Señor presidente y directivos del Club Natación Metropole,
He pasado casi cinco lustros creciendo en mi segunda casa, el CN Metropole. 23 años sintiéndome afortunado, con metas, ilusiones y deseos por los que luchar. No he podido estar más orgulloso de vestir ese uniforme, levantando muros, reparando motores, alicatando, limpiando, instalando y manteniendo algún sistema eléctrico, adecentando y mejorando cualquier rincón, ejerciendo de fontanero, albañil, pintor, maestro y peón. Me he dejado la piel en ese club, con convencimiento, dignidad y tesón.
Un fatídico día, sin comunicación previa, negociación o simple comentario, recibo vía WhatsApp un auto judicial, donde se me notifica que cambian sustancialmente las condiciones de mi contrato laboral; sin apego, tacto o empatía, encorsetando mi futuro a su libre albedrío. No pude sentirme más decepcionado, dolorido y perplejo. La incertidumbre se apoderó de mí, tocaba armarme de valor, tomar conciencia, pasar página y sacar la fortaleza necesaria para vencerme a mí mismo, por amor propio, con la esperanza de volver a sentirme realizado y querido, y ser capaz de retomar una vida alegre y llena de plenitud.
Soy un enamorado de los oficios de la construcción, mi pasión desde la niñez ha sido crear, arreglar, fabricar, recomponer, reparar, intentar alargar la vida de cualquier máquina o aparato y desarrollar tareas de mantenimiento correctivo, preventivo y predictivo, pero me resulta imprescindible sentirme valorado en el trabajo para ser feliz.
Marcho consternado y desconsolado, pero con el alma limpia y radiante de honradez y dignidad. El cinturón de herramientas seguirá anclado a mi cintura en otro destino, aunque mi corazón quedará eternamente impregnado de granate y amarillo.
Hasta Siempre Metropole.