Carmen Peña

Opinión

Cada vida, una historia que ser honrada

Portavoz de Drago Tenerife

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Carril izquierdo de la autopista, mientras adelantamos al coche fúnebre procedemos todas a santiguarnos. Me fijo en que tiene una pegatina en la luna trasera y le pido a la copiloto que me la lea, ahí va: “Cada vida, una historia que ser honrada”... ¿Qué lindo en verdad, no? Dentro de todo el dolor que supone la muerte, las circunstancias y acompañar todo ese proceso, la frase me dejó pensando el resto del viaje. 

Estuve un rato en bucle con grandes dilemas existenciales, la dicotomía de la vida y la muerte, la fragilidad, la vulnerabilidad humana… me dio para rato. En la autovía mental, una de las salidas me llevó inevitablemente a Canarias, y a las miles de muertes que ocurren en el océano Atlántico, siendo la frontera sur de Europa “la ruta migratoria más mortífera". Este título morboso cumple con lo que promete, 4.808 personas han muerto en lo que llevamos de 2024 en la ruta Canaria —según el informe Monitoreo del derecho a la vida en la Frontera Occidental Euroafricana*, de enero a mayo de 2024, de Caminando Fronteras—, y a saber cuántos desaparecidos. Si fueran blancos ya hubiesen puesto todos los medios para traerlos, en avión si hace falta. 

Y todas esas personas, desde chinijos a muy mayores, africanas y de más lejos, personas migrantes, tienen una historia, tienen una vida, han pasado por equis dificultades y situaciones difíciles en las que ninguno querríamos estar, para decidir, o que decidan por ellos, que tienen que coger una patera o cayuco y arriesgar la vida buscando otras tierras en el horizonte donde construir un futuro que esperan, sea mejor. Todas esas personas tienen una historia de vida que merece ser honrada, y que están a merced de las políticas migratorias.

Muerte

Muchas de ellas no llegan, no lo consiguen, sus vidas se ahogan en el mar, desaparecen, se pierden. Mueren por el camino y las tiran por la borda, algunas acompañan a sus familiares y compañeros de viaje cadáver hasta llegar a tierra y otras llegan demasiado débiles, todas son vidas con su historia y dignidad, nadie merece morir a la deriva buscando una vida mejor.

Menos mal, tocando madera, menos mal que hay una parte de la sociedad canaria que está aferrada a la dignidad, a la cordura, a la defensa de la vida, de los derechos humanos, a lo que es de sentido común, de cajón, al hecho que no podemos normalizar que lleguen miles y miles de personas huyendo de la guerra, el hambre, la persecución política y mil miserias más en las condiciones en las que tienen que venir, por no existir vías legales y seguras para hacerlo. O que no lleguen. 

A todas esas personitas que empatizan y sienten el dolor y el duelo de las personas migrantes, gracias por estar del lado bueno de la historia y reconocerse como el pueblo que siempre ha sido Canarias, un pueblo atravesado por la realidad migratoria —que levante la mano el que no tenga un familiar, amigo o conocido que no haya tenido que coger la maleta—, un pueblo solidario y de acogida que se reconoce en su diversidad y está orgulloso de ello. 

Inmigrantes legales

Que sí, que la cuestión migratoria es compleja, que lleva una gestión bien complicada, bien de dinero y que necesita de mucha coordinación entre administraciones y entidades para hacer las cosas bien —que no se está haciendo, spoiler—.

Que no todo el que viene es buena persona, ya lo sabemos, y esto no es un argumento, porque ojo, de incivismo e inseguridad se acusa solo a personas africanas, pero de todas partes del mundo, sobretodo de Europa, también vienen inmigrantes legales a buscar jaleo, destrozar mobiliario urbano en Las Américas, pegarse botellazos, agredir a pibas y eso no abre ningún telediario hablando de “inseguridad ciudadana en Canarias a causa de los migrantes legales europeos”, léase, guiris borrachos. Así que, como eso ya lo sabemos, que aquí también hay malaje de todos los colores, asumamos que ese no es ni de lejos el problema ni un argumento para ser racista. 

El problema es un potaje político que se está agriando y que nos vamos a comer en el Archipiélago, un potaje en el que se han juntado las políticas racistas de la Unión Europea con las políticas estatales igual de racistas y nefastas de gestión, con un Gobierno Autonómico sin capacidad ni intenciones de ponerle asunto, y los bulos y desinformación promovidos por los más miserables, todo eso, atravesado por una de las crisis migratorias más grandes que hemos vivido en Canarias, con la puntilla de que los gobiernos anteriores del progreso y nosequé tampoco hicieron nada a sabiendas de la que se venía. Pues está quedando hediondo el potaje. 

Goda y colonial

La demostración de que ese potaje no hay quien se lo coma, de que da arcadas y ganas de arrojarse encima de todos ellos, es lo vivido con el intento de tramitación de la reforma de la Ley de Extranjería. No la reforma amplia que necesita, sino una mini reforma para reubicar a los niños y niñas que llegan a Canarias, porque el sistema de acogida lleva un tiempo colapsando y ya no se está atendiendo a la infancia migrante como se merecen. Más fácil, una reforma para que el resto de Comunidades Autónomas, muchas de ellas sin mar a los que no llegan menores en patera o cayuco, se hagan cargo también de la responsabilidad que se tiene en la custodia de estos niños que crecerán en españita. Y no han querido hacerla

Por un lado están los que no les importa nadie que no sean ellos, los liberales, los fascistas y los racistas, cuya respuesta era bastante predecible. Por otro lado los catalanes, que, no nos engañemos, la única bandera de libertad y dignidad para los pueblos que les gusta y que van a defender es la suya, con esa actitud goda y colonial primero, antes que los derechos sociales para todos, ahí están felices los cuatro: VOX, PP, Junts y todos los racistas. 

Y luego están los más progresistas de la historia, que en años anteriores han amparado devoluciones en caliente y no investigar que la Guardia Civil asesine en la frontera. Han puesto campamentos de la vergüenza en Canarias, política del aparentar marca PSOE, la izquierda estatal complaciente y también los del teatro pseudonacionalista canario, vaya team para defender los derechos, así nos va. 

Coalición Canaria en especial, estas últimas semanas ha desplegado todo su arte manipulador, actuaciones magistrales de algunos y algunas, rasgándose las vestiduras y partiéndose la caja del pecho en discursos apeladores y sentimentales sobre las personas migrantes, parece que su partido no lleva años años gobernando en Canarias sin prestar interés en este asunto, y ahorita mucho discurso pero ahí están, gobernando mano a mano con el PP que vota en contra de la reforma y quiere poner a los militares a parar a los niños que vengan.

Así, señores, es muy muy difícil tener un mínimo de credibilidad ante los votantes. No son unas lentejas si no la piedra que se cuela al limpiarlas y que duele tanto al morderla, un dolor para Canarias. 

Desahogo

En este potaje, primero hace falta una mijita más de dignidad y un par de litros de soberanía, porque está claro que una tierra gobernada por los intereses de Madrid representados en distintos partidos estatales no va a hacer que esto camine p'alante, ni esto ni otros asuntos cruciales para la construcción de un futuro en Canarias. Organizaciones que están demostrando su debilidad y su incapacidad de hacerse valer y escuchar en España, porque ni para acoger chinijos y chinijas en condiciones dignas se ponen de acuerdo, qué se va a esperar de ellos. 

En fin, por si tienen algún viaje este verano con algo de carretera, y quieren poner un rato algo de karaoke y desahogarse pensando en toda la maquinaria deshumanizadora que está en marcha y a todo meter contra los más vulnerables, les recomiendo a Paquita la del barrio, que tiene una canción buenísima sobre mamíferos con un montón de calificativos que dedicarles a los que ponen por delante la caridad pero solo con los suyos, y los intereses propios, económicos y personales, ante la defensa de la vida. 

Y el resto, seguiremos desde cualquier altavoz que tengamos a mano, y en este caso, Drago Canarias desde las instituciones públicas donde tengamos representación afrontando debates complejos con honestidad y con rigor, y sobretodo, con el respeto que merecen las personas, todas ellas, da igual su procedencia, porque sí, cada vida es una historia que merece ser honrada. 

*Datos migraciones, informe Caminando Fronteras