cómodamente “llevamos incorporado” en nuestro móvil entre tantas y tantas aplicaciones. Mostrarlo cuando corresponda es hacerlo como cuando nos exigen el DNI. Otra cosa es que no hayamos podido o querido cumplir con la vacunación. Ese es otro cantar.
En un artículo publicado recientemente en Atlántico Hoy se afirmaba que los hosteleros tinerfeños mostraban su satisfacción con la implantación del certificado COVID, a la vez que agradecen que este sea de carácter opcional y requerirlo les permita ampliar los límites de horario y aforo.
Me comentaba un chef de un gran restaurante de Santa Cruz que esa opción le daba margen para elegir: si pide el certificado, todo el aforo; si no, la mitad. Los casos de coronavirus se encuentran en tendencia ascendente en las Islas, por lo que el objetivo del pasaporte COVID es hacer frente al incremento del número de contagios ante las fechas navideñas, donde se celebran reuniones, comidas o encuentros entre familiares, amigos y compañeros de trabajo.
Supone la flexibilización de las restricciones en lo que respecta a horarios y aforos que estén en vigor en cada momento, según el nivel de alerta en el que se encuentre cada isla. En los tiempos que vivimos es necesario mantener las normas y la seguridad colectiva para impulsar los negocios, ya que la restauración lo ha pasado bastante mal y no se debe volver a aquellos momentos tan duros. El certificado es, y así debe entenderse, como una herramienta para conseguir unos objetivos deseables.
En relación con el aumento de la incidencia en Canarias cabe sacar a colación la aparición en noviembre de la variante Ómicron certificada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una nueva variante que se detectó por primera vez en muestras recolectadas el 11 noviembre del 2021 en Botsuana y el 14 de noviembre del 2021 en Sudáfrica.
Un farmacéutico amigo mencionó que puede ser más infecciosa pero también, hasta confirmación, algo más leve, lo que puede contribuir en el futuro a la inmunización, un hecho que determinarán los científicos. En cualquier caso, de cara a la Navidad preocupa que los casos se disparen debido a las reuniones o encuentros masivos.
El doctor Amós García Rojas ve la necesidad de la vacunación para personas con especiales condiciones de salud y para los mayores de 61 años. Esta tercera pauta será una más en su certificado. Creo, en este sentido, que la sociedad ha de prepararse para ir rellenando dicho certificado en los momentos en los que así se estipule.
Hay que seguir apelando al cuidado y la responsabilidad para hacer frente a la pandemia de la COVID-19, pues se entiende que la situación no está superada, sólo controlada. Como afirmé en otro de mis artículos no debemos dar un frenazo en seco a la actividad económica. Tenemos que ser conscientes de que estamos inmersos de lleno en la campaña de Navidad, que representa para la restauración y los comercios un gran porcentaje de ingresos y que puede llevarlos al equilibrio económico de este año.