Algunos neurocientíficos afirman que tenemos unos 70.000 pensamientos al día. También afirman que la mayor parte de los pensamientos que generamos no llegan a ser conscientes. Entre estos pensamientos se incluyen aquellos que forman parte de la realidad que el cerebro forja en base a las percepciones y a la experiencia previa. Por consiguiente, la conciencia, tanto del mundo como de uno mismo, depende de una gran variedad de estímulos que el cerebro procesa y para el que genera predicciones en base a la experiencia previa. En verdad, nos predecimos en nuestra existencia de acuerdo a una percepción relativa.
La autopercepción o toma de conciencia de nuestro cuerpo también está sujeta a las experiencias y percepciones precedentes, aunque no sean del todo fidedignas. Por esa razón, si estamos convencidos a priori de que no somos físicamente capaces de alguna actividad, es bastante probable que anulemos por añadidura la capacidad potencial para hacerla.
Sin embargo, los estudiosos en este campo afirman que podemos también cambiar la percepción de la realidad y modificarla con tan solo desviar nuestra atención. Por ejemplo, pensamos con frecuencia en la causa antes que el efecto, es decir «si pudiera tener más dinero, iría de viaje».
¿Y si empezamos por planificar el viaje? Esto contribuiría a que el plan vacacional estuviera más cerca. Lo empezaríamos a moldear en la realidad con la arcilla de la intención.
El cambio de procesamiento «efecto-cambio» aumenta las posibilidades de que se cumpla el deseo. Es una forma de cambiar los estímulos establecidos de circuitos neuronales. Las neuronas establecen vínculos más estrechos con aquellas otras con las que interaccionan más frecuentemente. Si establecemos nuevas formas de pensamiento con estímulos distintos, las neuronas activarán nuevos circuitos. Puede que en consecuencia se reaccione a las circunstancias de manera diferente.
¿Sabías que? Los cambios en la vida empiezan con la convicción mental de que ya se ha efectuado el cambio
En una ocasión una periodista me preguntó: «¿Cómo puedo hacer para provocar cambios en mi vida?»
Mi respuesta fue: «Lo primero que tienes que hacer para ser más eficiente es pensar que ya eres más eficiente».
Como dice Joe Dispenza en su libro “Deja de ser tú”: «La mente subconsciente sólo sabe hacer lo que le has programado. Pero se pueden desaprender las viejas pautas mentales y emocionales, deshaciendo los circuitos del cerebro, y reaprender otras nuevas o renovarlas, basándote en quién quieres ser, en lugar de seguir siendo la misma persona de siempre».
Pensar de modo positivo no basta por sí solo para superar los sentimientos negativos anclados en nuestro pasado, y que son rutina de nuestro subconsciente. Según los expertos en el campo, para modificar aspectos adversos del subconsciente hace falta trabajo interior, meditación, recuperación de memorias pasadas y transformación de hábitos en nuevos alicientes. Sin embargo, aunque no se gane siempre la guerra al subconsciente, podemos empezar por ganar batallas diarias contra la mente cuando a veces se empeña en bajar el ánimo y la motivación.
El mero hecho de tomar en tu cuerpo una actitud optimista hace reaccionar a tu cerebro de la misma manera
El lenguaje corporal puede ser un gran aliado de las pautas de pensamiento. Alguna vez habrás observado a personas que caminan por la calle como si les hubiera tocado la lotería. Quizá no llegarás a saber nunca el motivo de esa euforia, ya que detrás de una actitud emocional hay un estímulo mental. Sin embargo, la sensación de alegría puede generarse simplemente como fruto de una decisión del lenguaje corporal.
El bienestar mental no se genera exclusivamente por un acontecimiento exterior favorable, sino por la mera actitud corporal. En otras palabras, si el cuerpo actúa con alegría, entonces el cerebro se contagia del lenguaje corporal e interpreta que todo va bien.
Se puede poner a prueba el bienestar exprés. Ponerse la ropa que más nos favorece, peinarse distinto, incorporar complementos a la vestimenta (un sombrero seductor, unos tirantes divertidos o tus complementos más queridos) promueve que salgamos de casa con una sonrisa dibujada, el cuerpo erguido y la frente alta. Como por arte de magia, la mente y el estado de ánimo estarán fortalecidos. Incluso puede que algún observador llegue a la conclusión de que te ha tocado la lotería y quiera celebrarlo contigo.
No consiste en esperar un evento positivo para reaccionar en consecuencia, sino en reaccionar positivamente para que el evento deseado ocurra.
Si suena el teléfono, sonríe, e incluso haz alguna broma si se tercia. Comprobarás que también arrancas sonrisas a los demás. Es una estrategia que funciona en todas las culturas de manera universal: sonreír es suficiente para recibir una sonrisa de vuelta. El cerebro no funciona siempre en el orden causa-efecto. También podemos empezar por el efecto y en consecuencia generaremos la causa. Nuestra cabeza tiene también esa fascinante capacidad milagrosa de adaptación.
Existen actualmente numerosas terapias que siguen esta línea conceptual. En este libro, tan solo he querido invitar al lector a conocer más de cerca esta poderosa relación de la toma de conciencia del cuerpo para inducir cambios en la mente. Existen numerosos libros sobre estos temas que pueden ilustrarnos sobre estos interesantes aspectos del poder sensorial de la mente.
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