El título de Master of Wine es el máximo reconocimiento que se puede obtener en el mundo del vino. Poco más de 400 personas poseen esta titulación en todo el mundo, por lo demás bien ganada tras una preparación intensísima y superación de exámenes durante varios días en una sola convocatoria anual. No es de extrañar que muy pocos aspirantes pasen la criba cada año.
El español Pedro Ballesteros, Ingeniero Agrónomo y Master en Viticultura y Enología, obtuvo el Diploma WSET con distinción y se convirtió en Master of Wine al primer intento en 2010. Estudió en las regiones vinícolas de Jerez, Rheingau, Borgoña, Napa y Burdeos. Es así que constituye prácticamente una excepción poder acudir a una de sus conferencias o catas comentadas, más cuando el experto vive en Bruselas, y así ocurrió a este periodista hace escasas semanas.
Asistí a una ponencia del especialista (también posteriormente a una cata de vinos naturales canarios) durante el encuentro El Descorche del Conocimiento organizado por Hecansa-Hoteles Escuela de Canarias y desarrollado en el Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria.
Una delicia, por supuesto, seguir el despliegue de este hombre docto y de oratoria elocuente que obsequió a los presentes con un interesante relato de los vinos de Canarias y la proyección de futuro basándose en la historia vitivinícola reciente del Archipiélago. En su intervención, Ballesteros quiso enfatizar su enfoque en los recuerdos de infancia y hacia dónde pueden y deben ir las elaboraciones de las Islas desde datos y hechos que invitan al optimismo.
Sin embargo, el Master of Wine español subrayó que “habría que analizar de dónde viene todo y aún conservo esos recuerdos rememorando estampas de carencias con vinos realmente pésimos, que esa es la definición realista e incontestable de aquella época no tan lejana y aplicable a la gastronomía”.
“Esas rémoras fueron visibles y ostensibles –agregó el ponente- durante unos buenos años hasta que llegó la evolución (revolución diríase asimismo) gracias a la suma de distintos factores”. Antes de pasar a estos indicativos que definen a los vinos canarios en un escenario nacional e internacional, Pedro Ballesteros quiso profundizar en la historia y concretamente a los momentos de gloria de los denominados “Canary Wine”. “Aquello desapareció cuando desapareció aunque hay que reconocer que posee y proyecta hoy en día un componente emocional tremendo”.
Cambio de mentalidad
En el caso de Tenerife, Ballesteros puso de relieve el papel impulsor del que fue presidente del Cabildo Ricardo Melchior, que rescató las particularidades de los vinos de Tenerife y “que arrancaron como elaboraciones baratas que todavía estaban por evolucionar; pero, al fin y al cabo, eran vinos de Tenerife, canarios, con cierta entidad”.
Un apunte en el que el MW hizo hincapié. “Cuando se habla de los suelos volcánicos en cierto modo se está subrayando algo que tampoco es definitivo; la vid es una planta doméstica que se adapta profundamente –nunca mejor dicho- a la acción humana y a los cambios”. De cualquier forma, el conferenciante recobró el hilo narrativo de una etapa incipiente en la que el vino aparecía ya con ciertas credenciales para ser tenidos en cuenta. “Un vino canario digno –por ejemplo con Viña Norte- comenzó a verse con otros ojos en consonancia con la formación de expertos que adquirieron conocimientos fuera de Canarias. Cambiaron muchas situaciones en el marco de la Unión Europea y se mejoraron las universidades canarias; aquel ‘complejo de inferioridad’ de los isleños-as empezó a remitir. No se fue del todo y es que tampoco se iba a diluir en un instante”.
¿Cómo es que aquí no hay ni un vino canario?
Fue el momento en el que Ballesteros mostró su decepción: el hecho de pasear por lugares de bares y restaurantes de las capitales de las provincias y no encontrar ningún vino local. Verdejos o albariños, riojas y riberas: “Craso error, pues el consumidor actual está más por la labor de descubrir las variedades autóctonas y tipos de vinificación que de insistir con lo que ya conoce o ya consume con frecuencia en su tierra”. En ese instante mencionó a Juan Jesús Méndez, “bodeguero y enólogo de los más originales y que se pusieron manos a la obra en la recuperación de tipologías y uvas autóctonas”.
Aprovechó el MW para recalcar que “esto del vino, y más hoy en día, es un mundo de noveleros y va fetén para captar adeptos a través de la originalidad –y con confianza- como hizo Roberto Santana (proyecto Envínate) en Tenerife, Jonathan García o Borja Pérez (por nombrar algunos); o Carmelo en Gran Canaria”. Para el ponente, la diversidad es infinita en La Palma (“maravillosa Vicky Torres”), diferenciando Sur y Norte; Lanzarote, con la malvasía volcánica que ha sido exitosa comercialmente y muy reconocida; La Gomera con la forastera, mientras que Gran Canaria “se ha saltado pasos y ha llegado tarde pero con pujante mentalidad”.
En el caso de Lanzarote, Ballesteros aplaudió el citado logro comercial “pero que esto no vaya a abocar al sector al conformismo; todo lo contrario: que sea el acicate para seguir apostando, por ejemplo, hacia esas elaboraciones de tintos”.
Poner precio a lo diferente
“Hay un desafío, una asignatura pendiente –alertó-. ¿Qué vino canario supera digamos un precio, por decir, de 80 euros? Hay que revalorizar el producto para conseguir un valor icónico que mueve mucho en los mercados; falta ese nuevo escalón y tiene que llegar igualmente al campo. Es imprescindible, por otro lado, alimentar el relevo generacional y apostar más por la calidad que por la cantidad evitando, sobre todo, la ‘cultura’ de la subvención”.
En un plano emocional, el MW llamó la atención en el hecho de que “el vino puede generar interés, emociones, y ello a gran escala porque trae y genera buenas cosas de los seres humanos; fijemos el ojo en que las regiones del vino en el mundo son ricas y hay que tomar apuntes de estas latitudes generando la creatividad y la capacidad de valorizar los productos locales, entre ellos los vinos”.
Todas a una
Por último, Pedro Ballesteros culminaba su intervención resaltando que “echo de menos una política de promoción conjunta y una narrativa común de Canarias para estimular el imaginario de gente con muy alto poder adquisitivo. Las potencialidades están ahí y vaya si Canarias ha avanzado pero hay que ensamblar y ajustar todas estas piezas hacia el objetivo de la riqueza del territorio”.
También, según el experto, estimular transformaciones en el tipo de turismo con lo que podemos proponer de “diferente” como bien muestra Fuerteventura, botón de muestra, o El Hierro con la espectacular variedad del baboso blanco y su viticultura heroica.
*Todo el agradecimiento a Hencansa, a Pedro Ballesteros por los buenos ratos y a Vanessa Santana, organizadora del encuentro especializado.
Feliz 2023, de todo corazón.